Día 2: Flatmates

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La luz de la luna se colaba por la ventana abierta de la habitación, igual que el aire caliente de la madrugada. El termómetro marcaba treinta y cinco grados y eso que ya eran las tres.
Eren estaba sentado contra la cabecera de la cama, con tanto calor y emociones era incapaz de dormir.
No había dejado de mirar a Mikasa, dormida a su lado. Estaba tumbada de costado mirando hacia él,  con el brazo cruzándole el pecho, como si inconscientemente aún sintiera timidez de estar desnuda y quisiera cubrirse. La sábana blanca le recaía sobre la cadera cubriéndole las piernas y el pubis casi al completo, un mechón de pelo lacio le cubría la mejilla y los ojos. Parecía una muñeca, un ángel. Las emociones que ella le causaba a veces eran tantas y tan fuertes que dolían. 

Le apartó el mechón de los ojos para verle la cara. Sabía que debía dejarla descansar de una vez, pero no le quedaba mucho tiempo para permitirse poder ser un poco egoísta y quería, necesitaba volver a sentir su piel contra los labios.
Se inclinó sobre ella y le dio un beso en el pómulo, a continuación le dio otro justo al lado y siguió por la aleta de la nariz hasta la comisura de la boca. Con la punta de los dedos le dibujó insistentes círculos y espirales en la parte alta del brazo, su piel era tan suave y blanca como la de un melocotón, y olía a gel de coco.  

- Eres la chica más preciosa que he visto nunca -susurró sobre su boca antes de darle un besito en la barbilla, y lo hizo únicamente porque ella parecía estar profundamente dormida. 

Pasó de los besos en el rostro a los besos en la clavícula, el hombro, el brazo, Mikasa parecía estar dormida de verdad, tanto que ni todos los toques o besos del mundo podrían despertarla. Hasta que lo hizo, ronroneó encogiéndose un poco sobre si misma y estiró el brazo, buscando a tientas con la mano el cuerpo de Eren. Dio con el muslo de este enseguida y comenzó a imitarle en los toques, con la punta de los dedos comenzó a dibujar círculos primero en la rodilla y después se fue internando más en la cara interna del muslo. Fue subiendo por el aductor, palpando allá donde la piel era más suave y sensible. Cuando los dedos de Mikasa se acercaron tan peligrosamente a la ingle, Eren sintió las cosquillas y la descarga en la entrepierna y no pudo evitar cerrarla un poco. 

- ¿Tienes cosquillas? -ronroneó, aún con tono de dormida.

Eren no le contestó, pero sí cogió la mano juguetona y se la apartó de la entrepierna, luego entrelazó los dedos con ella antes de darle un beso en el dorso. 

- Puede -contestó- ¿y tú tienes calor?. 

Mikasa se encogió de hombros y se frotó los ojos con la mano libre, aún cubriéndose el pecho con el antebrazo. 

- ¿Por qué te cubres? -la picó-, no me digas que te da corte. 

Mikasa le sonrió y cambió de postura haciendo ahora que ambos brazos ocultasen sus pechos y que la sábana quedase más por debajo del ombligo que en el límite del pubis. Eren sonrió de medio lado, y luego la miró, enarcándole una ceja. 

- ¿No tienes calor? -insistió. 

- Un poco -admitió-, es que eres como un horno -se restregó contra las sábanas, curvando la espalda, pero sin dejar de ocultar sus pechos con las manos y los antebrazos. 

- Oye, que tu también me das calor a mi -le recriminó y se inclinó de rodillas en la cama para besarla en los labios.

Cuando sus labios se tocaron Mikasa por fin separó los brazos del cuerpo y extendió las manos hacia Eren. Le plantó las palmas en los hombros, amplios y morenos y con la punta de los dedos comenzó a hacer círculos en su piel. Eren sintió calambres de placer y amor otra vez, como siempre que ella le tocaba, ya fuese la mano, la nuca o partes más íntimas de su cuerpo como entonces.
Aunque vivían juntos, aquella era la primera noche que pasaban juntos, que se atrevían a ir tan lejos en su amistad, pero parecía que llevaban haciéndolo toda la vida porque se habían entendido a la perfección desde la primera vez.
Sin cortar el beso Mikasa descendió las manos por los costados musculosos y esveltos de Eren, por la cintura hasta llegar a las caderas las cuales le sujetó con firmeza entre sus manos. Le presionó los huesos de la pelvis con los pulgares, delineando los huequecitos que la forma le hacían, y luego las atrajo hacia si con cierta fuerza. Gimió al verse arrastrado hacia ella.
A Eren en el fondo le encantaba cuando era tan mandona, cuando mostraba ese deseo por él y su cuerpo, por su mente y sus labios.
Mikasa deslizó las manos en ascendente por los glúteos de Eren, provocando en él oleadas de frío y calor que le erizaban la piel morena. Él tampoco se contuvo, e hizo algo que había sabido esa noche que a Mikasa le encantaba. Le sostuvo la mandíbula con la mano y tras acariciarle la barbilla con el pulgar le lamió primero el labio superior, luego el labio inferior y terminó dándole un beso con un suave mordisco incluido. Mikasa gimió y se movió, abriendo las piernas, buscando volver a tener a Eren entre los muslos, le agarró de la cintura y enredó los dedos en su pelo largo, atrayéndole hacia ella. 
La idea de volver a estar dentro de Mikasa le fue suficiente para estar excitado y que la sangre volviese a acumulársele en la entrepierna, pero quería que fuese diferente en aquella ocasión, quería ser él quien la llevara a ella, que confiase y se entregase a él. 

Eremika Spanish Week. Semana Eremika Español:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora