Sueños de Escapar

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Había decidido ir a la pequeña tienda de la escuela a comprar unos dulces para el receso. No era gran cosa, solo lo justo para pasar el rato y quitarme las ganas. Al acercarme, me di cuenta de que ya se había formado una pequeña fila, y suspiré. A veces parecía que toda la escuela se alineaba en el mismo momento.

Mientras esperaba, mis pensamientos iban y venían; el ruido a mi alrededor, las risas y murmullos de los otros chicos hacían que el tiempo pasara un poco más rápido. Por fin llegó mi turno, y con una sonrisa discreta le pagué al encargado y guardé los dulces en mi bolsillo justo cuando la campana sonó, marcando el final del receso.

—Vaya, qué timing... —murmuré, girándome para volver al edificio.

Pero entonces, al mirar de reojo hacia la tienda, noté algo que hizo que me detuviera. Eran los dos niños que había visto antes en el patio, el que llevaba el traje de esqueleto y el otro con su pequeño afro. Ambos estaban al final de la fila, con las manos vacías y la mirada decepcionada, como si la campana hubiera borrado todas sus esperanzas de conseguir algún dulce.

Los miré por un momento, indecisa, pero algo en sus expresiones me movió. Sin pensarlo demasiado, me acerqué a ellos, sacando un par de dulces de mi bolsillo.

—Tomen, chicos —dije mientras extendía la mano hacia ellos, repartiéndoles algunos caramelos.

Los dos alzaron la vista, sorprendidos. Sus ojos brillaron, y, después de un segundo de duda, ambos me dedicaron una enorme sonrisa.

—¡Gracias! —dijeron casi al unísono, antes de girarse y correr rápidamente hacia el edificio, sus risas mezclándose con los ecos del patio vacío.

Observé cómo se alejaban, con una pequeña sonrisa en el rostro, hasta que la voz burlona de Marcy me devolvió a la realidad.

—No sabía que eras tan humilde —dijo, mirándome con una sonrisa pícara mientras caminaba hacia mí.

—Solo... no sé, se veían decepcionados. No es gran cosa.

—Claro, claro...—replicó Marcy, divertida.

Me quedé en silencio, tratando de encontrar una respuesta que no sonara a excusa. Caminamos juntas hacia el edificio, y aunque Marcy no dijo nada más, sentí que me lanzaba miradas de vez en cuando, como si intentara comprenderme un poco más.

Llegamos al salón y, sin hablarlo, cada una se dirigió a su asiento. Marcy y yo nos sentamos juntas, y mientras esperábamos al profesor de ciencias, comenzamos a charlar sobre cualquier cosa que se nos viniera a la mente: el frío que hacía en el patio, los niños con disfraces raros, y el montón de tareas que parecía multiplicarse cada día.

Justo cuando la conversación se empezaba a poner interesante, la puerta se abrió y el profesor de ciencias entró con su maletín en la mano y una mirada que ya prometía una clase larga. Ambas suspiramos y sacamos las hojas, los cuadernos y todo lo necesario para trabajar. Miré mi hoja de tareas y, por supuesto, había respuestas que me faltaban. Giré la cabeza hacia Marcy y noté que ella también parecía algo atascada con las suyas.

—¿A ti también te faltan algunas? —murmuré, intentando no hacer ruido para no llamar la atención del profesor.

—Sí, creo que me rendí la última vez... —respondió Marcy en el mismo tono, sonriendo.

❝ʜᴇʏ ... ꜰᴏʀɢɪᴠᴇ ᴍᴇ.❞ (ʀᴏʏ x ʟᴇᴄᴛᴏʀᴀ) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora