Es impresionante como una mala noche de sueño es tan evidente a la vista de todos. Mirándome en el espejo de mi baño, con la luz tan blanca del foco, podía ver con claridad las manchas negras debajo de mis ojos. Eran lo suficientemente notables en mi piel morena, al igual que las pequeñas pecas y marcas, producto del acné de inicios de mi adolescencia.
En vano luché en contra de eso, con productos supuestamente milagrosos, que prometían desvanecer los granitos de mi rostro en poco tiempo. Alerta de spoiler, nunca funcionaron.
Siempre intenté ignorar esas marcas, creyendo que, como todas las personas en mi antigua escuela ya me conocían, pasaría desapercibida. Pero ahora era diferente, al ser la nueva, era claro que más de una persona me vería y las notaría.
Lancé un resoplido a mi reflejo, resignada a que nada podría hacer para ocultarlas, y es que el maquillaje tampoco era mi fuerte. Decidí dejar de torturarme y me dispuse a darme una ducha.
El agua caliente mejoró mi humor deprisa, me encontraba tan a gusto que, realmente, podría haberme quedado un rato más bajo la lluvia. Pero los minutos pasaban y, conociendo mi suerte, de seguro terminaría atrasándome.Salí envuelta en una toalla, con el pelo mojado tocando mis hombros, provocando escalofríos en mi cuerpo. Mientras terminaba de secarme, mis pensamientos vagaban de un lado a otro. En verdad estaba nerviosa.
Para muchos es emocionante conocer gente nueva. Para mí siempre fue un desafío. No se me hace fácil entablar conversación con alguien que no conozco, mucho menos si esa persona, por alguna razón, me intimida.
En mi antigua escuela estaba el grupito de chicas que siempre andaban juntas, conversando, riendo y sacándose selfies. Suena a cliché, pero era el grupo de populares, que toda la escuela conocía y, por alguna extraña razón, respetaban.
Estoy segura que más de una vez me miraron y se burlaron de mi apariencia, pero nunca me atreví a enfrentarlas. No podía. Prefería dejarlo pasar y descargarme en mi cuaderno en casa.
Ahora me espera este nuevo desafío en una escuela privada que queda a 10 manzanas de mi casa y como está relativamente cerca vamos a ir caminando. Me gusta caminar escuchando música, pero como iba a ir con Anto no creí que fuera cortés ignorarla con los auriculares.
El uniforme me esperaba planchado y listo en la silla junto a mi cama, era una falda gris plisada que me llegaba a las rodillas y una camisa negra con el logo de la escuela en el hombro derecho. Es sencillo y me gusta, por lo menos no voy a tener que preocuparme de que se burlen de mi ropa ya que estaremos todos iguales.
Tomé mi mochila y bajé a desayunar, las clases empiezan a las ocho, y al ser las siete y cuarto no teníamos mucho tiempo. Por lo que decidí prepararme una taza de cereales con leche mientras esperaba a Anto.
Quince minutos después mi hermana baja, toda preparada; se planchó el pelo, se maquilló y estaba usando su campera de cuero sobre el uniforme, que estoy muy segura que se lo subió unos centímetros. No voy a mentir, se veía hermosa.
Yo solo me cepillé el pelo y usé el secador, por lo que me quedó algo ondulado y creo que eso es suficiente.
— ¿No vas a desayunar?— pregunté con curiosidad.
—No tenemos tiempo.— respondió al tiempo que se acomodaba la mochila— Igual llevo una barra de cereales y un jugo, voy a estar bien, no quiero subir de peso.
—No creo que debas preocuparte tanto por tu peso.— repliqué encogiéndome de hombros.
—Claramente no entendés que tu cuerpo dice mucho de tu persona. Pero claro, a vos nunca te importó lo suficiente.— Me respondió mordaz mientras arreglaba su cabello, mirándose en el espejo que llevaba en su bolsillo.
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Cosas de la vida (En Proceso)-Editando
Teen Fiction"Los secretos y las mentiras siempre están presentes en nuestra vida, no lo nieguen, todos sabemos que es cierto. Mostramos al resto la parte de nosotros que queremos que vean, ocultando nuestro verdadero ser, escondiendo quienes somos en realidad."...