Capítulo III

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Tengo la sensación de que todo puede ser tan predecible como una canción, aprendí hacer invisible las melodías de tu percusión, así poder romper está maldición.

«Hoy es un buen día para desear desaparecer de la faz de tierra» pensé mientras sonaba por quinta vez mi desesperador, digo despertador. Da igual como se llame, cumplen con la misma función. 

- ¡AIDA LUZ! ¡Despierta ahora mismo! - Menciona mi madre de un grito, salto de la cama como si el mismísimo Rey viniera por mi alma. Y sí que desdicha tan patética mi segundo nombre para alguien lleno de oscuridad.

-Dejaste lodo por toda la casa ¿A dónde fuiste a noche? Por lo menos dime que mataste alguien- Me miro con desprecio e intriga, solo blanqueé los ojos y me acosté de nuevo en la cama- ¡¿Qué te sucede ?! ¿No piensas ir al Instituto? - Dijo ella aún más alarmada- Debes aparentar que tienes una vida normal, ¿Es mucho pedir?

- Ahora mismo voy- Dije con fastidio, mientras me sentaba en el borde de la cama. Estaba procesando mi vida como suelo hacer en cada despertar. Recordé lo que había hecho la noche anterior- Se puede decir que maté a alguien- Dije entre dientes- Del susto- Murmuré- Pobre chico, le di el susto de su existencia. 

- ¿Qué estás diciendo de mí? - Dice mi hermano que pasaba frente de mí.

-Ni siquiera me acordaba que existías- Me burle, while me dió un pequeño golpe en la cabeza para despedirse. 

- Mamá te dejo el desayuno, no te tardes tontita- Dice con cariño.

- ¿Tontita? - Me reí, prometo que lo pensé dos veces antes de decirlo- La tontita es tu novia que anda con alguien como tú- Dije en tono sarcástico- Él estaba por dar un paso fuera de la casa, se retrocedió, tomó una escoba y me la lanzó en el rostro. Intente devolverle el golpe, sólo que él si logró esquivar el palo con suerte.

Llegué al Instituto. Uno normal con casilleros, con agua y papel en los baños, un jardín, canchas deportivas, piscina, radio estudiantil y todo lo común que puedas imaginar. Perfecto para una chica que desea aparentar una vida normal. Entré al aula arrastrando mis pies y obligando a mi "Alma Maligna" ¡Pero qué hermoso apodo me había puesto el chico misterioso "

- ¡Uy! Hola, Lucesita- Dice Damián. Un demonio fastidioso, por suerte mi mejor amigo.

- Hola Dami, no me llames así, ya lo te lo he dicho- Mencioné sin mirarlo a la cara.

- Dime ¿Qué ocurre Lucesita? Sé que no estás bien ¿Dormiste? - Dijo preocupado o eso aparentaba.

- Sí, sí, ya cállate Damián, acaba de llegar Porky- Exactamente ese era nuestro querido profesor, el típico pedante que humilla por un número.

Aquí vamos otra semana repetitiva de estrés, ganas de morir y no puede faltar los exámenes. Y a esto se le llaman una vida normal estudiantil, preferiría la antes. 

- Buen día jóvenes, espero que hayan tenido un fin de semana muy bueno, que hayan descansado. Hoy haremos una clase sencilla- Menciona Porky- Gaby, prestame tus apuntes- Agrega Porky. «Gaby, Gaby» Odio a Gabriela.

- Claro que sí, profe mira aquí están todos mis apuntes- Dijo; croa y croa, exacto, la sapa de Gaby.

- Aida Jones- Dijo el Porky. Estaba embobada pensando en cuanto odiaba a la Gaby, que olvide prestar atención a la clase. A propósito mi apellido Jones era para ocultar mis lazos sanguíneos con mi temida familia.  

- Presente- Dije sin pensar, que vergüenza, todo el mundo se burló.

- Que me diga, busque son los verbos que podemos añadir en el texto según su criterio- Dijo amable y pacientemente el profesor.

Mis decisiones nunca han sido las mejores pero que puedo decir soy muy buena actriz, prosiguió a fingir un desmayo repentino. Admito que nunca en la clase de Porky me había divertido tanto. 

Fuerza para soportarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora