Llamas cantarinas.

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En estos mismos instantes, Fulgens es una civilización perdida que reside en algún libro anticuado de historia, pero hubo una época en el transcurso del tiempo en que era la tierra de los sueños. Todo allí era magia, no existía lo normal, solo había cabida para lo extraño, asombroso e inimaginable. Francast III, rey de la luz y la oscuridad, gobernante de los Páramos y dueño de los cuatro elementos, reinaba en ese país justamente. Pero el tiempo también pasaba para él, y un día, cansado y moribundo en su lecho de muerte, hizo llamar a los hijos primogénitos de las cuatro familias más fieles, todo duques y barones, dado que él no tenía hijos a los que testamentar. Esos eran Axe, Drina, Prince y Lauren.

A Axe, de los ventosum, le hizo beber una pócima que hizo que este se elevara a su voluntad y así transmitir de generación en generación el elemento Aire; él, a cambio, prometió llevarlo hasta la sabiduría. Así se formaron, más tarde, templos dedicados solo a la meditación, grandes bibliotecas y universidades para los más adinerados.

 A Drina, de la familia de los terrenum, le dio un brazalete que provocaba una especie de vínculo entre la tierra y ella: Todo lo que le pasaba a sus campos, ella podía saberlo, además de poder manejar a voluntad todo lo que esta conectaba: cosechas, arboles, piedras…; a cambio prometió hacerlo llegar al hogar, para que ayudara en la vida cotidiana, para que fuera útil. Por ello, sus descendientes y personas que, por alguna razón, acabaron heredando ese don, se retiraron hacia montañas despobladas, viviendo del campo, apartados de la civilización.

A Price, aquosum, le reveló el secreto del elemento Agua otorgándole un pequeño anillo que, al ponértelo, te proporcionaba uniformidad, curación y branquias; él, uno de los más emocionados por el hallazgo, prometió darle un buen uso, dado que, para dominar un poder tan grande, hacían falta buenas manos. Pero, en cambio, cuenta la leyenda el muchacho era de sangre viva, fiestero y un cortejador nato. Dicen que solo lo utilizó para el arte, acaparar las atenciones de las muchachas y para fines puramente personales, cosa que no es lo que acordó. Finalmente, se crearon gremios de personas que secuestraban o incitaban a trabajar en fines malignos y maquiavélicos a cambio de dinero, cosa que algunos, endeudados hasta las cejas, no tuvieron otra elección. Los poderosos del agua sucumbieron tras estas asociaciones fantasmas.

Y, por último, a Lauren, la única hija de la familia flammeum, le entregó un medallón de la medida de una almeja junto al poder del Fuego, que lo representaba un rubí incrustado en el interior del colgante. Más tarde, alquimistas y demás descubrieron que, junto a otros ingredientes, esa piedra proporcionaba fines curativos que, si se tomaba con regularidad, proporcionaba la vida eterna. Ella, a cambio, no sabia que prometer, pero antes de que pudiera decir nada, el rey habló por última vez “- Aquí, bajo la tapa de este emblema, se encuentra el secreto de la eterna vida. Guárdalo bien, porque próxima chica de sangre ardiente (así la llamaban) que  llegue a llevarlo, le tocará defenderlo con su vida Pasará penurias y tendrá que pagar impuestos, pero si todo sale bien, el fuego no se perderá.” Así que esa fue la promesa de Lauren. Ella montó una red en la que todo portador del fuego tenía que aprender a luchar, a sobrevivir, a defenderse.

Después de ese echo, el país se desmoronó hasta quedar dividido en cuatro regiones regidas por los elementos, que encharcaban la gran mar de Van Gard: Luce, la ciudad del hielo y agua, situada en la serranía de Edmontroten; Virginia, el desierto ventoso, en el este; Líria, el gran bosque de olmos azules, donde los maestros de la tierra se recluyen para aprender de la naturaleza; y, por fin, Ignibus, la costa ardiente, en el sur. Los maestros del fuego, hasta la mayoría de edad, eran entrenados en Academias Ardientes en los círculos de la defensa, la supervivencia y demás. Más tarde se dedicaban a pescar y comerciar con otras ciudades. A diferencia, los del viento vivían recluidos en sus templos flotantes. Las mujeres de este elemento no se les permitían recibir lecciones sobre conocimiento o sabiduría, así que creaban asociaciones secretas con el fin de aprender. Mientras tanto, los maestros del agua fueron desapareciendo tras la sombra de gremios sin nombre o muriendo en combate contra los maestros del fuego, puesto que los dos luchaban por el monopolio de rutas de comercio por el mar Van Gard. Y aunque aún quedaban unos pocos, la mayoría de los maestros del agua no sabían que lo eran o lo llevaban en secreto. Así, dejaron poco a poco  Luce en manos de  los sin elemento, los mal llamados ‘lameses’, que comenzaron a ser una mayoría significativa. Y así, las personas con don empezaron a considerarse personas de mayor categoría o de una cierta divinidad. Finalmente, tras cruzar los límites de los territorios poblados, encontrábamos  los Páramos, montañas que no llevaban a ningún sitio excepto a la anieblada nada, donde muchos exploradores, lameses básicamente, se pierden y no volvían jamás. Se cuenta que vivían seres creados a partir de cenizas por el difunto rey para que guardaran los peligros de las tierras salvajes o inexploradas , las llamadas ‘sombras del diablo’, porque se alimentaban los fluidos que desprende tu alma dejándote vacío, sin rumbo, diluyéndote en una absorbente e hipnótica telaraña de humo que se desvanecía lentamente.

Llamas cantarinas.Where stories live. Discover now