Capítulo 4

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Overhaul.

Tu cuerpo reaccionó solo de forma inconsciente, llevándose las manos atadas a la cara para evitar cualquier tipo daño que pudiera recibir.

Pero no llegó ninguno.

Y a partir de ahí, todo sucedió muy rápido.

Los dos narcos levantaron rápidamente sus armas y apuntaron al asaltante, pero antes de que pudieran apretar el gatillo y disparar justamente al blanco, algo impactó nuevamente contra vuestro coche, haciendo que os tambalearais, y por ende, ellos que estaban de pie, perdieran e equilibrio y cayeran de golpe al suelo.

En ese mismo instante una pequeña figura humanoide, vestida de negro, y que no pudiste llegar a enfocar con claridad, traspasó el cristal de la parte delantera rompiéndolo en mil pedazos, y acto seguido, disparó al conductor del coche, que se desvaneció en el acto. Su peso muerto chocó contra el volante, provocando un sonido espeluznante, y se quedó allí.

El hombre que aún permanecía en la puerta, el mismo que había asaltado el coche y que portaba una máscara de pájaro con incrustaciones doradas sobre su boca, aprovechó el estado de confusión de los dos criminales, que estaban de rodillas en el suelo intentando levantarse, y disparó velozmente al líder de la Mafia Japonesa en la cabeza. 

En ese momento, la persona que había entrado traspasando el cristal, vestida con un traje negro de cabeza a los pies, apareció detrás de Yu, el único mafioso que quedaba, y antes de que este pudiera responder y girarse hacia él, repitió la acción del otro hombre. Apretó el gatillo y le disparó brutalmente en el cráneo.

El tiempo pareció detenerse para ti.

Te quedaste paralizada, inmóvil, estática sobre el suelo de terciopelo, viendo como ambos proxonetas, arrodillados, caían frente a ti, pareciendo ser en cámara lenta, mientras te observaban con los ojos muy abiertos, sin pestañear, y con un agujero de bala en sus frentes donde salía mucha sangre hasta cubrirle los ojos.

Tu respiración se cortó, tu corazón pareció que dejó de latir. Permaneciste atónita viendo esa escena hasta que los dos se desplomaron muertos a escasos centímetros de tus pies.

Tus ojos estaban tan abiertos que podían desbordarse de tus orbitas perfectamente cuando menos te lo esperases.

Pasaron unos largos segundos en los que tu mente se quedó en blanco. Hasta que el cabello encrespado de uno de ellos te rozó el tobillo y tú por fin reaccionaste.

Soltaste un grito desgarrador.

Histérica y temblando,  pataleaste desesperadamente sus cuerpos para alejarlos ti. 

El ritmo de tu respiración volvió a incrementar rozando la hiperventilación. Estabas al borde de la locura. Los rostros escalofriantes de los cadáveres antes de caer abatidos al suelo se quedaron grabados en tu mente, mientras tú seguías sin poder controlar tus nervios, pareciendo asfixiarte dentro de ese maldito coche. Tus ojos ya empezaban a escocerte por la falta de pestañeo.

Y entonces, cuando volviste a la realidad y fuiste consciente de lo que estaba pasando, te derrumbaste. 

Miles de lágrimas se deslizaron por tus mejillas. Una y otra vez, sin cesar, y en silencio. Supiste que estabas llorando desconsoladamente, como una niña pequeña, solo cuando notaste el agua salada en la comisura de tus labios.

—Aquí Mimic. Los cuatro objetivos han sido abatidos —habló por el pinganillo de su oreja el chico pequeño que anteriormente había entrado por el cristal. Volvió al asiento del conductor y se colocó en él después de apartar el cadáver que yacía sobre el volante hacia un lado—. Tres narcos y un conductor. Repito. Tres narcos y con conductor.

La obsesión del jefe - OverhaulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora