𝒯𝒾𝑒𝓂𝓅𝑜 𝒹𝑒𝓈𝓅𝓊é𝓈...
-Por aquí siéntense chicos, su amigo Mick Mars está en la celda ciento nueve- dijo amable la enfermera del hospital psiquiátrico, llendo hasta dicha celda al final del pasillo, regresando con un Mick atado a una camisa blanca de fuerza.
-Mick!- saludaron sus amigos, Sixx y Lee al unísono.
-Hola-
Mick por lo que pueden ver, desde el asesinato de su pequeño, cayó en la depresión, ganándose de paso un estado bipolar grado dos, cayendo en la locura del alcohol y las drogas tiempo después de lo sucedido, exactamente un año y medio, siempre en su cabeza las últimas palabras de Vincent Neil, Vince, Vinnie y su pollito según él. Su pollito que siempre figuraba en su cabeza, en su corazón y en todo lo que lo conformara a Mars, no dejaba de echarse las culpas, de repetir como máquina cada letra y último suspiro que salió de la boca que hace ya un año y medio no le decía lo mucho que lo amaba, que cada segundo a su lado era más que valioso, que siempre estarían juntos y que envejecerían viendo a sus nietos e hijos sentados a a mesa un domingo, comiendo y charlando todos a gusto. Esa boca que tanto quería volver a pegar con la suya, aquella boca que tanto extrañaba, que tanto anhelaba verla sacar cada "te amo" siendo escrita aquella frase por sus cuerdas vocales ahora mudas y echas polvo en el cajón.
La visita de los esposos Sixx se acabó después de unos veinte minutos, Mick volvió a su celda a llorar, echarse las culpas y sobre todo forcejear la camisa para poder romperla y correr en busca de su amado, con la esperanza de abrazarlo y verlo en la cabaña que solían habitar ahora siendo cuidada y ocupada por Nikki y Tommy, quienes a veces lloraban viendo las fotos de Mick y Vince en las paredes o recordando los lindos momentos juntos entre los cuatro amigos.
Mick logró escapar de allí, se arrebató la camisa de fuerza rompiéndola mientras rascaba su espalda en el tronco de un árbol siendo libre de nuevo. Nikki y Tommy ni enterados estaban ya que habían ido a cenar por ahí para pasar un rato romántico entre los dos. El ojiazul, llegó a su cabaña, levantó una piedra donde siempre guardaba las llaves, entre lágrimas abrió la puerta y tomó su guitarra con un cuchillo de cocina, una vela y algo para encenderla junto a los cigarros restantes de Sixx.
Se dirigió al cementerio en su antigua moto, ahora heredada a Tommy y al llegar a su destino, torpemente corriendo por los pasillos del cementerio con su vista nublada y húmeda de las lágrimas, gritaba el nombre de su amado haciendo eco entre las tumbas.
-Vince! Vince! Vince! Soy yo! Micky! Vince! Vince! Vince!-
Era lo único que se oía en el lugar, de forma repetitiva por el eco, esperando a obtener respuesta y al no tenerla gritó más fuerte con todas sus fuerzas, remarcando las venas de su cuello abriendo la boca lo más posible alargando la letra e.
-Vinceeeeeeeeeeeee!!!! Aquí esta Mickyyyyyyyy! Vamos a volver a estar juntos esta nocheeeeee! Respóndeme por favooooooooor!-
Al no obtener respuestas de nuevo, se derrumbó en un llanto ruidoso y sonoro con varios gritos y auto tirones de cabello mientras corría con su guitarra en la espalda sostenida por la correa, con el cuchillo, cigarros y encendedor en sus bolsillos. Corrió y corrió bastantes metros más, completamente destrozado a la par que gritaba el nombre de su novio y prometido, sin parar de llorar y tironear de su cabello al correr velozmente esperando volver a oírlo algún día.
Llegó a su tumba, cayó de rodillas no solo exhausto de tanto correr, sino llorando cada vez peor hasta paspar sus pómulos y labios con el agua salada de sus lágrimas, recobrando un poco su voz al toser levemente sonriéndole a la lápida, como si eso fuera Vince, cuando el menor en realidad es casi completamente huesos, con sus ropas teniendo algunos agujeritos hechos por los insectos que descomponían su cuerpo, aquel cuerpo que Mick anhelaba al igual que sus amigos. El pelinegro se fumó todos los cigarros viendo uno solo encendido en el pasto entretenido con una sonrisa nostálgica, ya que lo dejó ahí a propósito para que su amado también fume junto a él como cada mañana en el balcón de su cabañita. Se hizo bastantes cortes en sus brazos, torso y piernas bastante profundos y se dispuso a tocar una de las canciones de Coldplay que tanto amaba Vince. "Yellow". La había aprendido en la guitarra solo para él y tocársela cada noche antes de dormir o cuando estaban sentados frente a la hoguera de su hogar una noche fría, de lluvia o nieve mientras tomaban café comiendo malvaviscos. Tocaba la misma canción una y otra vez hasta que sus cortes empezaron a hacer su efecto. Su vista se nubló y poco a poco su voz se hacía más suave, sus manos perdían fuerza al tocar y sostener el instrumento musical, su cabeza se meneaba de forma lenta de lado a lado en un semi círculo y miró a las estrellas en su último aliento, dejando caer la nota donde se hallaba escrito a quién iría cada cosa cuando él muera, pidiendo que enterraran sus restos junto a los de Vince, con su guitarra en el cajón en su pecho para poder tocarle canciones a Vince sentados encima de las estrellas mirando la tierra desde arriba...
Sus dos amigos y pocos conocidos más hicieron lo pedido, repartieron a cada quién sus cosas y lo enterraron como él quería. Junto a Vince y con su guitarra, con una de las canciones más tristes que tenga The Beatles o alguna de las más sentimentales de corazones rotos.
El cajón de Mars bajaba lentamente mientras la música sonaba, el cura daba su oración de despedida y bendición para luego dejarle el paso a cada persona conocida de Mick hablar, sobre todo los esposos Sixx. Trataban de no llorar a pesar de que sus lágrimas caminaran por sus rostros de forma suave cayendo en el suelo o sobre sus zapatillas negras como el resto de sus vestiduras.
El tiempo pasó y el pequeño fruto de los Sixx jamás conocería a sus padrinos, nunca sabría lo que es ser sobre protegido por Mick y un mimado de Vince. Ni él ni nadie que hubiera tenido dicha oportunidad, mucho menos la hija de los Mars.. Ya que ella ni si quiera llegó a ser un feto de al menos dos semanas...
Esto fué, <Exit>