V

168 24 0
                                    

El día lo pasaron en sus formas animales, ya que parecía que estos estaban seguros de que de darle alguna oportunidad a la naturaleza humana, esta echaría a perder la noche de luna, la noche del apareamiento.

SuHo caminó justo detrás del enorme lobo, el que en las últimas horas parecía haber aumentado de tamaño. El felino amaba la manera en que el animal más grande se movía, como si fuera el rey de los bravucones. El sol comenzaba a bajar lentamente cuando se detuvieron a la orilla del río, la corriente se volvía lenta en esa parte, formando un pequeño lago de aguas tranquilas. Las ramas de los árboles se extendían dándole una acogedora sombra, los troncos conformaban una muralla natural, dándole al lugar una atmósfera intima.

El joven gatito dio pasitos dudosos, los rayos de sol que se filtraron a través de las hojas, chocaban contra las aguas tranquilas, era demasiado hermoso, era mágico. Un aullido de lobo sacó a SuHo de sus ensoñaciones hinchando el pecho orgulloso, vio a Kan Hun, el macho con el que se aparearía parado en sus cuatro patas sobre una roca, al lado contrario del río.

—¡Miau!..— se quedó allí de pie en la rivera, él no se mojaría sus patitas peludas, pudiendo evitarlo. La parte felina de SuHo no era muy amante de ese líquido, de allí que en su forma humana no hubiera aprendido a nadar, era un trabajo imposible. Apenas la parte animal sentía que no pegaba los pies al fondo, entraba en pánico llevándose consigo el raciocinio humano, por eso dos veces lo habían salvado de ahogarse.

El lobo bajó la cabeza, prestándole toda su atención al felino melindroso que se lamia las patitas como si no tuviera ningún apuro capaz de hacerlo moverse de allí. Kan Hun comenzó a gruñir, tratando de obligar a que el felino cruzara el río y se reuniera con él. Él era el alfa y ese consentido debía obedecer.

SuHo levantó la cabecita, dedicándole una mirada de fastidio al pulgoso exigente, luego como si tal cosa, continuo arreglando el pelaje de su dorso, ignorando por completo las advertencias del lobo. Si fuera por el felino ese lobo podía seguir con sus berrinches, él jamás cruzaría el maldito río.

El macho alfa gruño más fuerte, pero esta vez el gatito ni siquiera movió las orejas, continuó con su acicalamiento dejando claro que le valía una mierda los apuros del lobo. El hasta ahora tranquilo, ecuánime y supremamente paciente lobo, se había ido al diablo, ese pequeño felino malcriado iba a probar lo que era desobedecer a un perro grande como él. Bajando las orejas las pego al cráneo, puso la cola en alerta y flexiono las patas, listo para saltar.

El minino ni se molestó en ver lo que hacía el pulgoso mandón. Estaba terminando de peinarse la cola cuando sintió el cuerpo grande del lobo sobre él. Lo aterro darse cuenta que no logró escuchar las pisadas hasta que el maldito lobo lo tenía prensado contra el suelo. Echando a perder todo el trabajo que se tomó en su acicalamiento.

Con la panza al suelo y con el peso del lobo sobre su espalda SuHo trató de ponerse de pie, sin lograr apartarse ni un centímetro del suelo. El carácter del gato comenzó calentarse y a calentarse, hasta casi llegar al punto de combustión. Furioso se revolcó, podía ser más pequeño, pero tenía la ventaja de ser liviano, su cuerpo flexible le permitió clavarle los colmillos en una de sus patas al lobo. Este gruñó furioso, el felino aprovecho la sorpresa inicial para girarse y salir de debajo del animal más grande.

Kan Hun tenía que estar muerto para permitir que esa pequeña bola de pelos, por muy sexy que fuera se saliera con la suya. El gatito sacó las garras, levanto los pelos de la nuca y arqueo la espalda, era una cosita terrible. El maullido felino prometía mucha sangre si a Kan Hun se le ocurría invadir su espacio personal nuevamente.

El lobo comenzó a rodear a SuHo, asechando como a una presa, buscando hacerlo correr. El felino observó con el rabillo del ojo cada movimiento del pulgoso, encontrándolo más deseable, cada vez más, jamás se entregaría a un macho débil, que ni siquiera pudiera ganarse su derecho a aparearse por sus propios méritos. Gruñendo, retador, espero molestar lo suficiente al lobo para ver de qué estaban hechos esos sólidos músculos enfundados en un pelaje corto y suave.

CUANDO EL LOBO ATRAPO A SU GATITO-- (A) SEHO +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora