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En otra ocasión Jay le recordaría a medio mundo que aborrecía los viernes si es que tenía clases. Sin embargo, ahora, ni siquiera la clase de educación física obtuvo la presencia de su odioso estado de ánimo como era comúnmente cada vez que tenía esa asignatura.

La ronca voz del profesor le avisa que puede marcharse. Él sale por el portón de reja sin pensarlo dos veces, mientras que otros, aprovechan que la cancha está libre en la última hora y disponen a quedarse un poco más para jugar basketball; Jay piensa que aquellas personas simplemente carecen de sentido común (Sunoo incluido) ya que ¿por qué quedarte perdiendo el tiempo cuando tienes la completa libertad de irte? Tal vez era aguafiestas de su parte, pero pese a buscar insistente, no encontraba la lógica.

Aspira el tóxico olor a cloro en el baño del club deportivo antes de comenzar a ducharse (porque no, Jay definitivamente no se iría a su casa todo sudado) saliendo tan rápido como entra. Se detiene sobre sus pasos y piensa en sus alternativas; encerrarse en su habitación y ponerse a tontear en su celular hasta que cayera la noche, o ir a la cafetería que le quedaba de pasada. Considera un poco más la segunda opción.

Descartó a Sunoo en el primer momento que vio a Riki suspirando para sí mismo mientras observaba con cariño al chico jugando basketball, sabiendo que muy probablemente se irían juntos. Jay sonríe de lado y se voltea.

Por otro lado, en el momento que echa un vistazo rápido al campus divisa a Heeseung así que opta por caminar hacia él, pero se ataja cuando nota a Yeonjun y Beomgyu acercarse hasta donde estaba el mayor justo antes de rodearlo por los hombros al mismo tiempo.

Park se aleja para no interrumpir la secuencia pero no se desanima, seguramente Jake lo acompañaría.

Llega a la salida del establecimiento y encuentra a su amigo después de varios minutos merodeando, pero en el momento que lo hace, su energía finalmente decae.

Porque Jake tampoco estaba solo. El castaño sonríe a medida que entrelaza sus manos con las de Sunghoon, encantado de que el menor lo esperara sin importar que ambos fueran a escuelas diferentes. Jay retiene sus movimientos y se va silencioso en dirección contraria, sin ánimos de inventar excusas para que aquel par no lo invitara a irse con ellos a cumplir el rol de mal tercio.

Sin más opciones aparentes, se va solo; aunque no es como si en ocasiones anteriores no lo hubiese hecho ya. A consecuencia de su estado de ánimo camina con lentitud, completamente resignado de que no podía depender de la compañía de sus amigos para siempre. Entonces piensa.

Porque a diferencia de sus amigos Jay era el único perdedor que no tenía una pareja que hiciera relucir su lado más tonto y ordinario, que lo hiciera sonreír de una forma diferente a como él y todos estaban acostumbrados. Siempre pensó que no necesitaba algo como eso.

La relación de Jay con las cursilerías no era la mejor que digamos. Ver a sus amigos todos empalagosos de un día para otro definitivamente lo tomó desprevenido, riéndose para sus adentros al saber que ellos no eran más que dos bobos (Heeseung solo de vez en cuando) que hacían sonidos de gases con sus bocas cada vez que veían a alguien agacharse mientras ríen a carcajadas, cosa que jamás de los jamases se atreverían a hacer en presencia de sus noviecitos. Debía admitir que, el hecho de que ellos quisieran actuar como auténticos bad boys (término del cual estaban más que alejados) se le hacía bastante gracioso y tierno al mismo tiempo.

Pero Jay no era ningún envidioso, porque, a su vez, descubrió lados de sus amigos que nunca esperó ver en persona, como el hecho de que sus miradas se suavizaran casi en su totalidad cuando veían a sus parejas incluso si estuviesen separados por diez metros, o lo atentos que llegaban a ser en salidas casuales. Aunque por dentro lo detestara, también le parecía ligeramente lindo, pero nunca lo admitiría en voz alta.

Aspira el embriagante y dócil aroma una vez entra a la cafetería, saluda a Soobin, pide lo de siempre, y espera. Tiene el internet necesario para quedarse vagando en su celular, pero prefiere permanecer embobado viendo las letras rosa neón con las siglas ''EN-'' abarcando una buena parte de la pastelosa pared.

Una vez más, escucha el sonido de la campanita que anuncia la llegada de un nuevo cliente. Por mera inercia se limita a elevar sus orbes hacia aquel punto, sin esperar volver a encontrarse al precioso y menudito azabache que se robó buena parte de su atención hace un puñado de días atrás.

Su firme pulso tembló cuando quiso sostener la malteada de vainilla que el joven mesero dejó sobre su mesa hace apenas un par de segundos, notando que, al parecer, la reacción del pequeño muchacho no estuvo muy alejada de la suya en el momento que sus ojos se cruzaron, ejerciendo un poco más de presión sobre la correa de la mochila que tenía colgada al hombro. Y como su intención no era quedarse de pie mirando a un chico que no conocía (como la suya tampoco es demorar hora y media en tomar un batido) procede a sentarse en un lugar que le queda justo en frente de donde él está.

Y aunque de vez en cuando su mirada vagara desde los cartelitos neón hasta las paredes decoradas con CD's y posters de Coca Cola o alguna vieja banda de rock, sería descarado de su parte no decir que lo hacía para no permanecer únicamente viendo al muchacho.

Al igual que él, está solo. Jay no puede evitar pensar en la idea de que, si el chico era amigo de Sunghoon, tal vez también había quedado a la intemperie.

Apoya su mentón sobre la palma de su mano e inconscientemente se queda así, sin disimular, pero tampoco sin saber cómo reaccionar cuando el muchachito lo mira mientras sus manos reposan sobre la malteada de chocolate que había pedido, logrando que a veces incluso desviaran la mirada al mismo tiempo.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, en los últimos minutos que le quedan de toda aquella pequeña jornada finalmente se miran otra vez, permaneciendo así hasta cierto punto en el que no se perdiera la sensatez y lógica del momento. Entonces el pequeño chico se pone de pie.

Una de sus manos posa sobre la correa de su mochila mientras que la otra sostiene el vasito de plástico ya vacío; entonces avanza, muy probablemente para acercarse hasta la barra donde se encuentra atendiendo Soobin para pagar. Y es en ese momento que le queda de pasada que el vasito que en otra ocasión iría a parar dentro de uno de los cestos de reciclaje, termina sobre la mesa que Jay estaba ocupando.

El rubio alterna su mirada entre el vasito y la espalda del chico; no sabe en qué momento lo hizo, pero el cilíndrico objeto descartable ahora tenía escritas las siglas ''Yang Jungwon'' con rotulador permanente.

Jay Park odia las cursilerías, odia a las parejas exageradamente afectuosas y cualquier situación ligada a eso. Sin embargo, su corazón insiste en contradecirlo.

Sabe que no hay vuelta atrás en el momento que se gira sobre su lugar y exclama el nombre del chico, quien a estas alturas ya se encontraba con una de sus manos apoyada sobre la puerta de cristal lista para ser empujada.

''¡Jungwon!'' el nombrado voltea y lo observa, completamente expectante de lo que el muchacho tuviese para decir ''Park Jay''

Jungwon sonríe antes de responderle.

''Un gusto, Jay hyung''

Velvety ||JayWon||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora