La fiesta de celebración que el rey Kuei había decidido organizar para celebrar el aniversario del final de la guerra estaba resultando ser mucho más divertida de lo que Katara había esperado. Con tanto dignatario, nobles y embajadores, la joven había esperado más bien una reunión más de política y tratados de paz que una noche de música, comida y buen ambiente. Por una vez no le molestaba admitir que se había equivocado de lleno: la noche estaba siendo magnífica. Era cierto que muchos autodenominados "hombres importantes" de las distintas naciones la habían parado algunas veces a lo largo de la noche para hablar de temas de trabajo, pero había conseguido escaparse de manera ágil y elegante de esas conversaciones para volver a las de tema festivo. Katara trabaja casi todos los días sin apenas pausa, porque se tomara una noche libre no le iba a pasar nada.
A pesar de la diversión, Katara necesitaba parar por un momento para despejar la cabeza y darle un poco de reposo a sus pies. Las zapatillas nuevas a juego con su elegante vestido la estaban matando. Se disculpó con una sofisticada pareja de una importante ciudad del Reino de la Tierra, que estaba muy seguro intentaban a toda costa que accediera a conocer a su hijo mayor, y se perdió entre el gentío. Conocer con anterioridad el palacio le facilitó la tarea de encontrar un sitio donde pudiera despejarse un poco y estar a solas con sus pensamientos. La sala de baile en la que se celebraba la fiesta tenía una pared llena de pequeños balcones que daban de lleno a la ciudad, y con suerte encontró pronto uno con las puertas abiertas, señal de que estaba desocupado. O al menos esperaba que lo estuviera.
Asomó primero solo la cabeza en silencio, por si acaso había algunos jóvenes aprovechando la soledad para intimar, y con las prisas se habían dejado las puertas abiertas. No sería la primera pareja descubierta, y para su absoluto bochorno, uno de los descubiertos de la noche había sido su hermano, con el pelo revuelto, la cara manchada de carmín y rostro de no estar para nada arrepentido. Al menos Suki había tenido la decencia de parecer algo azorada por la situación. Sokka tan solo había seguido sonriendo como el ser más feliz sobre la faz de la tierra.
Para su buena suerte el balcón estaba vacío. Entró, dejando entrecerrada la puerta tras de sí para desalentar a posibles muchachos dispuestos a acompañarla en las actividades que el resto habían decidido era el objetivo de los balcones.
La suave brisa nocturna la recibió como un fresco abrazo, agitando los cabellos que se salían de su elaborado peinado y agitándole las faldas. No acostumbraba a llevar ni ropa tan bonita, ni peinados complejos con joyas en el pelo, pero en la invitación había rezado que sería una fiesta elegante, por lo que no había habido más que buscarse un atuendo adecuado. No había querido gastarse demasiado, pero su padre había insistido que como representante de la Tribu del Agua del Sur (porque no, Sokka no contaba demasiado) debía ir tan elegante como el resto.
Muy a su pesar Toph la había puesto en contacto con la diseñadora que trabajaba para su madre y allí le habían hecho un vestido precioso, elegante, exclusivo y que a pesar de todo sentía que encajaba con ella. El vestido era largo, con capas superpuestas de seda en tonos azules y púrpuras, las superiores translúcidas y las interiores opacas. Tenía las mangas largas pero transparentes, y el escote era lo suficiente para mostrar solo un poco más abajo que su clavícula, no creía sentirse cómoda con nada más. Llevaba tan solo un poco de kohl en los ojos, y el cabello, aunque con sus pequeñas trencitas de siempre, atrás estaba recogido en una elaborada trenza adorando con un broche, el resto suelto en bucles por su espalda.
En el fondo se sentía feliz de haber cedido ante su padre: se sentía preciosa, como una princesa. Nunca en su vida se había preocupado por su aspecto, ni había tenido oportunidad de preocuparse. La vida en el Polo Sur ya estaba bastante limitada, y las prioridades de toda la tribu estaban muy claras. La única belleza que allí se podía ostentar era a cabelleras trenzadas y toscos bordados en las parkas. Había sentido verdadera envidia al ver la hermosa parka de Yue por primera vez, comprobando que lo práctico no tenía por qué estar alejado de lo hermoso. Pero en medio de la guerra no había tiempo para lo segundo, solo para lo primero.
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Under the City Lights
RomanceUn año después de la guerra, en un baile por el aniversario del fin de la misma, Katara recibe un regalo inesperado. Zutara Week 2021, Day 3: Glowing Segunda parte de la serie "Under the Lights". Aconsejable leer antes "Under the Street Lights". Pos...