Día 3: ¿Qué soy para ti?

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La cicatriz de la operación atravesaba la mano de Eren desde donde le comenzaba el índice en la palma, hasta donde le empezaba el costado de la muñeca. Hacía cinco meses que se había destrozado la mano en un accidente de coche, y una semana desde que le habían quitado los puntos de la operación pero aún así aún le dolía al moverla. Estaba sentado en la cama, con las piernas cruzadas mirando fijamente su mano. Cada vez que la movía sentía dolor... ¿qué haría si ese dolor no se iba nunca? Eren era músico y compositor. ¿Qué pasaría si no pudiera volver a tocar la guitarra o el piano? ¿Qué haría si no?

- Eren -alzó la vista y se encontró con los ojos negros y profundos que le miraban.

Mikasa. Cada vez que Mikasa pronunciaba su nombre lo hacía con una caricia en la voz. Eren no se daba cuenta, pero él también lo hacía.

- Ya está la cena, ¿bajas conmigo? -parpadeó, era cierto que olía a carne y a salsa de tomate y verduras.

- Voy -contestó, escueto.

Mikasa extendió la mano para agarrarle del brazo pero Eren rechazó su ayuda apartándose de ella. No estaba inválido, había tenido rota la mano derecha, pero las piernas le funcionaban perfectamente. Mikasa volvió a mirarle con pena y remordimiento. Había estado mirándole así los últimos cinco meses. Si de normal, Mikasa no le miraba como a un hombre sino como a un hermano pequeño, desde que se había destrozado la mano ya le miraba como a un bebé con pañales. A Eren lo ponía enfermo, porque Mikasa y él tenían exactamente la misma edad, pero ella siempre actuaba como si fuese su madre o su hermana mayor. Y cuando él hacía algo por ella, parecía que estaba haciendo la gran cosa. Eren ya era bastante consciente de su inutilidad, no necesitaba que la chica de la que estaba enamorado desde los nueve años se lo recordase.

Apuñaló con el tenedor un trozo de pollo y se lo llevó a la boca. Al principio había sido muy difícil para él comer con la mano izquierda, pero con el tiempo y negándose en redondo a que Mikasa le diera de comer (ni más le faltaba ya), había aprendido a comer así por su cuenta. La chica por su parte estaba más pendiente de ver comer a Eren que de su comida en si. Abrió la boca para decir algo pero antes de que pudiera decir nada Eren contestó:

- Come.

Mikasa volvió a cerrar la boca y se comió el arbolito de coliflor. Era malísima cocinera, pero a base de tener que prepararle la comida a Eren durante los últimos cinco meses, la había hecho mejorar bastante. Eren se había destrozado la mano protegiéndola, le había salvado la vida por segunda vez. La primera había sido hacía diez años. Eren había visto cómo trataban de secuestrarla, y con tan solo nueve años les había parado los pies, y le había dado a ella el valor de hacerlo también. La segunda vez había sido cinco meses atrás. Iban todos en el coche, Jean era el que conducía, pero un conductor borracho se les había cruzado en el camino. El coche iba a arrollar contra la parte trasera del coche de Jean, impactando justo donde estaba Mikasa, pero Eren se echó encima de ella y fue el que se llevó la peor parte. La mano derecha le había quedado atrapada, fue un milagro que no la perdiese. Y había sido por su culpa. Si ella no hubiese estado ahí, él no...

- Mikasa -la voz de Eren la sacó de su ensoñación.

Parpadeó, tenía la mirada borrosa y la cara caliente y mojada, eran lágrimas. Se había dejado llevar otra vez por sus pensamientos y se había puesto a llorar. Mierda. Se limpió la cara y se levantó de la mesa pidiéndole disculpas a su amigo de la infancia.

Encerrada en el baño se permitió llorar durante dos minutos antes de lavarse la cara. Tenía que salir y poner su mejor cara, por Eren, por la única familia que le quedaba, por la persona que más quería en el mundo y que en realidad, también más la quería a ella. Cogió aire por la nariz y al abrir la puerta comenzó a oír el sonido del piano, el piano, el piano de Eren, pero... 

Eremika Spanish Week. Semana Eremika Español:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora