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Cinco años después.

Me levanté de la cama a regañadientes, mi espalda siempre dolía igual desde los últimos cinco años y aveces pensaba que era mejor dormir en el suelo. La cama era horrible y estaba a punto de hacerse pedazos en algún momento. Arrastré mis pies, medio dormida hacia el lavado pero mi compañero de cuarto me lanzó un cojín desde su litera, que me hizo caer al suelo.

Desde el día que llegué aquí, compartí habitación con mi mejor amigo Gabriel Green, el mejor muchacho que conozco. Su cabello azabache es muy difícil de peinar y sus lentes prohíben ver unos hermosos ojos esmeralda. Poseía una gran estatura y era demasiado delgado, amaba burlarme de él acerca de su contextura física.

Vino a este reformatorio a los diez años con síntomas de Diabetes y por supuesto, ahora toma sus píldoras cada mañana como tiene la obligación de hacerlo. Es el fanático número uno de los licantropos, pero nunca logró ser parte de una manada o conocerlos en plena transformación.

Hablando de hombres lobos, Tyson resultó ser uno y desapareció del Instituto hace dos años, nunca más lo he vuelto a ver pero mi amor por el aumentó desde él día que lo conocí. Lloré durante días cuando no lo volví a ver, algunos suponen que lo encontraron degollado cerca de Irlanda pero, yo no lo creo. Gabriel se conformó con comer conmigo en nuestro cuarto esos días, consolándome por lo sucedido (le debo mucho a ese chico).

Supongo que lo hizo ya que no soportó sus transformaciones, debe ser horrible saber que eres diferente a los demás.

—¡¿Que demonios haces?! —grité lanzando el cojín de nuevo hacia él, quien estaba acostado en su cama poniéndose sus circulares gafas.

—Lo siento Beatrice, pero fue un impulso —río mirándome con los ojos entrecerrados y sobó su respingada nariz—, o puede ser porque tu rostro se parece al de un zombie a punto de morir y me dio lastima.

Lo miré de mala manera y entré al lavado con mi horrible uniforme 'de humano' en la mano (el cual me había traído muchos problemas cuando era pequeña). La diferencia entre los humanos y los vampiros fue haciéndose mucho más fuerte acorde al tiempo. Nuestras habitaciones son consideradas horribles, donde el moho y las telarañas es la mayor atracción de este lugar, mejor conocida como "Torre Oscura".

Mientras que los vampiros tienen sus habitaciones en la segunda torre, llamada "Torre de Oro". La cual nunca visité ya que la entrada para humanos estaba prohibida. Gran parte de ella esta compuesta de oro solido y camas de roble, la ostentación estaba permitida para ellos (no miento, está escrito en las reglas).

Me miré en el espejo y sostuve mis píldoras, eran parecidas a las de Gabriel pero de un color violeta intenso. Las tiré a la basura, no las necesitaba y de eso estaba segura. El sabor de la píldora hacia que mi boca se entumeciera y me provoque nauseas, lo que me resultaba extraño, por eso decidí no volver a tomarlas. Lavé mi cara y cepillé mis dientes sin importarme de mi salud o del regaño que recibiría por no tomarlas.

Salí del lavado con mi uniforme puesto, y me sentí extraña. La ropa era horrible, camisa blanca, sacó negro (con el logo de una rosa en el lado derecho) y una falda negra con un dobladillo de franjas rojas. Los zapatos me hacían recordar Jenna, la extrañaba tanto, ella solía usar botas militares cuando estaba enojada con el mundo.

El uniforme de Gabriel no era muy diferente, solo llevaba unos pantalones del mismo color que mi falda. En cambio, los No-Humanos (decidí llamarlos de esa manera ya que ningún vampiro ganó mi respeto desde que llegué) podían ponerse la ropa que ellos quisieran, lo que me causaba mucha envidia. Mi ropa informal solo podía usarla en fiestas, si es que era invitada y no tengo muchos amigos.

BeatriceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora