Quisiera decir que recuerdo cuando lo conocí, pero todo pasó tan rápido que no lo recuerdo bien.
Yo estaba en el colegio y, según él, ya nos conocíamos. La verdad es que no lo sé; en ese entonces, pasaba más tiempo entre los libros que prestando atención a las personas que me hablaban en la calle.
No recuerdo mucho de nuestra historia, ya que fue demasiado corta.
Recuerdo que a él le gustaba más el refresco de limón que otras bebidas, algo que me parecía curioso, pero en ese momento no le di importancia.
Recuerdo que prefería ir a la discoteca en lugar de acompañarme a la biblioteca, donde me sentía más en casa entre los libros.
También recuerdo que a él le gustaban las comedias románticas, mientras que yo disfrutaba de ver anime, un pequeño detalle que quizás reflejaba nuestras diferencias.
Recuerdo que le gustaba hablarme bonito, pero nunca prestaba atención a lo que realmente sentía. Era como si solo quisiera oír su propia voz.
Recuerdo que le atraía mi cuerpo; según él, le gustaban las chicas rellenitas. Al principio, eso me hizo sentir especial, pero con el tiempo, empecé a darme cuenta de que su interés era superficial.
A medida que avanzaba nuestra relación, empecé a vestir diferente. Él decía que mi ropa provocaba cuando iba por la calle; afirmaba que, de no ser por cómo me vestía, él no se habría fijado en mí en primer lugar. Mis prendas las consideraba impúdicas y provocativas, eran vistas por él como la ropa de una "sucia perra". Esa etiqueta me dolía, y comencé a cuestionar mi estilo. Pensé que, para ser digna de su amor, debía dejar de ser quien era y adaptarme a sus expectativas.
No recuerdo cómo comenzó ni cómo terminó nuestra relación, pero sí sé que hubo problemas. A él le molestaban mis amigos; "ellos quieren contigo", decía, una frase que resonaba en mi cabeza y que, con el tiempo, se convirtió en una semilla de duda.
Esa semilla fue creciendo y, cuando miraba a mis amigos, no podía evitar empezar a ver en ellos el deseo que él decía. Pero no podía ser así; mis amigos los conocía desde siempre y sabía que su cariño era sincero y desinteresado. Sin embargo, tal vez él tenía razón, y esa idea comenzó a anidar en mi mente.
También le incomodaban mis amigas; "ellas no te hacen ningún bien", repetía, tal vez porque mis amigas decían que él era muy tóxico. Pero yo no creía que fuera así; él me amaba, lo sabía, porque cuando hacía lo que él decía y seguía sus consejos, él era dulce conmigo. Tal vez mis amigas vestían las ropas impúdicas que yo no debería llevar, pero ellas me convencían de usarlas, y él decía que solo me estaban llevando por el mal camino.
Una vez, llegué a casa con un golpe y mamá me preguntó qué había pasado, pero no respondí. Guardé silencio, como siempre lo hacía, porque sabía que ella hubiese sufrido. Papá nos cuida como si fuéramos sus princesas. Solo le dije que me golpeé abriendo una botella de vino, y ella sabe que soy muy torpe; por eso, siempre es papá quien las abre en casa.
Así sucedió muchas veces. Al final, ni siquiera recuerdo cómo terminamos. Yo me alejé, él conoció a otra chica, y así rompimos, más o menos, con un silencio que se volvió ensordecedor.
Pasaron unos tres años sin que supiera de él. Ese día, estaba en el trabajo cuando escuché una noticia que heló mi sangre: un hombre había asesinado a su esposa a golpes. La mujer presentaba lesiones no solo recientes; las heridas anteriores no habían sanado bien.
Me sorprendió la noticia, así que levanté la mirada para ver más. Y allí estaba él, con dos policías a los lados y las manos esposadas. En ese momento, una pregunta me asaltó: ¿Qué había pasado con el chico que una vez me hizo reír y soñaba con un futuro juntos?
La verdad es que, al verlo así, comprendí que a veces el amor puede transformarse en algo oscuro. ¿Cómo es posible que aquel que me hizo sentir especial se convirtiera en un monstruo? ¿Dónde se había perdido aquella chispa de alegría?