five; mood

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Yo quería salir de este maldito lugar, yo quería estar con mi tía Lilian, y quería estar tan lejos de mi padre, si se puede llamar así que el tipo que nunca estuvo en mi vida y hablaba de mi madre como si fuera basura.


Otra parte de mí dice que el Campamento Mestizo era bueno, la gente era amable y Dioniso no salía a menudo, además de que mi tía Lilian me daría una patada en el trasero para traerme de vuelta. Y no, no me gustan las patadas en el trasero.


Cuando la cena terminó, pensé en ir a mi cabaña para dormir, pero una cabellera rubia decidió que quería interponerse en mi camino, estúpidas cabelleras rubias. Puse mi cara peor porque realmente no estaba de humor.


—Hey, Lottie ¿vas a ir a la fogata? —preguntó Will Solace.


—No —respondí, cortante.


—Por qué estás enojada? —inquirió mientras sonreía. Me examino con sus brillantes ojos azules. Por favor, guapo, no hagas esto más difícil de lo que es—. ¿Estás en tus días?


  La tranquilidad con la que hizo esa pregunta me saco de mis casillas.


—¿Por qué mierda todos creen eso cuando estamos enojadas? —respondí, y lo interrumpí antes de que lograra disculparse—. ¡Así van a terminar todos solteros!


—Mejor ve a dormir, Lottie —dijo con cautela, dando un paso hacia atrás. Como si eso fuera a asegurar que se quede con vida.


—¡Eso iba a hacer antes de que me interrumpieras! —grite, levantando los brazos.


—Duerme bien —lo oí decir mientras me alejaba.


Camine hacia la cabaña y me encerré allí. Había dos literas y tres armarios, tenía un mini-nevera con bebidas y alimentos como helado o chocolate. Un estante con libros, y junto a el, una máquina de videojuegos de los que aparecen en las películas. También poseía un pequeño televisor y una consola.


Era un lugar agradable para un adolescente, videojuegos, comida y películas ¿Qué más se puede pedir? Mis medios hermanos ya me caían bien.


 En una mesa junto a una de las literas, tenían un retrato. Dos chicos, iguales, rostros regordetes, cabellos rubios (Insisto, el campamento poseía a toda la población rubia de Estados Unidos), sonrisas amplia que provoco que sus ojos se achinen. No se parecían en nada a Dioniso.


Decidí cambiarme. Me coloque un pijama que consistía de pantalones largos con lunares y una camisa con el mismo estampado. No me culpen a mi, estaba en el armario para chicas.


 Me acosté en la alfombra, que era muy cómoda y me dedique a mirar el techo como si fuera la cosa más fascinante en el mundo. En ese momento lo era.


 El silencio llenó el lugar, pero se podía oír la risa de los campistas en la fogata y las canciones de los hijos de Apolo, sus voces eran realmente hermosas y eso que apenas se escuchaban.

La hija de la locura (Nico di Angelo) [SIENDO EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora