El corazón de un mago

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Las cenizas se esparcen, abrazando al fuerte viento. Las rocas de nuevo se enfrían y los cadáveres apestan. A mitad de las ruinas está el pequeño Belmur atemorizado y sin palabras, abrazando a su mamá tirada en el rincón de un suelo.   
— ¿Mami que te pasó? Vamos mami, levántate, tenemos que irnos de aquí, encontraremos un nuevo hogar mamá, hoy no puedes dormir, ¡hoy no! no puedes hacerlo, no me dejaras solo, lo prometiste.  
Con su alma destrozada y su trajecito cubierto de sangre, saca toda lágrima; sus gritos son como los de un hombre. Abraza fuertemente a su mamá, no queriendo separarse de ella y recordando los pequeños momentos que lo consuelan.  
— ¿Por qué? Hoy tuviste que separarte de mí. Mira aún no soy todo un hombre y me veo obligado a hacerlo.  Necesito tu afecto y me sobra el tiempo para que me enseñes.  
Pasan las horas y el niño aún continúa abrazándola. La fría noche y la luna son las únicas acompañantes. Él aún no deja de llorar entre el mal olor y las ruinas, su respiro es más agudo y su pancita le pide comida; no hay más que ratas devorando su carne podrida.  
El pequeño da un suspiro largo y se levanta del suelo. Observa al cielo.  
—Nilla y Ferck, padres míos, donde quiera que estén hoy son libres y pueden volar tranquilos, nunca se olviden de mí, yo no lo haré con ustedes, el tiempo es largo y el camino me ha de enseñar. Mamá, mi guerrea, te extrañaré siempre.  
Un soplido lo empuja por su espalda y en mitad de la nada sale el anciano, Frinki.  
Frinki observa toda esa desgracia. Se apoya de su bastón, buscando de trozo en trozo al pequeño Belmur. De repente escucha sus pasitos y corre hacia él, para consolarle y secar sus lagrimitas.  
—Tranquilo capullito de dragones, ya pasó, tranquilo dragoncito, estás a salvo. Ya no llores, todos se van un mejor lugar que este, te lo prometo, están a salvo lejos de aquí. Vamos, mírame a los ojos y dime que estás bien, no quiero que llores más, levántate y sé fuerte, así como lo fueron ellos, así como lo eres tú con tu corazón.  
Belmur se seca las lágrimas y le pregunta:   
— ¿Quién es usted, abuelo?  
—Yo lo soy todo, no hace falta que preguntes, después lo entenderás. Ahora ven conmigo, nos iremos de este lugar y todo estará bien. Confía en mí, pequeño. Vamos despídete de tu mamá ahora, no la volverás a ver.  
—Quiero enterrarla, que descanse junto a papá. Ellos lo merecen  
—Está bien, la enterraremos. ¿En dónde está Ferck?  
—Está por atrás, en una cueva cerrada por una enorme roca.  
Frinki amarca al cadáver y lo lleva atrás, a la cueva.
Mueve la piedra y la asienta junto con Ferck.  
—Toda maldición trae su consecuencia y se lo advertí dragones. Esta es la consecuencia. Aquí está a salvo su pequeño, crecerá, pero la maldición aún no se irá. Me siento tan culpable por esto, mucha destrucción y toda sangre es mi memoria. Ahora sé que no toda venganza es buena, porque consume lentamente, quemándome el alma. Dragones, son libres, vayan y vuelen por la libertad.  
Belmur, tenemos que irnos. —Espere afuera, señor.  
El mago, vestido de negro, sale y el niño abraza a sus padres, despidiéndose de su mamá con un beso en su frente.   
Al amanecer, Frinki lleva a Belmur a “El bosque del silencio”, Millar.   
Entre lo abrigado de un tronco y lo húmedo del suelo, ronca el anciano abrazando al niño. Las luces resplandecientes y el silbido de las mariposas despiertan al pequeño.   
Al abrir sus ojos, el anciano observa al pequeño de pie mirando por un hueco.  
— ¿Qué haces?  
—Nada, solo miro lo de afuera y todo animal raro que afuera se mueve. ¿En dónde estoy?  
—Estás en tú hogar, estás en casa, Belmur. Seguirme, acompáñame, te mostraré lo que es afuera.  
Los dos salen de ese gran tronco y observan lo grande y misterioso que es ese bosque. El pequeño se asombra de las especies que se comunican.  
— ¿Ellos hablan?— pregunta Belmur.   
—Estás en mi bosque, y aquí todos hablamos, aquí no hay diferencia, somos iguales; hasta los árboles pueden hablar, quedan muy pocos de esos inmensos troncos. Siéntate, pequeño, te contaré quién soy mientras comemos.  
Los dos en la orilla de un rio cristalino comen mazorcas de maíz. El mago habla.  
—Belmur, tus padres murieron por la ambición y el egoísmo, por la maldad que había en sus corazones. Todo odio los consumía. Hace mucho tiempo, la era de dragones que gobernaban en este mundo era solo una fuerza y victoria para ellos, riquezas, destrucción, fuego y sangre. El hombre se cansó y se reveló contra toda bestia. Un hombre poderoso se convirtió en un gran mago, él practicó y practicó su brujería de noche y día, buscando en los corazones de los hombres el rencor que llevaba cada uno. Él lanzo una maldición que cayó sobre todo dragón: desde el primero hasta el último que quede serán todos malditos. La maldición comenzó desde entonces entre todos los dragones, nacían enfermos, morían; los más grandes eran derrotados en las batallas, todo dragón se enfermaba, hasta que una gran peste los aniquiló. El mago murió, pero la maldición aún continuó y continúa. La historia cuenta que todo odio llevan y toda oscuridad nace desde su corazón. Tú, pequeño, eres el último dragón. Fuiste salvado por mí, por un mago que siempre tiene el bien y expulsa toda su maldad en un lugar muy lejano; ahora en tu corazón hay paz y amor, no llevarás algún rencor ni tampoco odiaras.  
—¿Moriré?  
—Todos vamos por ese camino, pero aún nos falta y a ti te falta mucho, tienes una vida por delante los días y el tiempo te sabrán coronar. Quiero que te quedes por un momento aquí conmigo, mientras se reconstruye tu reino dragón; pero esta vez será diferente: ya no más oscuridad ni maldad, tampoco habrá tinieblas, serás un buen rey, yo te enseñaré a defenderte y a que ames.  

Gracias, abuelo— dice, dándole un abrazo.  
—Solo una condición, jamás te alejes de mí, no vayas más allá del horizonte ni persigas alguna oscuridad. Siempre quédate a mi lado. No nos quedaremos mucho tiempo aquí, regresarás a tu reino porque lo voy a reconstruir. Mientras tanto ve y juega con los pequeños animales que te encuentres, habla con ellos y escucha a los grandes, hay suficiente comida que no morirás de hambre, hasta el pasto sabe dulce. Regresaré al quinto día por ti. Te quiero, pequeño, aquí estás a salvo, ningún daño te tocara.  
Mientras el mago desaparece por el horizonte montando en un caballo grande y oscuro, Belmur empieza a caminar por las llanuras, observando a los pequeños conejos que dialogan entre ellos, a las bellas águilas que no dejan de arder por los cielos, a los caballos semi grandes con alas de pluma. Escucha el canto de las aves extrañas; cada pez con su tamaño diferente revisten el agua. El niño, asombrado, empieza a gritar a los pequeños conejos cafés.  
— ¡Oigan ustedes!   
Los conejos dejan de hablar, y observan cada rasgo del niño.  
— ¿Tu eres humano?   


—Lo soy, tengo cabeza, pies y mis manos, pero estoy en mi niñez todavía, quiero jugar con ustedes amigos El conejo más anciano se le acerca.  
—Mira, somos una especie que habla y no somos un banquete para ustedes. No quiero convertirme en tu cena, ni nos gusta socializar con extraños que llegan a este lugar, así que aléjate de nosotros.  
— ¡Espera!, mi nombre es Belmur, no tengo a nadie. Mis padres descansan ahora, mi hogar fue destruido y aún no encuentro un amigo que me entienda ni que quiera jugar conmigo, a excepción del buen anciano, él me trajo aquí. Solo soy un niño que desea sonreír y seguir aprendiendo.  
El conejo de barbilla blanca medita. Le responde alzando su papada y con sus ojos brillosos:  
—Criatura indefensa, veo la tristeza en tus ojos y veo en ellos que eres bueno, me quedaré contigo, los demás pueden irse.  
La manada deja al más anciano.  
—Siéntate, niño, conversaremos; y claro, después entenderás. Yo soy Jengil, pero mis amigos me dicen el Bunny aconsejador, porque soy uno de los primeros conejos que han existido. Me puedes decir bunny si sabes las reglas, el anciano las puso y la primera es que jamás cruces el horizonte o mueres, pero tranquilo nunca pasará eso, Frinki no lo permitirá.   
No te preocupes, no estaré mucho tiempo aquí, el abuelo me lo dijo, solo estaré algunos días. El castillo se volverá a reconstruir.  
— ¡¿Tu eres rey?!   
—No, mis padres llevaban una corona, yo aún no lo soy. Todavía soy niño y ya me doy cuenta de las cosas que pasan a mi alrededor   
—Qué buen niño eres, dime ¿desde cuándo conoces a Frinki, el abuelo que dices?  
—Mi madre me hablo acerca de un hombre tan sabio, me dijo que sus cabellos blancos lo coronaban. Gracias a él continuo aquí, después logré ver quién era. Apareció entre las ruinas del castillo y me trajo aquí, no le conozco del todo aún.  
«Ya veo, Frinki le brindo sabiduría a este pequeño.
Entiende muy bien todo», pensó Jengil, y agregó:  
—Belmur, he visto muchos humanos y he charlado con pocos, vamos, sígueme, te enseñaré lo genial que es este lugar.  
Empiezan a caminar, pisoteando el llano verdoso   —Veo que es un lugar muy grande y misterioso.  Nunca había visto tanta belleza, parece un paraíso que jamás existe— comenta Belmur.  
—Belmur, las aves de aquí son muy orgullosas, míralas como brillan, sus plumas queman, pero tranquilo nunca te harán daño. En especial las águilas son muy solitarias y sus nidos están más arriba de los grandes árboles. No temas cuando un tronco te hable, quedan muy pocos, pero son grandes concejeros. Los peces en el río cristalino pueden ser tu alimento. Muy lejos de aquí hay comunidades muy sociables, pequeñas, pero te ayudan. Nunca hagas daño al bosque porque este bosque es vengativo. Casi todos aquí hablamos y nos comunicamos, pero lo más importante y lo que nunca debes hacer es irte más allá de esas colinas, es el límite.  — ¿Qué hay más allá de las colinas?   
—No lo sé, solo sé que es un lugar lleno de odio, así que tú, pequeño Belmur, jamás debes irte por ahí, camina, te voy a seguir enseñando mi hogar.  
Belmur a cada paso que da se impresiona de aquel bosque  
— ¡Es impresionante! Todos hablan, todos son buenos y puedo comunicarme con ellos, es extraordinario, ojalá mis padres me vean como soy feliz.  —Sí, pequeño, todos podemos hacerlo aquí. Esta tierra es Millar, pero aquí es el bosque del silencio, los humanos jamás han podido encontrar este lugar, ni nosotros nunca hemos querido salir de aquí.  
— ¿Por qué?  
¿No te das en cuenta?, aquí lo tienes de todo, no hay peligro tampoco hay maldad, es el paraíso, los años transcurren y envejeces tan lento.  
Mientras Jengil conversa y camina con el pequeño, lo mira con ternura. El bosque es demasiado grande y deciden quedarse al lado de la casa de Frinki, el viejo conejo le cuenta historia tras historia mientras escucha la risa de un niño.   
En Zomar las tinieblas no se esparcen y la oscuridad abriga a las montañas. Frinki está con un gran ejército, pensando en reconstruir el imperio. En su memoria solo está muerte y en sus ojos hay una luz de vida.  
  

DRAGÓN OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora