V E N U S

CAPITULO UNO

M I   H I S T O R I A

V E N U S

Tambalee los dedos ansiosos sobre la mesa de maquillaje. Las chicas del aún no bajaban de escenario. Mi presentación es la última de la noche. Estaba un poco ansiosa, no porque tenía miedo de salir al escenario. En lo absoluto. Simplemente quería, como todas las noches, que fuese la última. Eso quería desde hace 15 años y tristemente nunca era la última. Perdí la cuenta de todas las veces que le pedí, rogué, supliqué a Dios que esto terminara.

Ya estaba acostumbrada.

Sabía de memoria lo que seguí, salir, dar el mejor espectáculo como cada noche. Para luego volver a mi camerino y esperar a un asqueroso, hombre millonario casado buscando un rato de placer, y yo era la indicada para esa clase de favores. Cómo los llamaba Madame.

Madame. Solo nómbrala y sentía un nudo en mi garganta más un eco recorrerla.

Escuche el revoloteo fuera. Alce la vista y vi mi rostro en el espejo. No era ni la cuarta parte de aquella niña de 16 años, que confiaba en todo aquel que decía ayudarla. Risueña, con muchos sueños por delante, amable, cariñosa, estudiosa.

Todo me lo arrebataron. Todo. Hace 15 años.

Aún recuerdo el día en que llegué aquí.

-Flashback.- (recuerdo)

Desperté en un cuarto, en una colchoneta que estaba sobre el suelo. Desnuda. Un plato con comida que olía muy mal frente a mi y un vaso de agua. Sentía un dolor inminente de cabeza, me dolía todo. Trate de acostumbrarme a mi alrededor tratando de ver si veía algo conocido o reconocía como mínimo el lugar, pero no.

No había nada. Todo era extraño.

Las paredes eran grises, con una pequeña ventana, con cuatro barrotes en la parte de arriba de una de ellas. Comencé a impacientarme. Lo último que recuerdo es estar en una cafetería hablando con Emmanuel, un socio Aleman de papá. Era bastante joven, tenía alrededor de 23 años. Me invitó una café, luego de ello no recordaba nada.

Escuche varias voces y una de ellos conocida. Por lo que comencé a ponerme inquieta, necesita salir de aquí y una explicación. La puerta se abrió. Y entro Emmanuel, sonreí y el me sonrió, pero no era como las sonrisas que me dedicaba antes. Esta era diferente. Mi piel se herido. Inmediatamente después de él, venían dos personas más. Un hombre, algo mayor. Color de cabello negro, ojos verdes, una barba de dias descuidada. Bastante musculoso, y me guiño un ojo. Rápidamente trate de cubrir mi cuerpo, pero no había nada. Por lo que use mis manos.

Y comencé a llorar.

El nudo en mi garganta se estaba haciendo aún más fuerte. Como pude intenté hablar.

-Emmanuel ¿qué hago aquí? -salió mi voz en un susurro casi inaudible- ¿Qué hacemos aquí? ¿Porqué estoy así? -sentí como cara estaba bañada en lágrimas.- Quiero irme a casa, por favor -supliqué con la voz entrecortada y más lágrimas bajando por mi rostro.-

-Tan dulce ¿no? -dijo el hombre mayor que venía junto con él.- Está vez te luciste Emmanuel.- dijo con sarcasmo.- Esta es una joyita. Nos dará mucho dinero.