Anoche soñé que había vuelto a Manderley.
En mi sueño me encontraba frente a la reja del parque, pero durante algunos momentos no pude entrar, pues la puerta estaba cerrada con cadena y candado.
En mi sueño llame al guarda, pero nadie contesto.
Me tomo unos segundo darme cuenta de que la caseta estaba abandonada
Entonces, como todos los que sueñan, me sentí dotado de una fuerza sobrenatural y atravesé como un espíritu la barrera que me detenía
Ante mí, se encontraba un camino retorcido y tortuoso-como siempre-pero a medida que avanzaba, este cambiaba a uno estrecho y descuidado, no como yo lo había conocido.
Al principio me extrañó y no comprendí lo que había cambiado; pero cuando tuve que bajar la cabeza para no tropezar con una rama que cruzaba el camino, me di cuenta de lo ocurrido. El bosque, siempre amenazador, incluso en tiempos pasados, había triunfado al fin.
Las hayas, de tronco blanco y desnudo, se inclinaban las unas hacia las otras, y entrelazaban sus ramas en un extraño abrazo, formando sobre mi cabeza una bóveda, como nave de iglesia.
El camino había quedado reducido a sendero, ya sin grava, ahogado de hierbas y musgos. Aislados entre la maleza, pude reconocer algunos macizos, que en nuestros tiempos resaltaban graciosos y cuidados, como aquel de hortensias, de tallos elegantes, cuyas azuladas flores llegaron a adquirir cierto renombre.
Aquel pobre hilillo blanco que un día fue nuestro camino avanzaba más y más. Me pareció el camino más largo que antes. Pero, de repente, apareció ésta ante mí. La avenida que conducía hasta la puerta estaba casi borrada por el crecimiento de matojos exuberantes que se extendían por todas partes.
¡Allí estaba Manderley! ¡Nuestro Manderley reservado y silencioso, como siempre! Sus grises piedras brillaban a la luz de la luna de mis sueños, y las vidrieras reflejaban los verdes macizos de césped y la terraza.
Estaba frente a la casa, callada, silenciosa, y hubiera podido jurar que Manderley no era un caparazón vacío, sino que vivía y respiraba como en otros tiempos.
Una nube, antes no vista, cubrió de repente la luna y se detuvo un instante. Desapareció la ilusión con ella. Volví a ver solamente un caserón desolado, inanimado, abandonado hasta de los fantasmas, sin que ni un eco del pasado se agarrase a sus paredes desnudas.
La casa era una tumba, y nuestras angustias y nuestros sufrimientos estaban allí enterrados en las ruinas. No resucitarían. Cuando, ya despierta, recordase a Manderley, lo haría sin amargura. Me acordaría de la rosaleda en verano y del canto de los pajarillos al amanecer. De la hora del té bajo el castaño, del rumor del mar que nos llegaba a través de los prados
Pensaría en los lirios en flor y en el Valle Feliz. Eran cosas permanentes y no podían desaparecer. Eran recuerdos y no podían causarnos dolor.
La verdad era que me encontraba durmiendo a muchos cientos de millas, en tierra extranjera, y que despertaría, pasados unos segundos
Suspiraría un instante, me desperezaría, daría la vuelta, y al abrir los ojos me sorprendería el sol resplandeciente, el cielo límpido y duro, tan distinto de la suave claridad de la luna de mi sueño. Comenzaría nuestro día, largo y monótono, es verdad, pero lleno de cierta paz, de cierta bendita tranquilidad que antes no habíamos conocido. De Manderley no hablaríamos, ni yo le contaría mi sueño a el.
Pues Manderley ya no era nuestro......
Manderley ya no existía....
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Manderley |l. s
Fiksi PenggemarDurante un viaje a Montecarlo, un joven llamado Louis Tomlinson contrae matrimonio de manera repentina con un aristócrata llamado Harry D'Styles. Juntos se trasladan a vivir a la mansión Manderley, situada en Inglaterra. Sin embargo, entre sus pare...