Prólogo

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Camino por el apartamento, con el resonar de mis tacones haciendo eco en la estancia oscura y miro el desastre que esta echo. Después de haber sobornado al portero para que me ayudase a abrir la puerta de este, y poder entrar, debo poner en cuestionamiento incluso la seguridad de este sitio.

Mayor fue mi sorpresa al encontrarme con semejante desastre. Parecía que un tornado hubiese pasado por el lugar y se había llevado todo a su paso, dejando solo caos.

Me detuve por un minuto, para apreciarlo, aunque no había nada que apreciar. Ropa desperdigada por todos lados, los restos de una vajilla en un rincón, el olor putrefacto de comida descompuesta y la oscuridad del sitio no ayudaban en nada a darle un mejor aspecto del que ya tenía.

Sabía que no hacía lo correcto.

No era correcto entrar en un apartamento sin ser invitado, como una vil delincuente, pero tratándose de quien se trataba, me importaba muy poco, mis principios y educación.

Los seres humanos, hacíamos lo que nuestra conciencia nos dictara correcto, incluso sin importar a quien te lleves por el medio. Y así funcionaba con quienes hacían todo para su propio beneficio. No importaba cuanta educación tuvieses o como te hubiesen criado, si eras una persona impulsiva, solo lo colocabas en una balanza y ganaba tu corazón.

Suspire y trate, de llenarme de valor, para enfrentarme a esto, porque antes que mis principios y educación, estaban mi corazón y cordura.

Me encamine hacía el pasillo, que se vislumbraba desde la entrada principal, en este, había tres puertas y temía con lo que me pudiese encontrar.

Entre a la primera, mi pulso se aceleró, la respiración se me entrecortó y muchas cosas pasaron por mi mente, en menos del tiempo requerido. Un montón de pensamientos bulliciosos y distintivos.

Mi parte resentida, esa que estaba molesta por todo lo que había pasado, me gritaba que diese medía vuelta y no mirase atrás, que se lo merecía, pero mi parte racional esa comandada por mi conciencia y que peleaba con mi corazón, me gritaba que era lo correcto. Que no importaba como, o cuánto daño había causado, mi hermana, nadie se merecía vivir así.

El apartamento, era minúsculo y muy descuidado, pero eso fue algo que pude apreciar antes en la fachada, cuando baje del taxi, o en el caso, cuando le pedí al portero que me ayudase a abrir la puerta a cambio de unos billetes, sin explicación alguna y este no lo dudo.

Trate de controlar la revolución de sentimientos dentro de mí, que no me dejaban pensar con claridad.
El bulto tembloroso, que estaba oculto entre las sombras de aquella habitación, me hizo cuestionar, que tanto sabía, o llegaba a conocer a las personas.

Mi hermana estaba hecha un ovillo, en una esquina de la habitación, esta, estaba a oscuras, por lo que solo percibía su silueta, gracias a la poca iluminación, que entraba por el gran ventanal de la habitación.

Verla así, en ese estado, siendo el centro del caos, echa un desastre, azotaba un sin fin de sentimientos en mi sistema, me daban ganas de acabar con todo de una vez, que con esa misma determinación con la que me subí a mi auto y conduje hasta aquí, y fue una idea que venía instaurándose en mi a medida que entraba en el apartamento, era la misma que debía usar y sacarla de allí.

Camine hasta ella, sin que notase mi presencia.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó entre sollozos, apenas estuve frente a ella.

Levantó su rostro y nuestras miradas chocaron. Hacía unos pocos meses que no la veía, y no era ni la sombra de lo que fue. Estaba ojerosa, sus ojos rojos, su rostro consumido por el mal trato, su cabello castaño, más claro que el mío, antes sedoso y bien cuidado, ahora parecía un nido de pájaros, y los moretones que no ayudaban a acentuar en nada, lo que antes fue una belleza en pasarela.

Los Misterios de una Boda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora