|PAULO DYBALA.
Paulo daría lo que fuera por volver a admirar ese fascinante brillo que tanto adoraba en aquellos ojos celestes, no importaba si para eso tenía que escapar de su realidad. Daria lo que sea para verla feliz, así le doliera el alma al h...
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[ Hace un tiempo atrás...] — NARRADOR OMNISCIENTE —
El vestido blanco de satín hacía que varias personas dentro de la habitación se dieran vuelta para observarla. Ella conocía perfectamente lo que sus curvas causaban a cualquier persona con sentido común y carajo que sabía cómo aprovecharse de eso. Toda la pequeña ciudad habló cuando la vieron pasar por primera vez al boliche. Los nervios que causaba en los hombres era tanto que ni uno se le había acercado a hablar mientras que cualquier mujer con dos dedos de frente habían establecido aunque sea una conversación mínima de diez palabras para evitar que aquella protagonista se acerque a sus hombres.
Le pareció raro y absurdo el comportamiento, pero no abrió la boca, se mantuvo callada y con una sonrisa para tratar de no armar un escándalo la primera noche en su nuevo hogar. ¿Que clase de mujer consciente veía eso como algo seguro? ¿En serio creían que por ver a su pareja hablando con alguien iba a hacer que sus "hombres" no se acercaran a ella con otras intenciones? ¿No estaba claro ya que no servían para nada? ¿Que ella no iba a acercarse a alguien que esté con pareja?
Él ni siquiera se percató de su llegada, estaba mirando cómo la mujer que tenía en frente se movía al compás de la música. Acomodó mejor su espalda en el sillón negro para poder verla mejor mientras la morena se balanceaba en la pequeña mesa ratona. Rió al ver que casi por un movimiento cae al piso. Ni siquiera se iba a molestar en ayudarla a levantarla, eso le pasaba por querer llamar la atención de su mejor amigo, quien estaba ocupado intentando conseguir un poco de alcohol gratis.
—Sos patética. —le quizo decir pero la risa y la música del lugar hizo que la mujer frunciera su ceño, sin entender.
—¿Qué? —preguntó interesada al ver que era un amigo de su conquista.
—Que sos una patética, no te está prestando atención. —la mujer abrió la boca indignada. Él rió aún más cuando quiso bajar de la mesa y su tobillo se dobló, provocando que haga malabares al aire para no ver el piso.
—No te rías —le suplicó y eso hizo que él riera aún más fuerte, haciendo que su amigo lo mirara confundido. El simple hecho de que en ningún momento miró a la mujer que antes estaba arriba de la mesa hizo que quiera volver a burlarse de ella.
—¿A quien le estás hablando? —preguntó gritando. Paulo se encogió de hombros y negó.
—Nadie importante.
Su amigo lo miró confundido para luego darse vuelta y seguir intentando que la mujer de seguridad le pasara otra botella de champagne.
