Capítulo 4 parte A

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Continuación del Prólogo

. . .

Una fingida tranquilidad había rodeado al Hogar de Pony. En eso un niño, desde la copa del viejo y todavía frondoso Padre Árbol, gritaba señal:

— ¡Por allá! —, y su pequeño dedo índice apuntó hacia el lejano horizonte.

El resto que estaba abajo, y sin esperar al vigía, emprendió carrera por la querida colina para verificarlo por sus ojos.

Estando en la cima, breves minutos se aguardaron; y cuando finalmente vieron aparecer la lenta carreta, pequeños entre siete y dos años de edad, de nuevo echaron a correr llevando consigo una gran algarabía por la polvosa vereda.

Candy, quien a lo lejos los divisara, además de que ya conocía su ubicación anterior, sonrió feliz como siempre; y comentaría a Jimmy:

— Nos reciben como si hubiesen pasado los siglos sin vernos.

— Yo te tuve como hermana, y aún así te quiero mucho; imagínate para ellos —: la nueva generación, ya que la anterior se había marchado; — has sido tú su verdadera madre. Y todo ese cariño que te tienen, estoy seguro que este pequeño duende aprenderá a sentirlo también.

— Pobrecillo —, la rubia lo acunó amorosamente; — desde que lo levanté no ha vuelto a llorar.

— ¿Estará enfermo?

— No; lo he revisado ya. Es sólo cansancio, además... no sabemos por cuánto tiempo estuvo llorando.

— Después de dejarte en el hogar, regresaré a casa para que unos rancheros se hagan cargo del difunto. ¿Habrá sido su padre?

— Lo dudo.

— Sí, claro. Sólo espero que los chicos lo acepten entre ellos.

— ¿Por qué no habría de ser así?

— No me hagas caso, jefe; fue un pensamiento en voz alta.

La verde mirada de Candy lo recriminó, pero se olvidó del comentario al oír cada vez más de cerca a su creciente y pequeña prole que justamente a ella le llamaban:

— ¡Mamá Candy! ¡Mamá Candy!

Después de dos meses de vivir en su hogar, la rubia White recibió una invitación por parte de Albert.

Lakewood, donde se dio a conocer al Tío Abuelo Williams, sería el punto de encuentro; sin embargo, en aquel encantador lugar todavía rondaban frescos los tristes recuerdos de los inolvidables Anthony y Stear; pero la emoción de ver de nuevo al príncipe de la colina y a Archie, le hizo ir allá.

Eliza y Neil también hicieron su aparición; y como siempre se encargaron de fastidiarle la visita a la rubia, aunque aquella vez procuraron no hacerlo frente a los ojos del jefe del clan que severamente les había observado:

Esta casa es tan suya como de ustedes; y a partir de hoy quiero que la respeten como hija de Andrew que es.

Por supuesto, la señora Elroy intentó objetar al recordarle que Candy había tomado una decisión con respecto, ha no ser más parte de la familia, pero Albert no se lo permitió al agregar:

Insulto, afrenta o maltrato que ella reciba, lo tomaré personal. Así que, para que todos estemos felices y contentos, les recomiendo llevar la fiesta en paz. No quiero ser drástico en decisiones que podían afectar futuramente su estancia aquí o dentro de mi familia.

No debiste hacer eso — dijo Candy cuando se quedó a solas con Albert.

Eres una Andrew.

Gracias, Albert, pero tú sabes...

Candy, ¿qué te parece si vamos a la cabaña abandonada?

Ella asintió; y el rubio caballerosamente le ayudó con la silla de la elegante oficina.

Caminando a la par, arribaron a las caballerizas; y sin permitir ser atendidos por los trabajadores, los rubios se montaron en sus respectivos caballos y en silencio total cabalgaron hacia el lugar indicado.

Al estar allá y notar su presencia, nuevos animales de campo comenzaron a acercarse a los recién llegados, pero Albert al divisar un venado lastimado se apresuró en ir con él.

En lo que lo revisaba y luego quitaba una gruesa espina de una pata trasera, Candy, habiéndole observado su devoción, dijo:

Albert, he tomado ya una decisión.

El joven magnate liberó al animalito para prestarle atención a ella que aseveró.

Me quedaré en el hogar, mi hogar... si no te molesta.

¿Estás segura qué eso es lo que quieres? Yo podría...

.. darme el cielo y la luna si te lo pidiera, bien lo sé, pero... debido a mi profesión y a los conflictos bélicos por los que estamos atravesando, también como Stear, pensé en irme a la guerra. Allá están necesitando enfermeras y yo... podría ser de gran utilidad. Sin embargo, mucho pequeño está siendo abandonado precisamente por estos problemas de mundo, así que, he inclinado mi balanza a favor ellos. A estos pobres indefensos que también necesitan cuidados, educación y amor de aquellos que podrían jamás volver. Además, la señorita Pony ya no está en sus mejores años y el trabajo se está haciendo muy pesado para la Hermana María.

Pero, ¿y tú? ¿qué has pensado con respecto a ti?

Al saberlos felices, lo seré también.

Aunque no estoy al cien por ciento de acuerdo contigo...

Candy se giró para encontrarse con un siempre elegantísimo Archie quien aparecía por la puerta de la cabaña y concluía:

¡Siempre, siempre contarás con mi apoyo!

El mío también, además, de que estaremos más tranquilos al saberte cerca que lejos y en constante peligro — hubo sido turno de Annie, la cual seguía y después imitaba a su novio que a Candy un abrazo regaló, convirtiéndose esa última reunión entre los cuatro amigos, ya que a Albert sus negocios bancarios y sociales le mantendrían ocupado más de lo imaginado.

CAPRICHOSO ES EL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora