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Shen Yuan vive en un pequeño apartamento. Qi Qingqi, Liu Qingge y Lui Mingyan son sus rommies.

Hoy en la mañana Qi Qingqi se levantó de malas..., más que de costumbre.

En cuanto vio al perezoso Shen Yuan salir de su habitación todo desarreglado y con las ojeras de la noche anterior, su exasperación explotó hasta el cielo.

—¡Mírate!—gritó cuando lo vió—, ¡gastando tu salud y energía en tus estúpidas novelas!

Shen Yuan estaba desvelado. Volteó a un lado, volteó al otro. Inquirió a Qi Qingqi con una mirada confundida. Con un dedo índice vacilante se señaló a sí mismo.

—¿Yo?—preguntó con precaución.

Como temía, esa pregunta desencadenó una retahíla interminable de reproches. Como rocas pesadas sobre su espalda, todos los regaños de Qi Qingqi lo hicieron encorvarse poco a poco.

—¡No comes bien, no duermes bien, no haces ejercicio...!—enumeró Qi Qingqi golpeando con fuerza sus dedos. Su mirada centelleaba de ira. La cabeza gacha de Shen Yuan no despertó su compasión, al contrario, avivó su furia—. ¡Párate derecho!

Como si le hubiera caído un rayo, la espalda de Shen Yuan se enderezó.

Shen Yuan ya era un adulto. Ser regañado de esta manera era muy indignante. Ni siquiera su madre lo había regañado así cuando era pequeño. Sin embargo, sabía que ni los mismos dioses podían interrumpir o impedir este sermón.

Su mirada cansada se dirigió a la sala, encontrándose los rostros curiosos de los hermanos Liu. Liu Mingyan mostró un poco de compasión y bajo su mirada. Por otro lado, Liu Qingge se burló de él abiertamente con una estruendosa carcajada que rebotó en todas las paredes.

No sabía que en cuanto esas risas cruzaran el pasillo, Qi Qingqi se voltearía bruscamente y lo apuntaría con sus extravagantes uñas postizas.

—¡¿De qué te ríes sabandija?!—aulló apretando los dientes. La sonrisa de Liu Qingge se desvaneció en un instante—¿Te parece gracioso que este sujeto busqué tan desesperadamente la muerte?

Liu Qingge negó vehementemente. Su rostro asustado era tan divertido que Shen Yuan tuvo que morder su labio antes de reírse también.

En completo silencio y ahorrando movimientos llamativos, la joven Liu Mingyan bajó la cabeza y se concentró en acabar su plato de avena.

Gracias a los cielos, este día era lunes. Qi Qingqi detuvo su reprimenda a regañadientes y caminó con fuertes pisotones hacia su trabajo.

Liu Qingge salió después con los puños apretados. En su interior se arrepentía de haberse dejado regañar, es decir, ¡él no era ningún debilucho! Cuando salió azotó la puerta y no se despidió de nadie.

En tercer lugar, Liu Mingyan salió aún en silencio. Estaba secretamente orgullosa de haber sido la única no regañada. Antes de cerrar la puerta, miró a Shen Yuan viendo televisión mientras se servía chocokrispis.

—Shen-xiong, ahora me voy, cuídese—se despidió.

Shen Yuan atrapó un cereal que se había salido del bol y se lo llevó a la boca.

—Ten un buen día, Liu-meimei—respondió distraído.

Una sonrisa adornó el rostro de Liu Mingyan mientras cerraba la puerta. Un suave click selló la habitación en un silencio abrumador.

Sólo podía escucharse el rumor de la televisión, donde los competidores de un programa estaban a punto de enfrentarse a una nueva pista de obstáculos. También se escuchaba el claxon de los autos y el canto ligero de los pájaros. Desde una ventana, la luz entraba en una brillante cascada hasta escurrirse por el suelo de madera. Shen Yuan miró alrededor escuchando a sus propios dientes triturar el bocado de cereal, sintiéndose un poco sólo.

El Cuñado Estorbo [Bingqiu/ ModernAU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora