LA COMPETICIÓN

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El silencio que no es silencio, es vacío, la inmensidad opaca de la transparencia del agua calmando un alma que vibra con la necesidad de oxígeno. Extiendes la mano a la luz buscando el agarre de la otra, que te salven, pero nadie aparece y de nuevo la realidad te golpea, cada cual se salva a si misma.

Alba salió a la superficie, llevaba casi un minuto bajo el agua y Natalia comenzaba a estar preocupada, habían estado practicando durante horas, muchas más de las que solían hacerlo, para que todo estuviera listo. Ambas estaban agotadas física y mentalmente, era muy duro y tocaba ser fuerte para lograr pasar ese primer test en el que se jugaban todo. Pero no todo era malo, habían aprendido a estar juntas y ahora valoraban cualquier momento en que pudieran hacerlo.

– Me has asustado Reche. – dijo Natalia dándole la mano para que saliera del agua – Un segundo mas y me lanzo a por ti.

– Siempre salgo a la superficie Lacunza. – Contestó sonriéndole – Soy de las que se salvan solas.

– A mí me habría importado salvarte.

Alba cogió esa mano, la que Natalia le ofrecía sin ser consciente de lo trascendental del gesto, y las volvió a sentir. Desde la cena cada vez que se tocaban fuera del agua, ya fuera para ayudarse como ahora, o para pasarse el champú en las duchas momento en el que siempre existía roce de dedos "involuntario", millones de mariposas se ponían aletear en su interior empezando por las puntas de los dedos de los pies y llegando hasta sus orejas. Alba había tratado de racionalizarlo, era lo que solía hacer con las emociones para gestionarlas, ella y Natalia se llevaban mejor porque debían hacerlo, los Europeos dependían de ello.

Pero la realidad era otra muy distinta y ella lo sabía. Desde esa noche hablaban todos los días antes de entrar a la piscina y después. Si entrenaban por la mañana se iban a desayunar y si lo hacían por la tarde pues a cenar, siempre con la excusa de seguir comentando cosas del entrenamiento y con las ganas de alargar un rato más esos momentos juntas. Y aun con todo eso, en cuanto se separaban llegaban los mensajes, con tonterías que las hacían sonreír, con cosas que necesitaban mandarse como fotos de cielos o videos de gatitos. Marina para meterse con su hermana le decía que tenía cara de encoñada, pero eso no era posible y Alba lo sabía, no estaba encoñada de Natalia, ni siquiera le gustaba, pero a veces tenía ocurrencias que la hacían sonreír. Muchas veces en realidad, pero no era encoñamiento.

No la soltó, después de salir del agua Natalia siguió agarrándola de la mano, al menos unos segundos más hasta que las interrumpieran. La morena buscaba siempre alargar esos contactos, y crearlos, pues la cercanía con Alba la hacía sentir bien. No era eléctrico, era como ese calor agradable que te sube por las piernas cuando llegas a casa y te pones tu pijama más cómodo en pleno invierno. Con la rubia sentía que podía estar cómoda, que no había necesidad de fingir o impostar nada, era un lugar de confort y ella llevaba mucho sin sentir algo así.

Ici se burlaba de ella, pues al parecer para su mejor amiga era obvio que había algo más allí, pero se equivocaba. No era un tema romántico, Alba no le gustaba de esa manera, eso complicaría mucho las cosas con la competición y por nada del mundo pondría eso en riesgo.

La rubia le gustaba porque no la juzgaba, bueno sí, pero solo en el agua. Y además porque nunca pillada sus chistes a la primera, por cómo arrugaba la nariz cuando algo la molestaba pero no lo decía o mordía la lengua por estar demasiado concentrada. Pero eran amigas, nada más que eso, amigas que se llevaban muy bien a pesar del poco tiempo que hacía que se conocían.

– Bueno chicas, quedan cuatro días para la competición y quiero que descanséis.

– ¿No vamos a entrenar más? – Preguntó Natalia.

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