•Capítulo 4: Propuesta•

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Apenas Eren recibió la carta en sus manos corrió hasta su cama y la guardó debajo de su almohada para así leerla luego, ya que dentro de unos minutos la campana sonaría invocando a los cadetes para su entrenamiento.

Salió de la cabaña mientras se ponía la bota a duras penas.

—Agh, ¿por qué me pasa esto a mí? —bufó sin ánimos— Ni siquiera he tomado el desayuno. —susurró mientras cerraba sus ojos, maldiciendo en su mente el que Armin no lo haya despertado

Vio que los demás cadetes salían del comedor, listos para formarse en línea recta como el entrenador Keith ordenó, por lo que Eren apresuró el paso sin importarle su aspecto, pues su cabello estaba revuelto y sus ojos se veían cansados.

—¡Ah! Me he puesto las correas al revés. —el castaño se tiró un golpe en la frente y tuvo que quitarse las correas para volver a colocárselas

—¡Eh, chico tatakae! —llamaron Floch y Thomas pasando por al lado suyo

—¡Más vale que te apures con eso sino quieres un sermón de parte del viejo arrugado! —le advirtió Floch de manera burlona

—¡Si, ya voy! —respondió Eren, pero debido a la desesperación en querer ir rápido con sus compañeros, sus correas terminaron enredándose cada vez más

—¿N-necesitas ayuda? —preguntaste tímidamente al notar su problema

Eren pegó un brinco por tu repentina aparición, ya que estabas detrás de él. Volteo su cabeza para poder verte, provocando que tus mejillas se tornaran de un color carmín, pero aún así no apartaste la mirada. Te gustaba observar sus iris color verde esmeralda.

—Si, por favor. —te contestó algo apenado por no saber colocar las correas correctamente

A pesar de que ya habían pasado más de tres días, aún le faltaba que se acostumbrara a ciertas cosas, pero nada que con su determinación no pudiera superar.

—B-bien. —te acercaste hacia él y primero lo ayudaste a desenredar las correas, luego las pusiste de manera correcta sobre su cuerpo y comenzaste a ajustarlas preguntándole de vez en cuando si le incomodaba o podía moverse correctamente— ¿Está bien así, E-Eren?

—Ah, si está bien. —terminaste de abrochar la parte de su espalda y te alejaste de Eren rápidamente— Gracias, sin ti no hubiera terminado nunca. —ambos rieron por lo dicho. Ya te estabas acostumbrando a la forma de ser de el castaño

—N-no ha sido nada... —por un momento te imaginaste tocando el cuerpo de Eren aprovechando que lo estabas ayudando a ponerse las correas

Arlet's (Eren y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora