Capítulo cuatro.

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―¿Cuándo? ―insistió Simon

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―¿Cuándo? ―insistió Simon.

Rachel se abrazó a la agenda y lo observó con poca discreción, a lo que Simon hubiese sonreído si la conversación poseyera un tono más ameno y menos urgente.

Sostenían una relación bastante agradable y había una considerable confianza entre ellos. Ese solía ser el requisito al que más puntapié le había puesto a la hora de escoger una secretaria. Debía poner en ella su confianza y el manejo de su tiempo. Por fortuna, Rachel cumplía a cabalidad con esos requisitos.

―Hace dos semanas, mi señor ―respondió. Hizo una mueca―. Indicó que estaba tramitando algo urgente, pero no especificó de lo que se trataba.

Simon golpeó el escritorio con el bolígrafo de forma insistente. El ritmo aumentó a la par que su exasperación.

―¿Le preguntaste cuál era ese «trámite urgente» que estaba realizando?

―Por supuesto. ―Simon agrandó los ojos. Quería que ampliara su respuesta―. No ha contestado.

Simon movió la cabeza. Si era por disgusto, frustración o ansiedad no estaba seguro.

Ya tenía suficiente con sus responsabilidades, que apenas le permitían respirar, y ahora debía añadir las de su hermana. Olive en definitiva no pudo elegir peor momento para aceptar ese viaje. De modo que, mientras ella realizaba la visita anual a Mónaco, España, Suecia y Dinamarca, Simon y William estaban obligados ―tal como la misma Olive les había dicho mientras los apuntaba con el dedo― a dividir las responsabilidades.

A William le tocó la «buena vida»: bailes, reuniones, cenas y eventos conmemorativos. Todas aquellas actividades donde su carisma y buen humor aportarían un ambiente ameno hasta la reincorporación de Olive.

La muy desgraciada le asignó la tarea más demandante: la administración de Prohibido callar.

Si había algo que no quería volver a hacer en su vida, era involucrarse con las mujeres cobijadas bajo el paraguas del grupo de apoyo de su hermana. Bueno... tenía que ser justo: no deseaba relacionarse con una sola.

Esa condenada pelirroja.

En sus casi veintiún años, nunca conoció el significado o el impacto de la palabra «tarde». Era puntual, cuidadoso y discreto. No esperaba menos de las personas con las que debía relacionarse. Y si había algo que la pelirroja era...

Pues ninguna de las tres, a decir verdad.

Los había hecho esperar antes de entrar en el salón, no tuvo control de sus instrumentos y tampoco fue discreta al acercarse para, supuestamente, ayudar a limpiar el traje, cuando en realidad lo dejó en peores condiciones. Se vio en la obligación de volver al palacio a cambiarse.

¡Era la primera vez que llegaba tarde a un compromiso!

―...y el señor Vane ha pedido una reunión con usted cuanto antes.

Tentando al heredero (Serie Herederos 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora