Yamagishi sabía muchas cosas.
Demasiadas, a decir verdad.
A veces daba miedo que te dijera toda una serie de datos curiosos sobre más de la mitad de las pandillas en Tokyo. Eso incluye números de teléfono y sus direcciones (no muchos lo saben, pero si se le ocurría aparecerse por Kanagawa, no pasaría ni un segundo para que iniciara una carnicería en su contra).
El caso es... Que Yamagishi sabía que estaban jodidos.
Temblorosos, ansiaban expulsar el revoltijo dentro de ellos que se hacía llamar estómago, aun así, decidieron primero llamar a su contacto más directo en la Tokyo Manji. Y cuando la persona en la otra línea contestó, lo único que Yamagishi pudo soltar fue una serie de chillidos inentendibles.
—Hey, habla rápido o te mato.
"¡Baji-san, no lo asustes!"
Oír la voz de Chifuyu fue meramente tranquilizador. Porque incluso si la angustia estuviera dominando su sangre en aquellos instantes. Era la vida de su amigo la que corría peligro.
—Estamos cerca de la casa de Takemichi –sus manos sudaban como nunca antes–. Él... fue secuestrado.
----------------
Kouki no necesitaba de mucho para asegurar que su hermano era un idiota. Uno muy grande, en su opinión. Tampoco necesitaba juntar las pruebas, el mismo se delataba, como cuando en su quinceavo cumpleaños decidió enfrentarse a los Haitani pensando que iba a derrotarlos y terminó en el hospital por casi dos meses.
Tenía la teoría de que lo más seguro es que no solo le destrozaron los huesos, sino que también su cerebro, porque desde que salió del hospital, pasó de ser insoportable a insufrible en niveles incomprensibles.
La otra noche, Mai había bromeado con que lo único que le faltaba por hacer era secuestrar a algún pobre idiota. Y después de meditarlo por un rato, se echaron a reír, asegurando que era demasiado cobarde para hacerlo.
Hasta ahora...
—¿¡Cómo que secuestraste a alguien!?
—Eso hice, ¿algún problema?
Mostraba una sonrisa orgullosa y despreocupada (como deseaba romperle la cara a golpes) en tanto bebía de su cerveza. A su lado, los que tenía como perros falderos llenaban sus estómagos mientras veían la repetición del drama de las 6 de la tarde.
—Muchos, pero hay algo bueno de esto.
—¿Qué?
—Te acabas de superar a ti mismo en estupidez. Felicidades.
El veneno combinado con la rabia siempre lograba que pudiera escupirle sus verdades. Mai aseguraba que a él le encantaba escuchar insultos hacía su persona porque los veía como halagos.
No se quedó para ver su reacción. Se dirigió a la cocina y sacó todos los ingredientes para alimentar a la pobre alma en desgracia que había en el cuarto.
Mas que por morbo que por verdadero interés se atrevió a preguntar a quien se había atrevido a raptar.—Ya que soy un posible cómplice —aceptarlo le dolía— Dime quien es.
—¿Te acuerdas del chico que rechazo a Mai de forma cruel?
No me digas...
—¿El alemán que está en su salón?
—Ese mismo.
Su mundo dio vueltas. Pero las peores vueltas que podría dar. Las carcajadas de los dos idiotas resonaban en su cabeza en tanto la creciente necesidad de llorar surgía desde lo profundo de su pecho.
Estamos jodidos.
Casi corrió hacía la puerta del cuarto, solo para asegurarse que en serio había secuestrado al hijo de un embajador. Maldiciendo de paso a Mai por haber aceptado ir a esa escuela privada-
(Pequeña aclaración que no quería hacer. Isao adoraba a su hermana de una forma nada fraternal).
Encontró una peor vista.
No era el hijo del embajador alemán, eso sí.
El pobre diablo se trataba de un chico con los ojos azules más brillantes que en su miserable vida hubiera visto, le recordaron vagamente a ese chico del que en el bajo mundo de Tokyo hablaban mucho estos días. Ese que con tan solo unas palabras hacía que la ToMan volviera a levantarse-
Oh shit, es ese chico.
—Isao, esta vez vas a morir y yo voy a bailar sin problemas sobre tu tumba.
[...................]
Sus extremidades habían rebasado el punto de adormiladas para cuando el chico de cabellos grises había vuelto a entrar para quitarle la cinta y las cuerdas que tenía alrededor de su cuerpo.
Estas estaban tan mal anudadas que sin ningún problema pudo habérselas quitado él mismo pero su cuerpo seguía adolorido y ya que las secuelas del cloroformo seguían intactas, aprovecho para dormir un poco más.
Je, quien lo viera tan despreocupado.
Siguió dejándose hacer incluso cuándo esté lo recostaba en una cama en la que ni se había fijado-
Espera, espera.
¿¡UNA CAMA!?
Sus instintos de supervivencia se activaron. Y en un rápido movimiento pateó al chico, o hizo el amago de hacerlo.
—¡No te voy a hacer nada!
—Eso dicen todos...
Se dio una palmadita mental por lograr responder sin tintes de miedo. Porque admitía que internamente estaba que se meaba encima.
—¿Te han secuestrado más veces? —el asombro en su atractivo rostro era decir poco—.: Pues estas de suerte, porque este secuestro- digo, este... encierro accidental incluye comida y estadía VIP. Y-
—¡Cállate de una vez y aliméntame!
Okey, tenía carácter.
Le daba un punto por no ser solo un desgraciado con mala suerte.
—¡Pero no grites! —lo ayudo a levantarse y a paso lento, sacarlo del cuarto—. ¿Quieres saber al menos donde estas? ¿O solo quieres llenar tu estómago?
—Comer.
Este era el tipo más interesante que su hermano pudo haber raptado. Por supuesto, si olvidábamos el hecho de que dejó en claro que ni para la carrera criminal tenía habilidades. Le agradecía por traer a este ser especial al que planeaba volver su mejor amigo.
—Hice curry, pero si quieres encargó comida como disculpa.
Su camino hacia la sala se pasó en un parpadeo gracias a su vómito verbal producto de los nervios. Cuando ya casi le había terminado de contar la mitad de su tragedia llamada vida, la puerta de la entrada se abrió dejando ver a una Mai sudorosa y eufórica.
—¡No me lo van a creer! Secuestraron a un chico que es de la Tokyo Manji y toda la ciudad está de cabeza. La cosa es que en Shibuya-
Todo quedó en silencio.
¿Si ubican de esos momentos tan tensos que se podrían cortar con un cuchillo?
Pues este era uno de esos momentos.
—Puedo explicarlo...
De la euforia paso a la incredulidad y de la incredulidad a la ira. Ocurrió tan rápido que el "invitado" no pudo prever lo que sucedería.
Pero Kouki sí. Porque Kouki conocía muy bien a esa desquiciada que tenía por hermana mayor. Así que en un acto de buena voluntad le puso sus tapones para los oídos al rubio y como en los viejos tiempos, uso sus manos como escudos.
—¿¡Cómo que secuestraste a alguien!? ¡Maldito imbécil!
ESTÁS LEYENDO
De secuestros y llorones
FanficDonde Takemichi termina siendo secuestrado accidentalmente. O Takemichi termina haciéndose amigo de sus captores sin saber que la ToMan lo busca desesperadamente. Advertencia: -Uso de OC's.