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-¿Y bien? -levanté la mirada al escuchar aquella voz tan conocida para mi, viendo su bonito rostro con ganas de saber mi respuesta

-Ah, por supuesto! No hay problema

Aquella chica sonrió ampliamente y me dio un cálido abrazo, esos que amaba muchísimo para después tomar sus cosas para prestar atención a la clase al ver al profesor de turno entrar al pequeño espacio que teníamos por aula

No pude concentrarme mucho en las palabras del sujeto de unos aproximados cincuenta años, ya que toda la atención que tenía se iba a aquella chica en frente de mi.

No sabía cuando había llegado a esta situación, pero no me molestaba en lo absoluto. Mi pasatiempo favorito en los últimos meses había sido dedicarme a estudiar cada parte, reaccion y hábitos de la persona que llevaba cada uno de mis suspiros en sus manos, y no podía estar más agradecida de que fuera ella

Es decir, ¿cómo no estarlo? Esa chica era preciosa, y hacía que todos mis sentidos se entorpecieran de manera única y diferente, con solo una mirada podía enamorarme cada vez más si era posible. Esa bonita mirada que se robaba cada latido que mi pobre e ingenuo corazón daba, deseando que esos preciosos ojos solo me vieran a mi.

Era la mujer perfecta para mi, de eso estaba segura, desde su lindo cabello castaño que podía pasar acariciando toda la tarde mientras hablábamos de cualquier tontería, sus hermosos labios tan rositas como, el tono de mis mejillas cuando me hablaba, sus manos...

Quizá era lo que más me encantaba de ella

Sus manos, tan grandes que cubrían las mías diminutas a su lado, siempre estaban heladas, y eso amaba de estas, se completaban con las mías, las cuales siempre estaban calientes, creando una temperatura perfecta y cómoda con ambas, como el invierno llegase a completar el verano en su totalidad, polos opuestos que juntos, crean un ambiente maravilloso a pesar de lo diferentes que son, haciéndote sentir tan cómodo que parece irreal

Tal vez sus lindos ojos eran los que más me intimidaban y enamoraban cada vez que podían, aquellas esmeraldas verdes tan preciadas para mis orbes, sintiéndose agradecidos con el hecho de saber que me miraban una milésima de segundo, sabiendo que siquiera existía para ellos

O quizá su figura, tan esbelta y preciosa, haciendo que mis manos picaran por querer tocarla, tocar sus brazos, su cintura o tan solo alguna parte de su piel, para saber que aquel Ángel que tenía en frente era Real y no una simple jugarreta pesada de mi imaginación.

Ella era perfecta

Perfecta para mi, pero quizá, alguien más era perfecto para ella

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