El gran hechizo

10 4 0
                                    

La temporada del hombre se ha hecho presente desde más de diez décadas. El hombre fue cambiando, fortaleciéndose y amando. Las anteriores especies poco a poco se van extinguiendo y hoy quedan muy pocas; algunas ya lo toman como un mito de haber existido.    

Pero antes, cuando las bestias, los magos y dragones gobernaban en el mundo, el hombre solo era esclavo de ellos, siempre fue torturado hasta morir y otros solo siendo alimento de ellos. El hombre se cansó y se reveló contra sus enemigos, sufriendo por varios años, luchando por décadas entre sangre y espada. Ahora es él quien gobierna, su especie nace, crece y se reproduce; su número aumenta como las estrellas en la noche. La temporada de ver dragones en lo alto de los cielos es muy escasa; los cielos hoy están vacíos y las grandes montañas desoladas.  

Al amanecer, en lo alto de las colinas, en un reino cuyo nombre es Zomar, había nacido un pequeño; es hijo de dragones, al cual nombran Belmur.  

El niño creció, y hoy ya sabe caminar y decir mamá; dar sus pequeños pasos y desear correr; pero a medida que crece, su rostro y su cuerpo se tornan tan horribles que a Nilla ya le aborrece dar su pecho. Ferck, tan asustado y con vueltas en la cabeza, no quiere abandonar a su pequeño.  

—Traerme al mago Frinki hacia acá.  

— ¿Estás seguro de lo que vas hacer?— pregunta 

Nilla.  

—Lo estoy. Apostare todo para que mi hijo no sea un monstruo, no importa las intenciones del mago. Nilla tenemos que hacerlo. — Le da un abrazo.  

Nilla se ve con temor en sus ojos, y grita:  

— ¡Busquen al mago!  

Algunos sirvientes, denominados bestias, salen en busca del mago. Nilla y Ferck, preocupados, abrazan a su hijo y le dan un beso en la frente.  

—No temas, serás tan hermoso, así como lo es un atardecer.   

Después de tres lunas las bestias se han convertido en piedra. Llega un anciano tan viejo y de barba blanca, con sus ojos azules, sus túnicas blancas, arrugadas y manchadas, y con un bastón grande de madera en forma de un puño que sirve apoyarse de él.   

—Tuve que hablar porque en mi bosque solo puedo hablar yo, y así me han encontrado tus bestias. Ahora decirme ¿para qué me llamaste Ferck?, dragón de lo más alto, y tú, Nilla, hermosa reina de los últimos dragones. ¿Hay algún problema en su reino, o tal vez algún capricho para volverse aún más fuertes?  

—Frinki, os he llamado para decirle que cure a mi hijo, una maldición cayo en él y hoy solo se ve como un monstruo, han pasado días desde que su belleza se ha extinguido— dice Ferck—. Era tan hermoso desde que nació. Brillaba entre nosotros, era una criatura de ojos cafecitos, con sus manitas y su pelito, pero la maldición le va consumiendo y cada día su belleza desaparece.  

—No sabemos qué hacer ni cómo actuar. Hoy el príncipe es un monstruo, acudimos hacia ti. Por favor ayúdanos mago— comenta Nilla.  

—Traerme al niño— impera el mago.  

Las grandes puertas se abren, y el niño envuelto en unas sábanas blancas entra con su mamá.  

— Ven, tranquilo, niño eres hermoso. No temas, hoy te verás mejor que ayer. — El mago le toca la piel pegajosa del rostro —. Mírame a los ojos, confía en mí.  

El mago, en su mente, observa una oscuridad terrible en el pequeño: en sus ojos ve sangre y fuego, llanto y dolor.  

—Es terrible, Ferck, esta maldición ha existido desde el inicio de los tiempos, y hoy ha caído en el pequeño Belmur. Es muy difícil sacar todo eso de su corazón; porque ahí hay maldad, odio y muerte. Desde su niñez ya empezara odiar y a querer asesinar, especialmente a sus seres amados.  

El mago, asustado, suelta al pequeño. Les da la espalda para retirarse.  

—Por favor, señor Frinki, ayúdenos, el pequeño necesita crecer, necesita volar, necesita amar— dice Ferck. Su rostro está empapado por la preocupación y el miedo—. ¡Le daremos lo que sea lo que usted nos ordene!  

—Deben sacrificarlo ahora mismo— responde el mago—. Mañana será muy complicado, de no hacerlo ahora, todos nosotros corremos un grave peligro. Los días serán más oscuros que hoy, así que deben matarlo— . Comienza a caminar, retirándose de la cama donde está él bebe, entonces las dos bestias le cierran la puerta.  

— ¡Frinki!— grita Ferck—. Te conozco tan bien que sé que hay una solución, mago oscuro. Tú elijes si aún quieres vivir o en este instante desapareces, todo está escrito y todos saben que no hay mago mejor que tú.  

El anciano se revira, su mirada cambia y un nuevo sonido se escucha en el aire.  

—Solo hay una cosa que puedo hacer, pero es demasiado peligroso, tal vez el pequeño muera.   

—Por favor haga lo que sea— dice Nilla, arrodillándose.  

—Ferck, debes saber que una maldición se cambia por otra maldición, esas son las reglas.  

— ¡¿Cuál es esa maldición?!— pregunta Ferck, asustado—. No importa si la maldición cae en mí, lo que me importa es mi hijo.   

—La maldición caerá en todo el reino, ustedes deben estar preparados para todo lo que pueda venir.  

— ¿Qué es lo que puede venir?— agrega Ferck.  

—Todo: hambre, miseria, pestes, muerte e incluso la destrucción. Todos sufrirán en este reino a excepción del pequeño Belmur. Tú, Nilla, verás la destrucción; y tú, Ferck, no podrás evitarlo, esas son las consecuencias de lo que podría pasar. Pero si sacrifican a Belmur en este momento, Zomar será el reino más poderoso de todos, todas las naciones se inclinarán ante ustedes desde el occidente hasta la puesta del sol, pero la oscuridad continuara. ¿Lo toman o lo dejan?  

Nilla, con vueltas en su cabeza, grita:  

— ¡Lo tomamos! No importa lo que pase a nuestro reino solo nos importa nuestro pequeño. ¿Verdad Ferck? —Hazlo, ¡Hazlo! Frinki. — Abraza al bebé y lo mira profundamente a los ojos—. Belmur, dragoncito, tu gobernarás en nosotros, te lo aseguro; mañana todo estará mejor en tus manos, en estas manos pequeñitas que algún momento llegarán a los humanos. ¡Frinki!, no importa, saca esa maldición de mi hijo te lo suplico.  

—Retrocedan, esto será complicado, pero sanaré al pequeño, no les prometo nada. Él puede morir, pero lo hare.   

El mago alza su bastón de madera. El clima empieza a cambiar, la oscuridad en forma de nubes cubre a todo el reino, las montañas son oscuras una vez más, las bestias se asustan, los truenos se escuchan, un presentimiento extraño llega a sus corazones. El mago, empapado de sudor, empieza a llorar; mira al pequeño, entre el miedo y la razón, arrastrándose por el suelo.  

— ¡Oscuridad maldita, pues te maldigo, aléjate de esta criatura y entra en mí una vez más! Caiga tu maldición aquí, en este reinado que está en tinieblas, caiga en todos menos en tu víctima, te lo ordeno, oscuridad, ahora regresa cuando nadie te obligue, pero mañana no.   

Un raro polvo sale del bebe adolorido, el anciano lo absorbe con su boca y lo escupe en el viento de todo el reino.  

Nilla observa de nuevo a su pequeño, todo hermoso, con sus ojitos cafés y su manita suave y delicada. Lo abraza y le da un beso en su frente.  

— ¿Cómo debo pagarte lo que has hecho por él?, gran anciano, para vos nada es imposible— dice Ferck.  

—No me debes nada, lo hice por el pequeño, no por ustedes que ya están condenados. Solo les digo que estén preparados para lo que pueda venir desde este momento. Todos los que habitan aquí, a excepción de Belmur, no sobreviran.   

El mago se seca las lágrimas, dándole un beso al pequeño, le dice:  

—Se fuerte dragón, no te dejaré solo ni hoy ni en el mañana.  

El mago se retira. Cuando lejos está de Zomar, voltea a verlo.  

DRAGÓN OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora