La lluvia caía ferozmente en el Internado Para Señoritas Sen-Marie Szekelly. Una fortaleza medieval que antes había sido un monasterio de monjas y que hoy en día, guardaba en su cenó más de 500 señoritas de todas partes del mundo, algunas de las familias más adineradas. La lámpara de aceite se había extinguido y ahora había oscuridad absoluta, las pesadas cortinas eran sacudidas por la fuerte brisa y el árbol en la cima de la colina de más de 100 años parecía que pronto iba a sucumbir ante el fuerte invierno de los últimos días. El amanecer se aproximaba y parecía que no iba a parar de llover pronto. A lo lejos se escuchó el galopante sonido de los casco de caballo golpear el barro, seis corceles se acercaba arrastrando un carruaje negro de fúnebre aspecto, en ese mismo instante un rayo cayó iluminando por milésimas de segundo el crepúsculo. Al entrar en el camino hacia el internado visualice un hombre que venía manejando, estaba completamente empapado por el agua y los caballos corrían como si su vida dependiera de ello. Estaba en mi habitación escondida detrás de las persianas de terciopelo rojo, en las noches casi no podía dormir así que solía quedarme dibujando la anatomía humana o escribiendo, pues al igual que mi padre, había adquirido con los años, una fascinación por la medicina, una de la que muy poco sabían. Los grandes he imponente corceles se habían detenido en las escaleras de entrada y el conductor había bajado para abrir la puerta. Yo seguía fisgoneando por los pequeños espacio de la ventana, en el momento en el que la mujer pisó el mojado y pantanoso suelo de mármol un rayo pasó por su espalda y todo se iluminó por un momento. El sonido del gran árbol caer me hizo dar un pequeño respingón y la tierra templo por la caída del gran gigante de cerezos. Sí alguien más que yo, hubiera estado despierto se habría escuchado sus gritos. Sus cabellos eran rojos, pero no de ese rojo bello casi naranja que solían tener los Irlandeses, no, era un rojo sangre. Su piel era blanca casi fantasmal, sus ojos eran de un negro que se comparaba con la oscuridad y alzó su mirada justamente hacía mí, me quedé helada, congelada en mi sitio y todos los vellos de mi piel se erizaron. Estaba segura que no podía verme, pero sonrió de una manera tan espeluznante que por un momento pensé que si podía, había sido una coincidencia casi de infarto. Levantó un poco su elegante y fino vestido que empezaba a mojarse y entró junto a su acompañante. Esa mañana no pude volver a dormir la hora que me quedaba. Nunca llegué a imaginar que los rayos, la lluvia y la caída de mi amigo árbol era un mal augurio. Ese día la intrusa llegó a mi vida para cambiarla completamente.
...
-Hay una nueva estudiante en Sen-Marie Szekelly- Dijo la chismosa Leonora Black, era esa típica estudiante que lo sabía todo de todas- Su nombre es Victoria Brünstatt y viene de una familia muy rica, vino aquí por qué sus padre están en un viaje de negocios en Europa y no la pudieron llevar- Mi mejor amiga Aurora Wollstonecraft y yo nos miramos. Tomamos asiento una junto a la otra, como siempre.
-¿Sabías de eso?- Me preguntó.
-La vi está madrugada, es una mujer increíblemente terrorífica- Contesté.
-¿Cómo así?.
-Su piel es tan blanca que parece el mismísimo fantasma Hamlet.
-¿Es fea entonces?- Indago de nuevo.
-No, al contrario es espeluznante mente hermosa.
-¿Entonces?.
-Es que no sé, ví algo raro en ella, creí que podía verme aunque yo estaba detrás de las cortinas.
-Quizá fue tu impresión, Ana.
-Lo mismo pensé- Después de eso la madre superiora entro al salón de clase y nos pidió silencio.
-Mis niñas, hoy les vengo a informar que tienen una compañera nueva es la señorita Victoria Brünstatt, hoy no estará con ustedes su viaje fue muy largo, es un poco delicada de salud y está descansando, pero dijo que se uniría con ustedes en la merienda de la noche en la sala de arte. No debo recordarles lo importante que es su buena educación. El señor y la señora Brünstatt han hecho un buen donativo al internado y debemos agradecer sus buenas intenciones- Puse los ojos en blanco, pues para nadie era un secreto que aquellas familias que daban donativos era para que sus hijas tuvieran un mejor trato- Sin más, adelante con sus labores.
-Otra niñita mimada y rica- Dijo Aurora.
-Tú eres rica- Le recordé.
-Sí, pero no soy mimada- Reí por lo bajo, aunque tenía un mal sabor de boca.
El resto de la mañana estuvimos viendo clases y orando. Al salir del salón a la hora del almuerzo la lluvia azotaba fuertemente los ventanales de los pasillos y las goteras en algunos lados se hacían presentes, el internado era antiguo así que eso era inevitable. Me había quedado mirando la colina, por una de las ventanas altas y no pude evitar sentir un poco de tristeza por la caída del gigante de cerezos, era un árbol realmente hermoso. En primavera florecía por completó, se llenaba de pétalos rosas y los rayos de sol le caían encima, era un espectáculo total, en invierno terminaba cubierto por nieve espesa que lo hacía tener un aspecto un poco tétrico que aún así, lo hacía ver hermosísimo. Era una verdadera lastima que sucumbiera ante el crudo comienzo de invierno del presente año. Mi nombre es Ana Elizabeth Frankenstein Evercloff. Pero en el internado me conocen como Ana Frank Evercloff. El apellido de mi padre estaba casi, en el anonimato, nadie sabía mi verdadero origen o de donde provengo Víctor así lo quiso. Lo que hizo fue condenado por la ciencia y la iglesia católica, aunque nunca nadie supo con exactitud qué pasó esa noche, por mi seguridad debía mantenerme escondida hasta que fuera prudente. Llegué al internado Sen- Marie Szekelly cuando tenía 14 años, cuando Igor me llevo con la hermana de mi padre, ella me cuidó durante 5 años, fueron los mejores de mí infancia, mi tía Lilibeth Frankenstein murió y sus familiares no quisieron hacerse cargo de mí, así que con un permiso de ellos, pues me encerraron. Un año después llegó Aurora y desde entonces hemos sido mejores amigas, en vacaciones ambas viajamos juntas con su familia y no nos separamos nunca. Este año por las bromas pesadas que le jugábamos a las profesoras nos separaron de habitación y ella ahora comparte su espacio con una chica llamada Martina Isósceles (Sí, su apellido suena a figura geométrica) Y yo estoy sola en una pequeña habitación, lo bueno es que no compartía con nadie. El internado se veía oscuro, el sol no había salido y algunas velas había sido encendidas. Pasamos por la mesa de comidas, nos sirvieron en las bandejas y nos sentamos en una mesa con algunas compañeras. Mientras comía mi ravioli en salsa bolognesa mire hacía una de las esquinas del gran salón y allí, justamente observándome estaba Victoria, sus ojos reflejaban un odio tan profundo que me hizo estremecer por completo, era como un fantasma allí y al parecer nadie se había dado cuenta de su presencia en el lugar.
...
Maldita sea Aurora Wollstonecraft, maldita lluvia y maldita sea la hora en la que se me ocurrió salir sin la maldita lámpara de aceite. Ahora debía pasar todo un pasillo lleno de habitación oscuras en medio de la penumbra, hacía rato habíamos salido de la merienda, había ido a la habitación de mi amiga y me había quedado con ella, ahora debía subir las escaleras de mármol para ir al tercer piso que era donde quedaba mi aposento. Todo estaba en completa oscuridad, la lluvia se escuchaba como balas de cielo en las ventanas. De pie en el pasillo todo se veía más tenebroso que de costumbre, aunque me sabía de memoria el camino. Trague saliva y tomé entre mis manos el crucifijo de plata que traía en el cuello. Mis nervios estaba a flor de piel desde la llegada de la nueva estudiante, o yo me estaba volviendo loca o realmente ella tenía algo raro. Un relámpago cayó en el cielo y todo el pasillo se iluminó por milésimas de segundos, solté un suspiro y camine lentamente, subí poco a poco. Las escaleras se dividía en dos, izquierda y derecha, yo debía subir por mi derecha. Llegué al escalón largo que se dividía en dos y otro rayo cayó, esta vez provocando que soltara un pequeño grito. En la luz que se hizo por un segundo la pude ver al final de los escalones, su vestido elegante, su mirada fija en mí. El corazón empezó a palpitarme de la manera más extraña, mi respiración se hizo más pesada, mis manos a temblar y mis pies se volvieron torpes. Sentí una respiración detrás de mi cuello, me quedé estupefacta, petrificada por el miedo. Cerré los ojos, reuní valentía y giré lentamente sobre mi eje. Ahogué un sollozo al verla, el miedo no me dejaba ni siquiera hablar. Sus ojos rojos como los de un animal, su piel pálida y su cabello rojo tinto la hacían ver espeluznante.
-La próxima vez que deseé admirar mi belleza, tenga la decencia de hacerlo de frente, no escondida detrás de las cortinas como cual cobarde, señorita Frankenstein- Su voz fue como una bofetada en el rostro, y no sé que me daba más terror si su aparecía o que supiera mi verdadera identidad, di un paso atrás- Hija de un científico loco que se obsesionó con la vida. Bienvenida al primer día de su muerte, Ana Frankenstein- Levantó su mano y me golpeó de una manera tan brutal que por un instante sentí que se me partió el rostro.
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ANA FRANKENSTEIN +18
Historical Fiction"¡Despiadado creador! Me has dado sentimientos y pasiones, pero me has abandonado al desprecio y el asco de la humanidad" ~Mary Shelley -Los odio, humanos sin humanidad capaces de sentir y experimentar. -No los odias, los envidias- Le dije, él me...