Capítulo 1: Verde y violeta

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El gran número de personas que se acumulaban en la sala principal del burdel era insoportable. Podría haber sido más llevadero si tan solo los clientes no fuesen tan asquerosamente descarados, soltando comentarios repulsivos y sin decencia alguna a los bailarines que destacaban su atractivo sobre la pista.

Por un lado estaban ellas, usando altos zapatos de tacón y un vistoso maquillaje en sus rostros, mostrando sus curvas y atrayendo a la clientela masculina como mosquitos a la luz. Y en el otro lado del salón, aquel que no tenía ningún lugar desocupado, estaban ellos: los chicos, viéndose tan o más provocativos y seductores que las chicas aun sin tener sus mismos atributos, luciendo trajes ajustados de cuero, corsets y pantaloncillos cortos que volvían loca a la multitud de hombres y mujeres.

Norman no podía negar que los productos tenían una maravillosa presentación.

Avanzó hacia la zona VIP, un balcón alto que permitía ver a los bailarines sin tanto barullo de por medio. Incluía las más costosas bebidas de cóctel, asientos individuales de piel con reposabrazos y una pequeña máquina al lado para escoger a quien pasaría la noche con ellos a cambio de una fuerte suma de dinero.

El albino pidió una simple copa de vino y se dedicó a observar a las prostitutas, buscando alguna que llamara su atención. Nunca prestaba verdadera atención a la sección de hombres, pero al notar la falta de energía de las bailarinas, sin saber por qué, miro hacia donde estaban ellos. Y ahí lo encontró.

Un chico joven, de al menos veintiún años, vistiendo una camiseta abierta y un corset negro impresionantemente ajustado. ¿Era la prenda o la figura de ese muchacho? No, definitivamente era él. Norman podía darse cuenta por la forma en que se contraía tan fácilmente la tela a su cintura. El bailarín tenía un cabello negro ciertamente largo, atado en una coleta alta, que a la distancia se veía provocador. No alcanzaba a divisar el color de sus ojos, pero parecían de una tonalidad oscura. Tampoco había mucho que decir de su rostro —Norman tenía algo de miopía—, mas ¿acaso importaba eso? Aquel delicioso cuerpo era el que llamaba su atención. No pretendía encontrar caras bonitas en un prostíbulo público, mucho menos si sólo buscaba algo de placer. Eso era todo: lujuria.

Con los ojos cargados de ella lo observó moverse, retorcerse, subirse y bajarse del tubo con plena sensualidad. Sus movimientos coordinaban a la perfección con la música que resonaba por todo el lugar; el chico parecía profesional. De pronto Norman ya no supo si esa sensación de embragamiento era por el vino o por ese bailarín de fascinantes clavículas.

Sin detenerse a pensarlo un segundo más, pulsó el botón antes de que algún otro hombre le ganara.

—Lo quiero a él —murmuró.

Seleccionó el número 81 en la pequeña máquina que estaba a su lado y confirmó su compra, asegurándose de no haberse equivocado de tubo. Mientras terminaba la canción veía bailar a su chico, se hipnotizaba más y más y deseaba que la maldita pieza terminara de una vez. Cuando lo hizo, bajó las escaleras a toda prisa para encontrarse con él.

Lo halló volteado a lo lejos y se acercó, pero antes de que pudiera llegar el dueño de Grace Field se interpuso.

—¡Ah, el buen Norman! Veo que hoy también tienes ganas de probar a una de mis chicas, ¿eh? —Se carcajeó escandalosamente mientras le estrechaba la mano.

—No, de hecho hoy no. —Peter alzó una ceja. Norman sonrió—. Esta noche probaré algo diferente.

—Oh... ¡Oh, ya entiendo! ¡Mira que los jóvenes no se cansan de experimentar! ¡Tú siempre tan espontáneo, mi Norman! Pero tranquilo, ¡no te juzgaré! —Las risas de ese hombre lo estaban fastidiando, más porque su chico estaba a unos pasos detrás y Norman temía que en algún momento alguien lo abordara y él tuviera que esperar. Tampoco quería quedar como el segundo plato—. Bien, ¿quieres que te dé un recorrido para que escojas a tu presa de esta noche?

—Ya he escogido, en realidad —afirmó sin despegar la vista de la espalda del chico. Tan esbelta y fornida...

—Vaya, ¿y quién es el afortunado?

—Él, el que está por allá.

Ratri finalmente pareció captar el contexto, pues sonrió, giró la cabeza y tomó al pelinegro por los hombros para arrastrarlo hasta Norman. El chico casi se cayó, pero no pudo emitir ninguna queja ante su jefe. Se limitó a enderezarse y mirar al que sería su nuevo cliente.

—Norman, te presento a 81.

El albino se quedó tan sorprendido como el pelinegro. Este bajó la mirada, poniéndose repentinamente tímido en un acto de alto contraste a lo que había demostrado ser en la pista. Esto, aunque aumentó el interés de Norman, no se comparaba en absoluto con los ojos del bailarín: el izquierdo de un color verde brillante, el derecho de una fuerte tonalidad violeta, ambos formando una combinación que resultaba... Era inusualmente bello.

Sólo cuando el chico desvió la mirada se pudo fijar en el resto de sus rasgos, tan refinados y atractivos. Además de un cuerpo espectacular, el chico poseía una belleza increíble. Estaba maquillado, sí, pero un poco de delineador negro no era gran cosa; el bailarín era atractivo por naturaleza. Era la primera vez que uno de los productos que rentaba lo seducía tanto. Era mucho mejor de lo que esperaba.

—Es un placer —dijo. Oh, su voz era ideal. ¿Había algo imperfecto en ese hombre?

—Igualmente —respondió cuando el codazo de Ratri lo hizo salir de su evidente ensimismamiento. El bailarín pareció no darle importancia, mas la intensa mirada que le dedicó el hombre de pelo largo lo hizo tensarse. Sonrió seductoramente, entonces, y se dirigió a Norman con una voz ronroneante.

—¿Nos vamos... cariño? —Parecía que le había costado trabajo decirlo, pero Norman no se percató.

En lugar de ello lo siguió sin más preámbulos, recorriendo el largo pasillo iluminado por luces moradas que ya tan bien conocía con sus dedos entrelazados a los de aquel chico. Se sentía como un primerizo maravillado.

Y así, con él fantaseando, llegaron juntos a la habitación, donde tras un par de tragos de vino se fue a la cama y desató su corbata por el calor que empezaba a formarse en el ambiente. A los pocos segundos el bailarín había comenzado a seducirlo —a pesar de que ya lo había logrado desde el momento en que estuvo en el tubo—, moviéndose y exponiendo su silueta ante él, contonéandose de una forma que robaba el aliento.

Norman sonrió con satisfacción al verlo acercarse, porque algo en su interior le decía que había tomado la mejor decisión.

The pleasure of love 「NoRay」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora