Cap 5... La segunda prueba

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Narra Carmen:

- ¿Alejandra?¡Alejandra!

Digo al ver cómo aparece de la nada.

- ¿Alejandra?¿Dónde está tu cara?

Pregunto, y empiezo a rebuscar entre su maraña de pelo rizo.

- ¡Aquí!

Exclama, y siento retiro mi mano al sentir dolor en la misma.

- ¡Au!¿Me has mordido?

Digo sobándome la mano.

- Lo siento tía, tenia que hacerlo.

Dice mi amiga, retirándose el pelo de la cara y riéndose.

Sin poder evitarlo, me uno al coro de risas, cuando de pronto se oye un silbido que nos obliga a taparnos los oídos.

- ¿Qué es eso?¿Es la segunda prueba?

Pregunto.

- No lo sé, pero eso seguro que sí.

Responde, señalando algo justo en frente de nosotras.

Narra Alejandra:

Carmen dirige su mirada hacia donde he señalado.

Su semblante palidece en cuanto ve una jauría de lo que parecen perros negros.

El pelaje de dichos animales parece hecho de azabache, y suelta volutas de humo del mismo color.

A medida que se acercan, puedo ver que están hechos de sombras, de maldad. Sus cuerpos se encuentran horriblemente mutilados.

A algunos perros les faltan las orejas. A otros, la lengua les cuelga de la garganta. A otros, la baba les cae sobre heridas, trozos de pelaje y carne arrancados de sus extremidades.

¿Quién podría haber hecho esto?

- Creo que voy a vomitar.

Dice Carmen, con la voz entrecortada.

- Vámonos. Vienen a por nosotras. Esta es la segunda rueba. Una prueba física.

Explico.

- ¿Cómo lo sabes?

- Ni idea. Sólo lo sé. Pero vámonos. ¡Vámonos ya!¡Van a alcanzarnos!

Grito, desesperada, y echo a correr.

Puedo ver por el rabillo del ojo que Carmen me sigue, pisándome los talones.

Desgraciadamente, la manada de perros rabiosos también.

Pero el bosque no nos facilita la huida.

Las ramas de los tétricos y lánguidos árboles se cruzan en nuestro camino, arañándonos la cara y dificultando nuestro avance.

Estoy a punto de tropezar con unas raíces que tratan de agarrar traicioneramente mi tobillo, pero Carmen las corta con un machete.

- ¿De dónde lo has sacado?

Pregunto, refiriéndome al arma cortante.

- ¡Hay cosas que cuelgan de los árboles!¡Son como ayudas, o algo así!

Responde, sin dejar de correr, y señalando las ramas más altas de los árboles.

Como bien dice mi amiga, de ellas cuelgan distintas herramientas: martillos, hachas, navajas, katanas... ¿Eso es un bazooka?

Quiero uno.

Giro levemente, pero sin disminuir la marcha, y salto.

Juro que antes no llegaba tan alto.

Una punzada de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora