Capítulo 4: Gato encerrado (misión fallida)

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Bastaron apenas transitar unos pocos metros, desde que ambos salieran de la Academia, antes de que Diego notara tu presencia. Aunque durante el resto del trayecto continuó reclamándote por haberlo seguido, cuando él no quería que lo hicieras.

—Ya estoy aquí Diego, ¿vas a dejar de decirme que vuelva a casa? —le cuestionaste.

—Eres imposible —llevó ambas manos a su cabeza, de manera exagerada demostrando que no toleraba esa situación aparentemente—. Pero ahora cállate, o nos van a descubrir —te pidió, en cuanto iban acercándose al destino que él perseguía en primer lugar.

—Pero, ¿me quieres decir qué hacemos aquí? Si ya salvamos a la chica que estaba aquí secuestrada —le cuestionaste, luego de reconocer el lugar donde estaban.

Se trataba exactamente del edificio donde habían tenido secuestrada a la supuesta hija del Alcalde.

—Tan sólo intento pensar. Presiento que tiene que haber algo hemos omitido —comentó Diego, observando todo el panorama mientras recordaba lo que había ocurrido más temprano ese día—. Algo que nos conduzca a esos sujetos.

—Pero, Diego, en verdad hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance.

—Sí, pero ellos escaparon y siguen libres impunemente. Deberíamos buscarlos, atraparlos...

—¿Y qué supone que buscamos aquí? —interrogaste, para poder ayudarlo.

Diego había llegado hasta allí demasiado seguro de que era donde debía estar, como si fuera movido por el instinto. Pero al estar allí, ya no parecía estarlo.

—De acuerdo, busquemos alguna pista —quisiste animarlo, al notar su expresión de confusión.

Estabas a punto de avanzar para poder ingresar al edificio, pero él te detuvo al tomar tu mano, tras escuchar algunas pisadas en el interior.

—Espera, hay alguien allí —te comentó, acercándose a tu oído para que pudieras escucharlo.

—¿Qué? ¿Cómo...? —no pudiste terminar el interrogatorio, pues para silenciarte él cubrió tu boca con su mano.

Y acto seguido, señalaría hacia un rincón, para que lo siguieras hasta allí con sigilo. Sin darse cuenta, todavía tenían sus manos tomadas y así caminaron juntos hacia ese sitio señalado. Se detuvieron para observar, ocultos detrás de un paredón, lo que estaba ocurriendo. Desde ahí pudieron escuchar a dos agentes de la policía platicando abiertamente.

—No queda más nada por limpiar aquí —comentaba uno de ellos.

—Tampoco van a buscarlos, no es su idea hacerlo —respondió el otro, riendo cínicamente.

Ambos hombres se iban alejando, por esto no pudieron terminar de escuchar su charla. Aunque esa pequeña parte de su conversación llamó completamente su atención.

—¿Por qué no querrían buscarlos? —cuestionó Diego, confundido—. Se supone que son malos...

—Y que secuestraron a la "hija del alcalde" —acotaste, con cierta ironía al llamarla de ese modo.

—Que ambos sabemos no era precisamente ella. Ni siquiera se parecen físicamente —mencionó, frunciendo sus labios, una vez más decepcionado de que nada hallaran—. ¿Qué más nos estarán ocultando?

—¿Y si se trata de  una trampa que nos tendió nuestro padre? Como una especie de entrenamiento sorpresa —supusiste.

—No, no tendría ningún sentido —negó de inmediato—. Es decir, sí podría ser algo que él ideara para ponernos a prueba, pero no involucraría a otras personas en esos entrenamientos. Algo tan macabro como que se conozca en las noticias nacionales que han secuestrado a la hija del Alcalde, y no sea realmente ella —esas imágenes y pensamientos todavía seguían dando vueltas en su mente—. No lo entiendo.

—Ni yo tampoco —admitiste—. No entiendo quiénes son estas personas que están detrás del secuestro, o quién era ella en verdad.

—Tendremos que averiguarlo —dijo, totalmente decidido.

Sabías que una vez que a Diego se le metía algo entre ceja y ceja, no había nadie quién pudiera convencerlo de cambiar de decisión. Aún así, en esta ocasión estabas de acuerdo con él, en acompañarlo en esa investigación, tal como lo habías hecho al llegar hasta aquel lugar.

La hija del Alcalde (Diego y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora