C A P Í T U L O D O S.

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Aproveche la salida de mi nada agradable compañero de habitación, para ducharme.

Hacía muchísimo calor y la ropa se me adhería de forma, no tan agradable. Tomé mis productos de aseo personal y una toalla, para dirigirme al baño, encendí la regadera, para que el agua fuese cogiendo temperatura y aunque la inmensa bañera, me pedía a gritos ser utilizada, no sucumbiría a la tentación.

Por un momento, olvidé que no estaba sola, solo por un momento, al percatarme de había dejado la puerta del baño abierta y sin pestillo, corrí a pasarlo.

Una vez lista, salí del baño, con una simple toalla envolviendo mi anatomía y otra secando mi cabello, el estirado neandertal, estaba sobre la cama mirando su celular.

Carraspeé, para llamar su atención.

—¿Podrías, ya sabes...? —Dije para que saliese de la habitación.

—¿Qué? —Preguntó y puse los ojos en blanco.

—¿Podrías salir, para poder vestirme? —Él me miro de arriba a abajo y una sonrisa, se plasmó en su rostro.

—Puedes hacerlo delante de mí, no es algo, que, no hubiese visto ya —soltó con voz ronca y sentí mis mejillas enrojecer, pero no de vergüenza, si no de pura y adictiva ira.

—Eres un completo imbécil.

—Me lo dicen mucho —admitió y subí mis cejas— pero como no quiero problemas, con la chica, con la que compartiré habitación los próximos cuatro días... —se levantó de la cama— yo también me ducharé —dijo mientras procedía a desabotonarse la camisa.

—¿Qué haces?

—Voy a ducharme —repitió de forma pausada como si yo fuese idiota.

—Podrías desvestirte en el baño —dije, pero me ignoro, sacándose la camisa y pude sentir la sangre acumularse en mis mejillas, su perfecta y musculada anatomía, quedó a la vista.

Su piel era pálida, sus bíceps bien formados, y un six pack, que me llevó a tener pensamientos inadmisibles. Tenía un cuerpo de infarto y él lo sabía, la sonrisita de idiota me lo confirmó.

Joder.

Tenía un cuerpo tonificado, se notaba que pasaba horas en el gimnasio.

Desvié mi mirada, cuando noté sus intenciones de bajarse los pantalones. Le di la espalda y me dirigí a mi maleta, tratando de calmar mi respiración y concentrarme.

Sólo cuando escuché la puerta del baño cerrarse, solté el aire, que no sabía, estaba reteniendo.

Tomé lo necesario y me vestí, lo más rápido posible. La tensión en mi cuerpo no me abandonaba y no quería otra conversación con el deseable vecino.

Había escogido un vestido, color rosa pálido, de tiras anchas y un poco de transparencia que iba desde las clavículas, hasta el ombligo en forma de v, sin llegar a ser llamativo o vulgar.

Seque mi cabello e hice algunas ondas, para que cayese al natural, me peine el flequillo hacía atrás y lo sostuve con una pinza, me coloque unas sandalias y rocié perfume sobre mi cuerpo, me maquillé un poco y estaba lista.

Como todavía tenía tiempo, me dispuse a recoger un poco mi desastre, mientras mi compañero se paseaba con solo un jean, por la habitación.

Como no quería otro inconveniente con él, tomé mis cosas y sale de la habitación, justo cuando mi celular comenzaba a sonar con una llamada entrante.

—Leslie ¿cómo va todo?

—Haces falta por aquí.

—Sólo estaré cuatro días, estoy segura que lo harás de maravilla.

Los Misterios de una Boda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora