Prólogo

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Escuchaba los golpes retumbando en la gran puerta de hierro del gran castillo, todo estaba oscuro, caía una gran borrasca de agua afuera, los truenos azotaban el firmamento y los rayos iluminaban por centenares de segundos los cielos. No sabía exactamente que ocurría, sólo podía escuchar los gritos de los aldeanos afuera. Di un pequeño respingón cuando sonó de nuevamente un fuerte golpe. A tientas y con un sentimiento de fuerte miedo baje de mi cama y descalza salí al pasillo, las velas que debían iluminar se habían extinguido hace mucho rato, salte de nuevo al escuchar un tercer estruendo en la puerta. No sabía que ocurría, tampoco sabía hacía dónde ir, a pesar de conocer el lugar de memoria, un trueno se escuchó de fondo, lágrimas caían por mis mejillas, estaba completamente confundida, y entonces, la puerta cayó haciendo que todo temblara brevemente, empecé a ver figuras distorsionadas entrando al vestíbulo, antorchas y exclamaciones de personas disgustadas que buscaban a mi padre. Un hombre se acercó a mí desde la oscuridad, me tomó en sus brazos y conmigo cargada empezó a llevarme hasta la terraza del castillo, sabía a dónde íbamos. Igor, me cubrió con una sábana antes de sacarme a la lluvia y alzando un poco mi mirada pude apreciar lo que sucedía. Para ese entonces, mis pequeños he inocentes ojos no comprendieron lo que sucedía, vida, Víctor Frankenstein le daba vida a un monstruo, los rayos caían en la columnas de metal y elevado en los cielos se encontraba su creación. Todo ocurrió muy rápido, uno de los fulminantes rayos se desvió y cayó justo a centímetros de nosotros, yo había quedado completamente aturdida y un dolor penetrante se extendía por mi brazo, el ruido se había ido y ahora solo se escuchaba un pitido molesto en mis tímpanos. A lo lejos vi a mi padre completamente embelesado y fascinado por lo que estaba ocurriendo, quizá fue mi impresión, pero a metros del suelo donde se encontraba mi pequeño cuerpo, allá a lo alto de las grandes columnas se podía ver su mano moviéndose. Igor, apareció en mi campo de visión y fue entonces que volví a escuchar cada ruido de mí alrededor, la lluvia cayendo, las gotas salpicando el suelo, los gritos de las personas, mi respiración, el sonido de los truenos, hasta mi padre exclamando;

-¡ESTA VIVO, IGOR, ESTÁ VIVO!.

-Amo, debemos irnos, los aldeanos ya están aquí- No escuche decir nada a mi padre- Señor- Le había insistido Igor.

-No lo dejaré aquí a merced de todos- Respondió- Es mi creación- La polea que sostenía la camilla en la que se encontraba el monstruo se había desprendido y ahora, colgaba solo de un extremo. Víctor se había apresurado en bajarlo antes de que su cuerpo cayera.

-Señor... Señor- Lo había vuelto a llamar Igor- Su hija lo necesita, señor, olvide al monstruo, tenemos que sacar a Ana de aquí.

-No, no lo dejaré- En ese momento, siendo aún una pequeña niña de 9 años había sentido mi primera decepción- Sácala de aquí, llévala con mi hermana, Igor, protégela con tu vida, nadie debe saber que es mi hija- Su bestia se había despertado, estaba de pie y solo pude gritar. Su más leal sirviente me tomó de nuevo en sus brazos y empezó a huir conmigo. Alejándome de mi padre y mientras el abismo entre nosotros se hacía aún más grande lo vi, lo vi mirándome a los ojos. Jamás olvidaré sus ojos, uno rojo, rojo como el mismísimo carbón encendido, otro gris, gris como las olas del mar en un día tormentoso, en ellos encerraba un dolor tan profundo que desgarraba el alma más valiente. Ahí no comprendí. Un hombre sin alma no es un hombre, es una bestia

ANA FRANKENSTEIN +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora