two; party

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 El sábado llego en un abrir y cerrar de ojos. Pronto me encontraba colocándome el disfraz que había elegido.

 Era una versión femenina de Superman, digamos que no soy fan de él pero tiene mucho estilo.

 Grover pasó por mí a las siete. Se había disfrazado de sátiro -tipos mitad humano mitad cabra-, y puso mucho empeño en conseguir sus piernas y cuernos porque eran realmente creíbles, de no conocer a mi amigo gritaría de miedo.

 Tomamos un taxi hacia el salón donde mi amiga Britt festejaba su fiesta.

 Pagamos y bajamos. Había muchos adolescentes disfrazados en fila, esperando entrar. Vale, apenas íbamos a tercer año, ni que fuera una fiesta de chicos de último año.

—¿Nombre? —pregunto un tipo con una lista. Parecía sacado de una película, creo que Britt se tomo en serio esto de hacer una mega fiesta.

—Charlotte Johansson —dije—. Y Grover Underwood.

 Asintió y nos dejo pasar.

 El salón era inmenso. Tenían mesas llenas de comida chatarra, vasos rojos, refrescos y ponche. Luces de colores iluminaban la pista de baile, pero nadie bailaba. Vaya fiesta, es decir, si nadie mueve las piernas todo se vuelve aburrido.

 Cuando me vieron se me tiraron encima y Grover se oculto detrás mío, pobre, no estaba acostumbrado a que lo acosen.

—Charrrr —grito Amanda por encima de la música—. Oh Dios mío, te ves hermosa.

—Obvio, Amanda —Dylan se sonrojo—. Ella siempre es hermosa.

 Me puse roja pero gracias a Dios las luces habían cambiado a ese color. Dylan era un chico generoso, gracioso e inteligente, es decir, lo que cualquier chica querría. Él siempre vivía haciéndome cumplidos pero yo dudaba que tuviera sentimientos hacia mí, sus ojos solo brillaban para Amanda.

 Amanda, a su vez, era lo más cercano a una amiga que tenía. Hacíamos las tareas juntas y varias veces, nos sentábamos en la cafetería por el almuerzo.

—Eres un cursi, Dyl —agrego ella, con una sonrisa insinuadora, luego su mirada chocolate se clavo en la mía—. Te estaba esperando, la fiesta sería un asco sin nuestra Char.

 Sonreí y fue arrastrada hasta la pista de baile junto con Grover que se sostenía de mis hombros.

 Comenzamos a bailar. Imaginen, cuatro adolescentes solos en una pista gigante, era algo que se notaba a kilómetros.

 Deje a Grover solo y empecé a atraer a muchos chicos y chicas a la pista, algunos aceptaban rápidamente y otros tardaban en decidirse, pero ya saben, no se negaban a mis encantos.

 ¿A quién engaño? De seguro me tenían miedo.

La hija de la locura (Nico di Angelo) [SIENDO EDITADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora