Prólogo.

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— ¡No! ¡Espera! ¡Guardias, Red Riot me ha robado!

Un nuevo día, otro intento desesperado por sobrevivir.

Ya desde hace diez años que Kirishima estaba acostumbrado al hermoso pero peligroso arte del hurto, robo, o como quisieran llamarle los pobres diablos a los que les robaba a menudo.

Después de todo, era lo único que le quedaba para sobrevivir con dignidad y no morir como un pobre saco de huesos en cualquier callejón oscuro o a manos de rufianes más desesperados que él. En las calles regía la ley del más fuerte, y si debía convertirse en un temible ladrón para no morir, no dudó ni un solo segundo en hacerse nombrar por cada pueblerino, esparciendo rumores sobre su propia persona desde las sombras, algunos más verídicos que otros, pero al fin y al cabo le daban la identidad que ahora muchos respetaban y temían.

Red Riot, el escurridizo ladrón rojo.

Ya que cada bastardo que era robado por su persona siempre testificaba lo mismo, un rápido individuo de espalda ancha y melena tan roja como el rubí, obviamente además de sollozar por sus pobres joyas robadas, que para sorpresa de muchos, en su mayoría eran piedras preciosas del mismo resplandeciente color.

Era su sello.

Pero volviendo a los hechos actuales.

Con un bolso lleno de joyas preciosas, que solo entorpecían más su huida, Eijiro nunca dejó de mostrar esa brillante y juguetona sonrisa afilada bajo la capucha que intentaba cubrir parte de su rostro, después de todo nadie había sido lo suficientemente perspicaz como para descubrir el agraciado rostro del ladrón, claro que él ayudaba con esconder sus cabellos bajo una gorra cuando su identidad "civil" estaba expuesta, pero ahora que su faceta de ladronzuelo necesitaba ser vista por sus victimas, disfrutaba sentir su rebelde cabellera intentar escapar de la tela sobre su cabeza cuando corría a gran velocidad para escapar de los generales que usualmente protegían —si a eso le llamaban emborracharse con ron en pleno día— el puerto.

— ¡Detente ahí rata!

Rió con gracia cuando uno de los corpulentos hombres inútilmente intentó imitar sus acrobacias al esquivar a tanto transeúnte, uno a uno continuaban cayendo, mientras que su agilidad y gracia al saltar, esquivar o trepar algún obstáculo parecía dejar muy por debajo a la especializada guardia del rey Endeavor.

— ¡Atrápenme camaradas!

— ¡Eso haremos maldito bastardo!

Momentáneamente su expresión se desfiguró al ver a una cantidad alarmante de guardias en una curva justo entrando a los barrios pobres calle arriba, donde precisamente deseaba perderlos, se detuvo abruptamente, quejándose por los posibles raspones que debían tener las suelas de sus hermosas botas de cuero negro —que por cierto, era una de sus mejores posesiones robadas— para ese punto, pero aquel pensamiento no evitó que su sonrisa se extendiera con picardía a quienes ahora lo tenían acorralado contra unas barandas en un pequeño risco.

— Bien, bien, parece que me han atrapado señores —con cierta burla en su voz alzó ambas manos en son de derrota— Deben sentirse orgullosos ¡Atraparon a Red Riot! Por fin podrán llevarles algo además de su aliento apestoso a ron a sus superiores.

Medio grupo de guardias soltó un jadeo indignado.

— ¿¡Cómo te atreves?! ¡No te creas tanto ladrón de pacotilla! ¡Te colgarán por tu impertinencia! —rápidamente todos desenfundaron sus brillantes espadas, amenazando con arremeter contra él— O mejor aún, te llevaremos pedacito por pedacito a su majestad.

El medio círculo comenzó a disminuir su tamaño a su alrededor.

— ¡Hey, hey! Tranquilos caballeros, ¡Puedo compartir mi botín! —a cada nuevo paso que daba en retroceso, esas brillantes espadas más se acercaban a su persona— ¿No les parece bien? ¡Pues se los doy todo! Tengan piedad por una pobre sabandija callejera ¿Si? —el nerviosismo aumentaba en su voz y el espacio para pensar en un plan de salida se hacía más y más pequeño. Cuando ya parecía tener la batalla perdida, recurrió a su última y más infantil idea— ¡Oh por mi..! ¡Su excelencia Endeavor, por favor perdóneme la vida!

Mi tesoro - Kiribaku (En emisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora