Fitaratra VII

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En la cocina, Minho abrió una botella de vino, mientras Taemin recogía algunos huevos, queso y tomates de la nevera. Se sentía nervioso por su beso... no. Por la intensidad que había experimentado entre ellos. «¿Puedo ser gay?»

—Compré esto cuando estaba en París. Donovan y yo lo probamos en este pequeño viñedo increíble. Nos encantó. Espero que a ti también.

Minho sostenía un vaso a los labios de Taemin. Taemin tomó un sorbo. Era suave y mantecoso. Y absolutamente delicioso. Minho lo miró con una expresión extraña... casi con ansiedad en sus ojos.

—Bueno, no soy un experto, pero creo que es fantástico.

—¿Ningún experto? —Minho se alejó de él—. Tú crees que eres el experto en todo, cariño.

—¿Cómo me soportas? —Taemin batió los huevos, vertió la mezcla en una cazuela.

Minho se echó a reír. —Me lo pregunto todos los días.

—Lo siento, —dijo Taemin sinceramente—. Estoy tratando de ser un mejor hombre.

Minho no dijo nada. Se puso de pie contra la isla de la cocina, girando el pie de su copa de vino entre sus dedos. Taemin eligió otro plan de acción.

—A mi padre pareces gustarle más que yo.

—Cuando se llega a esto, Dongjun, tu padre siempre juega con nosotros el uno contra el otro. No tiene lugar en nuestro matrimonio. Te dije eso desde el principio.

Taemin asintió.

—Bueno. —Minho pasó por delante de él—. Voy a ordenar mi nuevo dormitorio. Vuelvo en un rato.

Taemin se apoyó en la encimera. Este Minho era más grande que la vida. Y confuso. Un minuto estaba besando a Taemin, el siguiente estaba entrando en su propia habitación. Taemin no estaba seguro de qué hacer con él o cómo hablarle. No podía permitirse cualquier cambio en estos momentos. Se acercó a la nevera en busca de ingredientes para ensaladas.

Comenzó a enjuagar, cortar en rodajas, picar, cortar en cubitos. Arrojó aceite y vinagre en la licuadora y fabricó su propio aliño. 

Se dio la vuelta en un punto y se encontró de pie a Minho allí mirándolo.

—Sabes cocinar, —dijo el hombre.

—Por supuesto que sé. ¿Quieres comer aquí?

Minho se encogió de hombros. —Lo que sea. Tengo que comer y dormir.

Taemin asintió. Consiguió algunos utensilios y un par de servilletas y las puso sobre el mostrador.

Minho los miró. —Gracias.

Taemin se encogió de hombros. —Minho, sé que quieres esperar. Pero necesito decirte algo. —Usó guantes de cocina para sacar el Frittatadel horno. El olor a queso burbujeante llenó la cocina.

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