Capítulo 2

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Pasaron los días y comencé a realizar mi tarea pendiente y a preparar mis cuadernos para el regreso a clases que se suponía era ya en dos días. Todo iba conforme a mis planes hasta que mi amigo Paco me llamó:

Oye Rodri, ¿ya te enteraste? – me preguntó un poco alarmado.
No sé de qué me hablas, dime.
No regresaremos a la escuela, bueno, mínimo no de forma presencial.

¿Qué? No entiendo – contesté confundido. 
Mira te mando un enlace que encontré en Facebook, bye.
Rápidamente me metí a mi perfil de Facebook y revisé el enlace que me envió Paco, se trataba de una noticia que mencionaba que, por la propagación sin freno del virus, se había declarado el mundo en estado de pandemia.

También decía que el confinamiento iba a seguir durante tiempo indefinido, así que todo lo que conocemos iba a cambiar. Salió un comunicado a través de la página oficial de la escuela donde nos daban indicaciones para seguir con el semestre, pero ahora tomaríamos las clases mediante una plataforma de videoconferencias.

Yo estaba confundido, pues no sabía si era mejor o peor esta forma de tomar clases, ya que iba a estar lejos de mis compañeros que no me agradan, pero igualmente iba a estar lejos de Paco.
Después de tanto pensar llegó el día de regresar a clases, todo iba bien y estaba tranquilo, hasta que nos pidieron prender las cámaras y empezaron a burlarse de mi otra vez:

¿Hace cuántos kilos que no nos vemos Rodrigo? – dijo el popular del salón mientras todos se reían; no tenía más remedio más que apagar mi cámara
La maestra me insistía en que prendiera mi cámara, pero yo no estaba dispuesto a volver a pasar por un momento así, ya ni quería entrar a clases. Después de unas horas el jefe de grupo me metió a un grupo de WhatsApp con el fin de estar en constante comunicación entre los compañeros. No habían pasado ni cinco minutos cuando me doy cuenta que me habían tomado foto de cuando tenía mi cámara prendida.

No sabía qué hacer, se mandaban la foto en el grupo para burlarse de mi e incluso comenzaron a hacer stickers para seguir con esto. Me sentía muy mal, así que opté por salirme del grupo.
Al otro día en la clase, estábamos todos conectados excepto el maestro al que le tocaba dar clase. Yo mantenía mi cámara y micrófono apagado para pasar desapercibido, no obstante, me empezaban a insultar para que yo les respondiera:

¡No te escondas maldita vaca! Traje una hamburguesa para ti – decían mientras yo trataba de ignorarlos.
Los comentarios ofensivos no paraban así que mejor me salí de la sesión, de todas formas, no llegaría el maestro.
Yo comencé a verme al espejo y a buscar formas de bajar de peso, ya que había subido dos kilos más. Lo primero que pensé fue en empezar a acompañar a mi papá al gimnasio, así que le dije.
Cuando llegó del gimnasio, le comenté que había tomado la decisión de acompañarlo al gimnasio y alimentarme bien.

Él se puso muy feliz, ya que era algo que siempre había esperado de mi, que su hijo mantuviera el mismo estilo de vida que él.
Comencé a ir al gimnasio, pero era mucho para mi, los primeros días no aguantaba mi cuerpo y sólo quería dormir todo el tiempo. Después de un mes, había bajado tres kilos, no muchos porque al ir empezando, no podía forzar de más mi cuerpo porque podía lastimarme.

Durante este tiempo, le he contado a Paco sobre mi progreso y me dijo que estaba muy orgulloso de mi, y que me veía en buena forma, aunque en realidad eso no le importaba a él porque me quiere como soy. Después de observar un avance en mi cuerpo y la confianza y seguridad que me inspiraron los consejos de Paco, decidí prender mi cámara en las clases.
Estaba un poco nervioso ya que no sabía qué iban a decir de mi, así que traté de no llamar la atención; pasaron diez minutos y pensé que por fin me dejarían en paz, hasta que comenzaron otra vez con sus insultos:

¡Vaca! ¡vaca! ¡ya apareció la vaca! – todos entonaban de forma burlona.
¡Diablos!, ¡qué dolor de cabeza! Creí que sería diferente todo después de bajar un poco de peso, pero descubrí que no era suficiente. Necesitaba hacer algo más, bajar de peso más rápido, comencé a considerar inútil mi trabajo en el gimnasio.

En Internet se encuentra de todo, bueno al menos eso dicen, así que busqué distintas formas de bajar de peso y me encontré con varios métodos que, según muchos testimonios, les había servido.

Un método que las personas dijeron muy efectivo era el de vomitar la comida, ¡Si, vomitar la comida! Lo consideré algo tonto y estuve a punto de buscar otros métodos, pero me llegó un recuerdo de los malos momentos que paso con mi grupo y decidí llevarlo a la práctica.

El blog menciona que debo vomitar después de cada comida del día, así que no esperé más y fui a vomitar el desayuno. Se me hizo un poco desagradable, pero lo logré.
Seguí yendo al gimnasio y lo combiné con el método que encontré en Internet; después de una semana repitiendo los mismos hábitos, comencé a sentirme muy débil, y cada que iba al baño a vomitar, se distorsionaba mi silueta en el espejo. No le tomaba mucha importancia porque intuía que era por lo cansado que me sentía, sin embargo, cada vez era más frecuente y notaba que mi reflejo cobraba vida.

No Confies en TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora