Tú Parte 2

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Tú, eres tú la única persona que me apetece ver en este momento. Le decía mi voz interior a la imagen mental que creé en mi cabeza de mi mejor amiga.

Salí de casa con aire hostil. Recé mentalmente para no encontrarme a nadie, no quiero que mis simpáticos vecinos vean mi lado más borde (y lo de simpáticos va enserio, no es ningún sarcasmo. Raro, pero cierto). Decidí bajar por las escaleras y así fatigarme un poco, la tristeza y el cansancio son dos emociones antagonista. Por lo que si estoy cansada, no podré estar triste. Vivo en un sexto piso, así que espero que dé resultado. Y sí, tras unas horas de todo lo ocurrido, sentía tristeza, la rabia y el dolor los dejé anclados en el lavabo de mi baño. Lo que sentía ahora era ese tipo de tristeza que se aferra a ti y te pide a gritos: ¡Llora! ¡Llora fuerte! ¡Grita! Le hice caso. Me dejé llevar por esa voz de mi cabeza. Las lágrimas brotaban de mis ojos con tanta facilidad que parecía que me exprimía las glándulas lacrimales; jugo de la tristeza se podría llamar. Tal era la cantidad de jugo de la tristeza que podría hacer un cóctel de O2... Puse los ojos en blanco mentalmente y me dije: ¿Enserio Olivia? En el fondo, ahí seguían mis ganas de hacer humor, había conseguido cambiar mi estado de ánimo pero no había conseguido apagar a la Olivia graciosa que está ahora mismo muy adentro.

Mi respiración estaba agitada después de haber bajado las seis plantas, y no, no me sentía cansada. Dichoso gimnasio que me tiene en forma y puto Luca por haberme hecho esto.

Lo primero que hice tras abrir la puerta del portal y notar el aire primaveral en mi cara fue coger el móvil y llamar a Carlota. Necesitaba a mi mejor amiga, desahogarme con ella, escuchar esos consejos que no apetecen oír pero los necesitaba para que me dieran una hostia de realidad.

Tras varios tonos sin respuesta seguí esperando impaciente, ella siempre tiene el teléfono en la mano no debe de tardar.

- Oliv... - Me dijo dando un pequeño grito cuando pronunció la O. - La corté sin dejar que terminara de decir mi nombre.

- Tú y yo ahora. ¡Por favor! - dije con voz temblorosa.

- Claro... ¿Dónde? ¿En el sitio de siempre? Pero... nena, ¿estás bien?

- Sí, donde siempre. Ahora te cuento, es largo de contar. -Negué con la cabeza para borrar de mi mente las palabras que me había dicho Luca hoy.

Colgué y fui lo más rápido que pude al lugar de encuentro. Siempre quedamos en una cafetería que se encontraba escondida en uno de los barrios de la ciudad. De esas pequeñas con la iluminación tenue dando intimidad a todo el que pisara aquel lugar. Eso necesitaba yo ahora, intimidad para poder desahogarme con mi mejor amiga y una iluminación baja, como mi estado de ánimo.

Llegué allí con la respiración agitada, una mezcla de querer calmar los demonios que tenía dentro y me devoraban, y otra por la marcha acelerada para llegar aquí cuanto antes.

Ahí estaba Carlota. Hice un intento de frenar mis pies para que se quedaran aferrados al suelo y no tirarme a ella como una niña chica. Pero no pude evitarlo, cogí un poco de impulso y me tiré a sus brazos. Mis lágrimas por fin tenían un hombre al que caer y mi espalda una mano amiga con la que sentirse segura. 

- Lo único que necesitaba en este momento eras TÚ. – Le dije sin poder pronunciar bien cada una de mis palabras. Mientras tanto, yo seguía abrazándola con sollozos. -

Todas las personas tenemos a ese alguien con quien poder desahogarnos en los peores momentos. Esa persona a la que llamas y sabes que va a estar ahí siempre. Alguien a quien poder decirle eres TÚ lo que más necesito en este momento. Pero... también necesitamos un YO, uno que nos ayude a gestionar nuestras emociones y que el estado de ansiedad no vaya a mas. Lo cierto es... que, cuando hay un "TÚ" (esa persona especial) que está ahí, ese "YO" (nuestro interior) se hace más fuerte. Y yo ahora mismo con ella me sentía mucho más fuerte.

¡Por lo que no hay un TÚ sin YO ni y un YO sin un TÚ!

Con ese abrazo sanador hizo que mis mejillas se refrescaran y los demonios parecían haberse tranquilizado un poco y dejar el infierno de mi interior a un lado, para dejar paso a la calma que necesitaba para poder contarle a Carlota lo ocurrido.

Pasamos dentro y nos sentamos en la mesa más lejana de la puerta, había sillones que te cogían y te daban la bienvenida; muy acogedores.

- ¡Cuéntame ya nena! Me mata verte así. -dijo mirándome a los ojos y agarrando mis manos con fuerza.

Caos OliviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora