ʚ.⊹𝙍𝙚𝙣𝙠𝙖𝙯𝙖 ̽⊹. • ๋࣭┊͙𝙊𝙣𝙚 𝙎𝙝𝙤𝙩'𝙨┊͙ ๋࣭•

❝𝓱𝓮'𝓼 𝓳𝓾𝓼𝓽 𝓷𝓸𝓽 𝓶𝓸𝓻𝓮 𝓲𝓷𝓽𝓸 𝔂𝓸𝓾❞

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𐇵 ۪[ ¡𝘈𝘯𝘨𝘴𝘵 𝘙𝘦𝘯𝘬𝘢𝘻𝘢 𝘈'𝘶! ]̸݂ 𝆯 𝅄

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El amor... ¿qué es el amor? ¿Cómo nos enamoramos de alguien? Nadie lo sabe realmente. Quizás tú mismo intuyes qué es lo que te atrae hacia esa persona, o tal vez ni siquiera puedas explicarlo. A veces, nos enamoramos sin razón aparente, y otras veces nos aferramos a una fantasía creada por nuestra propia mente. Creamos mundos imaginarios donde nos vemos a su lado, aunque en el fondo sabemos que la realidad es otra: esa persona no siente lo mismo, o peor aún, ya tiene a alguien más en su vida.

El amor puede ser un espejismo cruel, un sueño del que nos cuesta despertar. A veces somos afortunados y nuestras ilusiones se vuelven realidad. Pero otras veces... no son más que eso: ilusiones. Y, cuando la vida nos golpea con la fría verdad, quedamos con el corazón roto, enfrentando una realidad que no se doblega a nuestros deseos.

Pero dime, ¿seguirías enamorado de alguien que nunca te correspondió? Para muchos, la respuesta sería un "no" rotundo. ¿Y qué pasa con aquellos que se quedan atrapados en sus propias ilusiones? Que siguen esperando, alimentando la esperanza de que, algún día, esa persona que tanto aman los mire de otra manera...

En el fondo, todo se reduce a una obsesión, un aferrarse al dolor. Y, aunque esa obsesión eventualmente tenga un fin, duele darse cuenta de que nunca habrá reciprocidad. Es como perseguir la sombra de un sueño que se desvanece con la luz del día.

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Mis pasos resonaban con lentitud mientras caminaba hacia el colegio, sintiendo el frío de la mañana que acompañaba mi andar. Como maestro de matemáticas, debía llegar temprano, revisar las evaluaciones que tanto aborrecía. El silencio del lugar me resultaba cómodo, casi como un bálsamo para mi mente, que no dejaba de pensar en él...

—¡Akaza-dono!

Escuché que alguien me llamaba. Sabía bien quién era.

—¿Qué quieres? —respondí, sin mucho interés, mientras me acariciaba el cuello.

—Oh, nada, nada. Solo quería darte los buenos días —sonrió con esa amabilidad tan característica.

—Buenos días, Douma. Con tu permiso —y antes de que pudiese seguir hablando, me apresuré a entrar en el colegio. Aunque me molestaba, no podía negar que Douma, en ocasiones, lograba arrancarme una sonrisa, por muy pequeña que fuera.

Caminé por los pasillos hasta que lo vi. A él. Kyojuro, el maestro de historia. Mi corazón, que hasta entonces había permanecido tranquilo, comenzó a latir con fuerza. Sentí un calor familiar en mi pecho, una mezcla de felicidad y ansiedad que me invadía siempre que lo veía. Él tenía mi corazón en sus manos, aunque ni lo sabía... o tal vez sí, pero no le importaba. Soñaba con sostenerlo entre mis brazos, susurrarle palabras dulces al oído cada mañana. Pero sabía que esas fantasías eran solo eso: sueños que nunca serían realidad.

Al cruzar su mirada, me di cuenta de lo incómodo que se sentía al verme. Lo noté en sus ojos, en la forma en que se tensaba cuando estaba cerca. No me trataba como trataba a los demás. Para él, yo no era más que una carga, una molestia. Pero aun así, no podía evitar seguir anhelándolo, esperando, estúpidamente, que algún día me diera una oportunidad.