Fitaratra VIII

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Taemin se sentía como si estuviera en un sueño. El gran vozarrón que venía de abajo golpeó con dureza su sueño como un personaje salido de Chain Saw Massacre. ¿Tenía a este hombre junto a él que sólo le chupó de vuelta al cielo? ¡Jesucristo! En la escuela secundaria, había sido divertido, pero... esta... esta... era una intimidad que nunca había conocido, una que podría convertirse en una adicción. Ahora bien, si este tipo hiciera esto por él todas las noches, esto estaría muy bien... pero había allí más que eso. Minho había querido... bueno... joder con él, y nunca antes había sido jodido. No creía que le gustara. «Maldita sea. ¿Dónde me he metido aquí? Yo no soy mi hermano»

Minho rodó sobre su espalda y gemía de frustración. —Jodido Cristo, ¡Dongjun¡ Es Jae Myung. Ya te dije que deberías haberle pedido la llave de vuelta cuando te hiciste cargo de la casa.

Taemin no tuvo la oportunidad de responder. Minho salió de la cama y se acercó a recuperar un albornoz que colgaba de la parte posterior de la puerta. Los ojos de Taemin se abrieron como platos mientras pasaba la mirada sobre el cuerpo desnudo de Minho. Hermoso. Apenas podía asimilar todo, como una estatua de mármol. Perfección absoluta.

Tuvo la repentina urgencia de tirar de Minho a la cama, lamentando que no hubiera pasado las manos sobre todos esos músculos cuando había tenido la oportunidad. No quería decir que fuera gay, pensó, mientras observaba a Minho deslizarse en un blanco albornoz. Simplemente estaba admirando al hombre como uno que admira una obra de arte. El chico le dio una mamada como si no hubiera un mañana. No sería demasiado difícil tocarle... o tal vez incluso masturbarle. No estaba seguro acerca de poner la polla de Minho en su boca sin embargo. Esa era una cosa diferente.

La puerta se abrió y apareció un hombre alto, bien construido. Miró alrededor de la habitación. —Muchachos, ¿dormís como los muertos o qué?

Taemin tiró de la manta hasta la barbilla, mirándole. Podía ver un poco de su propia imagen reflejada en esa cara. ¡Mi Padre! Dios, este apenas fue el reencuentro con su padre que había imaginado.

Minho frunció el ceño al hombre que había invadido el dormitorio. Lee Jae Myung dio un manotazo a Minho en la cabeza como si fuera un niño pequeño. —Vamos, tienes un montón de tiempo para estas cosas. ¡Bienvenido de nuevo, hijo!

Minho esbozó una educada sonrisa y se ajustó el pelo con una mano temblorosa. —¿Te das cuenta de la hora que es, Jae Myung?

—¡Pájaro tempranero consigue el gusano, chico! —Se acercó a la cama y miró a Taemin—. Tú y yo tenemos algo que hablar.

—¿Puedo vestirme primero por favor?

—No me gusta tu tono —respondió Jae Myung Lee.

—¡Jae Myung! —interrumpió Minho—. Por favor, espera en la planta baja. Estoy seguro que hay café hecho. Dongjun estará abajo dentro de poco.

Lee Jae Myung suspiró y caminó hacia la puerta. Echó un vistazo a Taemin que se sentía como un pequeño cuchillo para carne. —Ahora que estás de vuelta, Minho, quizás Dongjun recobre el sentido. —Cerró la puerta detrás de él.

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