Cuando todo estuvo un poco más calmado, Alexis me invitó a pasear. Evité mirarle a la cara, un poco arrepentida por armarle tal escandalo en mitad de la calle y sin prácticamente conocerlo… Aun así, el insistió en acompañarme a dar una vuelta para asegurarse de que me recuperaba de disgusto.
Las calles de ese pueblo eran sorprendentemente estrechas, y por la falta de luz, parecían hasta tenebrosas. Metros y metros de calle empedrada que parecía que no se acababan nunca. Los balcones de las casas estaban llenos de flores de colores que reflectaban, debido a la poca luz del atardecer, sombras fantasmales en el firme. Empezó a hacer frío, y yo me agarraba cada vez más fuerte a mi capa de viaje. De pronto, el tiempo se detuvo y todo pasó muy rápido: un torbellino grisáceo, acompañado por una capa de plumas negras, se les aproximaba a enormes velocidades. Alexis se quedó paralizado, pero yo ya lo había visto otras veces y reaccioné mecánicamente.
-¡Alexis, ponte detrás de mí!- grite a Alexis que, un poco contrariado, o tal vez confuso, obedeció.
Efectivamente, como suponía, Cronos reapareció de entre las sobras, marcando su andar con sus botas llenas de hebillas que sonaban al mínimo golpe. En su espalda derecha, como si fuera su apéndice, yacía Malkof. Esa visita me pareció muy rara, dado que a Cronos siempre se le veía sentado, como si quisiera recrear el salón del trono interpretando el papel de rey, y normalmente siempre lo acompañaban uno o más discípulos. Pero esa vez solo iba acompañado del pajarraco, nadie más.
-Hola querida, te estaba esperando.- dijo con una voz que yo interpreté como cálida, pero me pareció más bien empalagosa y demasiado melosa. -¿Quién es tu amiguito?- preguntó entonces posando sus siempre invisibles ojos (nunca le había visto la cara completa, porque la capa le venia grande y su espesa sombra no me dejaba divisar nada) en el trovador, que se debatía con mi brazo para intentar cubrirme.
-Hola, Cronos.- dije secamente, haciendo que se volviera hacia mi antes de sonreírle amargamente, soltando una risa de desdén mientras me inclinaba majestuosamente.- es un gran placer volver a verte. A propósito, no te metas con él, – noté como mi sonrisa se desvanecía – no es de tu incumbencia.- y seguidamente le solté un gruñido casi inaudible.
-Está bien, pequeña, está bien… Solo venía para ver si podíamos charlar y llegar a un acuerdo. ¿Verdad, Malkof? – dijo acariciando el pico de la enorme ave... A mi parecer, eso era repugnante. Después de pensarlo detenidamente, contesté:
- De acuerdo, Cronos… ¿Qué quieres?
Él me ofreció una siniestra y oscura sonrisa vampiresca y procedió a hablar. Explicó que él solo le temía a una cosa, y eso era razón de peso para hacer todo ese viaje sin escolta.
-A la muerte, pequeña. Esa cosa que nos impide se duraderos, ser eternos… ser inmortales… ser dioses. No me iré por las ramas: sé que tu medallón contiene el secreto de la vida eterna, o al menos eso dicen las leyendas. Tienes que saber que intenté arrebatarla, pero se me resistió de toda forma posible… Solo la heredera podrá sacarlo de allí… pensé entonces en reclutarte y persuadirte para que lo abrieras, pero debo decir que eres demasiado dura.- Eso me izo sonreír, y a él curvar la comisura de los labios hasta crear una línea perfectamente recta. El cuervo graznó una vez.
- En fin, pensé que habría otras formas de conseguir la inmortalidad y, después de tres meses, encontré la solución en una librería. He decidido beber la poción de Viralda.
Todo se quedó en silencio. Entonces, por primera vez en muchísimos años, rompí a reír estrepitosamente, con muchísimas ganas. Había olvidado por completo como sonaba mi risa, y la verdad es que fue agradable rencontrarla. Ligera y no muy molesta… perfecta para mi perfil personal. Después de una pausa para secarme las lágrimas que me había hecho saltar esa ocurrencia, proseguí a justificar mi reacción.
-¡¿La poción de Viralda?! ¡Pero si es el único brebaje creado por el hombre que nunca ha realizado una persona con vida!- dije con un punto de sarcasmo en la voz. Después expliqué- Los ingredientes son prácticamente imposibles de conseguir y…
-¡Cállate!... – me cortó, elevando su voz dos octavas. Pero no tardó en serenarse y dirigirse de nuevo a mí con tono absurdamente infantil -Precisamente, el trato consiste en eso… Tú me consigues los ingredientes y yo, –escupió una risita grave- te devuelvo esto.
A continuación extendió la mano. Mi pulso se paralizó, mi sangre se congeló… Todo mi cuerpo quedó petrificado al ver eso que colgaba de sus largos y fríos dedos, eso que resbaló hasta quedarse colgando. Un medallón de forma ovalada y colores ocres, cobres y rojizos… ¡No podía ser cierto! Había sabido siempre que él lo tenía… Pero ahora me lo estaba testificando fríamente, frotando su gran satisfacción por mi demacrada cara. Alexis me sujetó por la espalda e intentó contenerme, pero siempre he sido más rápida y receptiva que los seres que me rodean, ya sean personas o animales. Le proferí un bofetón en toda la cara, lo tiré al suelo y le sangró la nariz y parte de la sien. Me supo mal, pero no en ese momento, puesto que estaba más concentrada en otras cosas. Corrí a toda prisa hacia Cronos, intentando no chillar, llorar o caerme, mientras él que se reía como un poseso. Cuando estaba a punto que llegar a su altura, extendí los brazos para recoger en mis manos su fino cuello, pero Cronos se desvaneció, haciéndome rodar por el suelo estrepitosamente en un desafortunado intento en no precipítame escaleras abajo por una gran escalinata que bajaba a otro callejón girando mi cuerpo, pero me rompí el pie… Me quejé, dije cosas indecentes y me volví a quejar, pero Alexis estaba tendido en el suelo, aturdido aún por mi golpe. Entonces es cuando lo vi: en el lugar donde el rufián se había desvanecido había una nota de papiro grueso ahumado escrita con una caligrafía muy refinada que decía:
“Aceptaste. Nos veremos dentro de un mes aquí. Si no te presentas con todo, tú y él moriréis.”
Después de que una lágrima corriera lentamente por mi mejilla, el tabique de mi nariz y cayera al suelo, me desmayé.
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Llamas cantarinas.
Adventure'Sombras, perdición... y solo una tenue luz, una llamita en mi interior que me llama: 'Astrid.... ¡Astrid!'. Su dulce voz se va apagando a medida que el frío se apodera de mí.' Astrid se verá involucrada en una trama que empezó su tataratataratatara...