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1 de diciembre
11:38

Sentí como alguien me quitaba la manta de encima.

Mierda, ahora tengo frío.

Frío y mucho sueño.

Sin ver nada estiré el brazo hasta llegar a la manta y me la volví a pasar por encima.

Y me la volvieron a quitar.

-¡Harry! ¡Haz el favor de levantarte de una vez! -Me chilló mi madre.

Abrí los ojos. -Mamá, tengo sueño. -Me volví a tapar.

-Lo sé, pero no es mi culpa que te vayas a la azotea a verte con tu novio a las 3 de la mañana. Así no me extraña que no te despiertes a estas horas. -Me dió la espalda.

¿Pero que?

¿Cómo diablos sabía que iba a la azotea?

Mierda. Gemma se lo dijo.

-Oh, vamos mamá, que no es mi novio, no empecemos. -Repliqué

-Pues ya estáis tardando. -Me sonrió y salió de mi habitación. -¡Prepárate y ven a la cocina, si hoy te saltas clase tendrás que ayudarme con las tareas de casa! -Gritó mientras se acercaba a la cocina.

Por lo menos hoy no iba al instituto.

La noche anterior mi madre me dijo que si quería, podía saltarme clases para mejorarme de lo ocurrido con el cabrón de Billy.

Decidí salir de la cama y fui hacia la cocina con lo que llevaba puesto. Ayer tuve calor por la noche y me quité alguna prenda del pijama.

-Te toca limpiar los platos de ayer y luego me ayudaras a preparar un pastel. -Ordenó

-De acuerdo mamá. -Yo solo tenía ganas de volver a la cama y dormir, pero tenía que ayudar a mi madre.

Gemma y yo siempre ayudamos en casa porque solo somos tres y nos tenemos que ocupar de las cosas. Desde que papá nos abandonó mi madre siempre se ha tenido que ocupar de todo y me sentía fatal por ella, lo mínimo que puedo hacer es ayudarla.

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-¡Ya he terminado! -Dije mientras me dirigía al baño para limpiarme las manos.

-Genial, ahora ven conmigo. -Contestó mi madre pasando por mi lado.

La seguí y llegamos a la cocina, sorprendentemente más limpia de lo normal.

-He escogido estas dos recetas, ¿cuál te gusta más? -Me preguntó.

-Mmm... me gusta mucho el pastel de chocolate, pero esta vez prefiero el de zanahoria. -Respondí

-Perfecto, cielo. -Me dijo muy amablemente.

Nos pusimos nuestros delantales y empezamos con la receta. Me sentía muy bien en ese momento. Siempre había tenido una buena relación con mi madre, no como la mayoría de chicos de mi edad. Yo realmente me divertía mucho con ella.

Cuando mi madre no miraba, unté mi dedo con un poco de buttercream y al girarse se lo estampé en la nariz.

-¡Ahora pareces Rudolf, el reno de la nariz roja!

-Harry, tengo la nariz blanca. -Me respondió riendo.

-Bueno, hagamos cómo que no importa.

Talking to the moon [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora