Lumine y Paimon recién comenzaban el día. Esa mañana, los astros se habían alineado. Por alguna razón que no se podía explicar, todas las comisiones del gremio de aventureros que les correspondían, se hallaban en la misma ubicaciones, con escasos metros de distancia una de otra.
No llevaban más de veinte minutos despiertas y ya habían acabado con todo lo que tenían que hacer. Volvían algo desconcertadas a Mondstadt, para reclamar su pago diario, cuando una voz melodiosa las llamó.
—¡Viajera, Paimon!
No fue necesario mucho esfuerzo para saber de quién se trataba. Lumine miró sobre su hombro, deteniéndose a mitad del puente, para confirmarlo. En efecto, el bardo más querido de la Corona del Norte las saludaba desde el otro lado, fuera de la ciudad.
El muchacho cargaba una cesta, aparentemente llena de vaya a saberse qué, y las invitaba a ambas a seguirlo con un ademán.
—¡Pero si es el bardo de pacotilla! —exclamó Paimon mientras volaba hacía él.
La rubia no objetó en lo absoluto. La recompensa por las comisiones podía recogerse luego. Giró así sobre sus pasos y siguió a su amiga, que ya había recorrido medio trecho del espacio que las separaba con el joven. Cuando llegaron hasta él, este inmediatamente comenzó a caminar en dirección al árbol de Levantaviento.
—Las he estado buscando —les confesó, con una gran sonrisa en sus labios.
Lumine le seguía el paso de cerca. El día apenas había comenzado como para estar cansada.
—¿Y eso por qué? ¿Cuál es la ocasión especial? —Ciertamente, lo decía en broma. Jamás hubiese esperado la respuesta que él le dio.
—¡Es mi cumpleaños!
La viajera tragó saliva en tanto recapacitaba sus palabras. ¿Su cumpleaños? ¿Había oído bien? ¡No tenía nada para regalarle! El nerviosismo comenzó a carcomerle la conciencia, cuando el arconte volvió a romper el silencio con su melodiosa risa.
—Llevo tanto tiempo pensando en esto, que las setas filamenos ya se pudrieron y las margaritas voladoras dejaron de girar... pero qué va. Junté estas para ti, sé que te gustan mucho.
Él sacó de la cesta un pequeño ramo de margaritas voladoras y se lo tendió, sin dejar de caminar. Lumine tomó las flores con cuidado y las puntas de sus dedos tocaron la tersa piel de las manos del bardo. Corrientes de electricidad le recorrieron el brazo y no pudo evitar dejar escapar un suspiro. ¿Incluso le regalaba flores en su cumpleaños? ¿Qué diablos...?
—Y-yo no sabía que cumplías años hoy —admitió. Se llevó el ramo al pecho, con ligera culpa, mientras agachaba la cabeza, avergonzada.
—Jamás te lo mencioné. ¿Cómo ibas a saberlo? A decir verdad, no me gusta celebrar mi cumpleaños.
«¿Qué?» se preguntó ella para sus adentros. Instintivamente, alzó la mirada en su dirección pero no dijo nada. En su lugar, Paimon habló.
—¿Cómo? ¿Tú, el arconte de la ciudad más festiva de todo Teyvat, no gustas de celebrar tu cumpleaños?
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Días en Teyvat | One-shots de Genshin Impact
FanfictionColección de relatos autoconclusivos sobre Genshin Impact. La mayoría de los escritos son para conmemorar los cumpleaños de los personajes y otros eventos especiales.