Capítulo IV

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Le temes a lo incierto, sé que no te arriesgas sólo para evitar sufrimiento ¿Sufrimiento? Es lo que hoy siento, el encarcelar todo el sentimiento. Yo soy ese ojalá que se quedará en el viento para no ser el fugaz momento. 

- Te quiero Damián, tráeme un poco de chocolate- Dijo Aida

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- Te quiero Damián, tráeme un poco de chocolate- Dijo Aida. Tan pálida que sus bellas pecas se enmarcaban en su suave tez. 

En definitiva todo en está chica estaba mal pero obviamente estaba para protegerla. Verla en ese estado, despertó un remolino de sentimientos que ya había logrado calmar con el tiempo. 

- ¡Damián! ¿A usted quién le dijo que se saliera de la clase? - Dijo el tonto de Porky.

- Estoy acompañando a Aida- Dije con un tono de obviedad.

- Yo mandé a Gaby, no a usted señor Evans, lo quiero ahora mismo en el salón de clases- Hablo de la manera más grotesca. Solo le lancé una mirada fulminante y noté que trago saliva por instante. Proseguí de la manera más tranquila que pude:

- Por supuesto que no dejaré a Aida con semejante estúpida que sólo sirve para lambonear- Dije de golpe. Ok, me arrepiento, lo disfruté lo que puedo asegurar, la parte buena de esto es que no tuve clase con Porky porque estuve en dirección.

- Señor Evans, cuénteme ¿Qué ocurrió? - Dijo el Director.

- Verá usted Director, Aida Luz Jones, mi mejor amiga se desmayó y evidentemente yo la fui a acompañar y Pork ... Dijo el profesor Walton, me dice que dejará a Lucesita con Gabriela, que sinceramente no sé para que sirve de ayuda , mejor que se quede sola que con el estorbo de Gaby- Así soy yo, un chico que no piensa muy bien las cosas, obviamente no me gusta admitirlo. Solo sé que una vez logré razonar antes de perder lo más valioso para mí, la amistad de Aida.

- Evans, ¿Usted quién se cree para faltarle el respeto a la compañera Gabriela?- Dijo con un tono pacífico el director, lógicamente ya me tenía que controlar si no quería una sanción.

- Pues nadie, pero pro...- Me interrumpe de golpe. 

- Pero nada. Va le dice a Gabriela que se dirija para el aula, le pide perdón a la señorita Smith y al profesor Walton pero no solo es eso, debe decirlo al frente de todos para ver si algún día niño, aprenderás la lección, es la tercera vez que tengo en dirección esta semana- Asentí muy respetuosamente.

-Disculpe no quiero ser una molestia para usted pero para mi esto es importante.

- Continuando con lo que decía puede retirarse a cuidar a la señorita Jones en su recuperación y de paso agradezca que no le cite a su acudiente- Comenta el director. Obviamente odiaba la idea de disculparme pero de alguna u otra manera me había salido con la mía.

- ¡Gracias, gracias! Por eso usted es mi favorito.

- Bueno ya joven, me asusta. Vaya antes que me arrepienta- Sonrió.

Debo admitir que el Director White era un agradable sujeto pero todo el Instituto le tenía miedo e incluso pienso que me tiene un poco de afecto al fin del cabo pasamos mucho tiempo juntos gracias a la mayoría de veces a Porky. Es como el padre ideal que hubiera deseado tener. Al dar dos pasos afuera de la oficina del Director, lo escuché contestar una llamada que me causó curiosidad.

- Muy buen día, Rey Hughes ¡Qué alegría volver a escucharlo! ¿A qué debo ese grato instante de su tiempo?- Se quedo un silencio un buen rato, escuchando atentamente al Rey- ¿Un evento de escritura?... Sí claro, Rey Hughes. Nosotros encantados de que usted sea el jurado final de este maravilloso concurso, se realizará como usted ha planeado. A fin de mes, le traeré los mejores cinco libros de recopilaciones de cuentos y poesía de nuestros preciados estudiantes- Al escuchar eso último, no dudé ni un segundo que esta seria la oportunidad de la vida de Aida para que el talento de ella se esparciera en nombre de los cuatro vientos alrededor del Reino y más importante aún si lo conseguía, elaboraría su objeto principal, el Rey. 

«Soy el mejor amigo que jamás deseaste tener mi querida lucesita; Sí que lo eres mi hermoso Damián; ¡Ay! me sonrojas Dami; Un momento, ¡De verdad estoy loco!»

Llego al salón lo mas rápido posible, le comenté a Porky que debía sacar unas pertenencias de Aida con urgencia para llevárselas y que su querido jefe, me había otorgado el permiso de acompañarla y le pedí disculpa delante de mis compañeros, tal y como me lo había indicado el Director. Es así, como inicia mi plan. Fui al bolso de Aida y saqué una cartuchera con sus cosas, tiré al piso su estupendo cuaderno de escritos y sí ella supiera que hice eso, te aseguro que no estaría vivo para contarlo.  

Fuerza para soportarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora