Una vida juntos.

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Clary tenía la mirada perdida. Jace la observaba, acostado a su lado en la cama. Habían mirado una película mundana que Jace no entendió, habían comido palomitas, se habían besado y habían conversado. Ahora, el silencio se había adueñado de la habitación y Clary se había ido lejos, junto con sus pensamientos. Jace se preguntó si alguna vez ella los compartiría con él, si alguna vez podría seguirla a ese mundo invisible al que se iba tan a menudo. Si alguna vez lo dejaría entrar a su mundo.

- ¿Alguna vez lo has imaginado? – dijo Clary en un susurro suave, casi imperceptible. Jace continuó observándola en silencio, estudiando cada curva de su boca, de sus ojos, como si quisiera memorizar su rostro. No respondió porque creyó que ella no escucharía, sabía que a veces hablaba en voz alta sin darse cuenta cuando pensaba en algo.

-¿Alguna vez has imaginado- repitió ella, esta vez en voz más alta –cómo sería si pasáramos nuestra vida juntos? ¿Toda nuestra vida?- volteó a verle, y Jace se percató de que en realidad no hablaba sola, sino que estaba hablándole a él.

Cerró los ojos y se quedó pensativo un momento. “Claro que lo he imaginado.” Pensó. “He imaginado cada momento junto a ti. Cada vez que pienso en mi futuro tu estas ahí. Nos he imaginado intercambiando runas de matrimonio, tú en un vestido dorado, luciendo hermosa y radiante; y nuestras familias sonriendo desde las butacas: Luke, Jocelyn, los Lightwood. Nos he imaginado mudándonos a Idris, a una casa solariega como aquella en la que solía vivir de chico, construida sobre una leve colina y el verde pacifico rodeándonos por doquier, un arroyo corriendo más abajo y las torres de cristal brillando en la distancia… He imaginado una familia contigo. Nuestros hijos corriendo alrededor de la casa, riendo, recibiendo todo el amor que una familia puede dar. Incluso he imaginado Navidades contigo. Yo sujetando la escalera mientras tu subes y colocas la estrella en la punta de un gran árbol, decorado con los adornos más hermosos, dorados y brillantes que existieran; y los niños jugando debajo, abriendo regalos, sonriendo…”

-¿Jace…?- la voz de Clary lo trajo de vuelta a la realidad. Era él quien se había perdido en el mundo de los sueños esta vez. Había estado imaginando toda su vida junto a ella, cada momento, las imágenes más bellas atravesando con rapidez el interior de sus párpados como una película. Se había visto siendo feliz, dando y recibiendo amor, teniendo una familia… Había imaginado cosas que tan solo unos meses atrás no podía siquiera soñar. Cosas que ahora ansiaba cada momento que pasaba con ella.

Pero un nudo en su garganta le impedía contar esas cosas a Clary. No quería ilusionarla demasiado. El era un Cazador de Sombras, un Nefilim. Ambos lo eran ahora. Sus vidas no estaban destinadas a la paz, sino a la guerra. Una vida de batallas. Una vida que podía acabar en cualquier momento, en cualquier instante, en un segundo.  La sombra de la muerte estaba siempre acechándoles. Jace no temía a la muerte, ningún Cazador de Sombras lo hacía. Convivían con ella a diario, luchaban sabiendo que cada batalla podía ser la última, y aceptaban eso. Asi había sido siempre con los de su raza. Y asi había sido siempre con él, hasta que conoció a Clary. Desde que estaba con ella, ansiaba vivir más que nunca. No quería que su vida le fuera arrebatada, quería envejecer a su lado y darle toda una vida de felicidad, todo lo que estuviera a su alcance. Pero eso no implicaba que quisiera dejar de ser un Nefilim. No podía dejar esa vida atrás, ni siquiera pensarlo. Era lo que era, la sangre de Raziel corría por sus venas. Jace era un luchador, era parte de su vida. Ni siquiera Clary podía lograr que renunciara a su vida.

Sus sentimientos, entonces, eran contradictorios y confusos. “He imaginado cada momento junto a ti y tengo miedo de no poder vivirlos” pensó. Pero   -¿Tú lo has imaginado?-  fue todo lo que respondió.

Una vida juntos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora