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maratón 1/3

Llegó a casa más desganado que los otros días

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Llegó a casa más desganado que los otros días. Bufó tirando la mochila a algún lado de la habitación y luego se dejó caer en la cama. Escuchó su teléfono sondando. Pensó en no responderlo, pero luego de la cuarta vez se dio cuenta que eso no sería una opción.

- ¿Diga? - Escuchó un suspiro al otro lado de la línea.

- ¿Para qué tienes teléfono si no lo respondes? - Reconoció en seguida la voz de su amigo de ojos grises y soltó una leve risa recordando que esas mismas palabras las decía su madre siempre. - Como sea, hoy tenemos ganas de ir a cenar ¿Te apuntas? - Lo pensó unos segundos.

- No creo, no tengo ganas. - Volkov chilló.

- No me importa. Nosotros pagamos, y mando el uber a tu casa ¿Está bien? - No le dio tiempo de negarse cuando escuchó el sonido de la llamada cortándose. Suspiró con desgano. No quería ir, pero tampoco quería fallarles a sus amigos, ya lo había hecho muchas veces.

Quiso dormir un rato, así la tarde se iría más rápido y no tendría tiempo para pensar. Despertó de nuevo por el incesante tono de llamada.

- ¡Dios mío! ¿Cuando será el día que atiendas el teléfono como se debe? - Gustabo rodó los ojos.

- ¿Qué pasa? - Respondió con voz ronca y el chico al otro lado de la línea hizo un sonidito de indignación.

- ¿Estabas dormido? No importa, ya mandamos el uber, llega en 5 minutos, apúrate. -

Solamente cambió su jersey negro por un suéter color vino, cepilló sus dientes y bajó con rapidez las escaleras para esperar al conductor que venía a recogerlo, quien llegó poco después.

El camino al restaurante fue silencioso, ni él y el conductor tenían ganas hablar. Miraba por la ventana el cielo nocturno, y algunas de las luces llamativas que tenían los locales de la zona, su mente estaba en blanco, aún tenía un poco de sueño.

Al llegar se enc tró en la puerta con Horacio, quien lo esperaba con una enorme sonrisa.

- ¡Gustabo! - Le saludó alargando la o y el rubio soltó una ligera risa. - Vamos, allá arriba te esperan los demás.

Subieron las escaleras en silencio, notó que el otro chico estaba más sonriente de lo que era habitual, pero no quiso darle importancia.

Llegaron a la planta alta, era un lugar precioso, alumbrado con un foco amarillo que le daba un aspecto más hogareño a todo. Todos sus amigos estaban ahí, esperando por él, y la presencia que no pudo pasar por alto fue la del pelinegro que había visto horas antes, quien se levantó en cuanto los vio entrar.

 Todos sus amigos estaban ahí, esperando por él, y la presencia que no pudo pasar por alto fue la del pelinegro que había visto horas antes, quien se levantó en cuanto los vio entrar

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𝗌𝗍𝖺𝗒 𝖺𝗅𝗂𝗏𝖾 ; 𝗂𝗇𝗍𝖾𝗇𝖺𝖻𝗈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora