Cinco

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Lex ya está en el aeropuerto cuando ella llega y le sonríe en cuanto la ve. Sería escalofriante si en el último tiempo él no se hubiese convertido en un hermano estrella, llamándola constantemente, verificando un plan de conspiración a futuro en favor de —por dios santo, tiene un problema enorme— su novia alienígena. Se apresura a alcanzarla, tomando su maleta en su lugar. Otra sonrisa deslumbrante que se diluye al no obtener respuesta, luego los ojos curiosos de su hermano rebuscan detrás de ella, sin encontrar a cierta chica rubia, alegre e impredecible.

—¿Y tu novia? Creí que no se apartaría de ti ni aunque el avión despegase —Lena siente su mirada anclada al rostro, analizándolo porción a porción.

—Nos dimos un descanso —Lex toma el jadeo más grande del universo.

—Bromeas.

—No.

—Maldición, no bromeas —se le pone enfrente, deteniéndola. —Maldición, maldición —a Lena le dan ganas de pegarle un puñetazo para callarlo, no necesita a su hermano molesto recordándole un evento bastante fresco en su memoria. —¿Qué se hace en esos casos? ¿Quieres helado? Maldición —la menor sólo agacha la mirada y él lo entiende, cerrando la boca y dejando de lado la maleta. Pronto tiene a su hermano rodeándole los hombros en una muestra afectiva nada propia de los Luthor. —¿Fue su culpa?

—No es culpa de nadie.

—Bien —le frota la espalda, —¿Segura?

—Sí.

—Maldición —vuelve a decir él entre dientes. Lena no puede estar más de acuerdo. Durante el vuelo finge dormir porque sus fuerzas para soportar la mirada dubitativa en la cara de Lex se reducen a... prácticamente nada.

Usualmente sabe qué esperar de cada una de sus acciones. Calcula las consecuencias el tamaño y la importancia de las mismas, porque es esa clase de persona. Lógica. Y de todas formas se encuentra en un limbo de inconsciencia donde lo único a lo que logra darle sentido es a la cara de su —temporalmente no— novia. A la cual, sin pensar demasiado, había dejado en medio del trecho pavimentado entre el edificio de ciencias y el tramo de jardín con el pasto más verde del planeta. Esquivando una conversación y luego durmiéndose entre sus brazos semidesnuda. Con una mierda. ¿Cómo iba a estar pensando?

El aeropuerto está vacío, pues por algo son millonarios y el viento corre con una fuerza inesperada, restregándole el frío invernal de Irlanda en las mejillas. Sonrojándoselas. Solía imaginarse dejando Irlanda, pero no se imaginaba volviendo a casa en las festividades con esa sensación embriagante —en el mal sentido— de nostalgia helada y profunda. Después de todo tampoco se había imaginado encontrar a una novia en su internado para chicas millonarias y cuando la tuvo no se imaginó estar a punto de perderla. En general esto se trata de cuántas cosas Lena no tuvo imaginación para contemplar. Y a cuántas Kara les dio rienda suelta.

Lex le relata resúmenes desordenados de aproximadamente sus últimas mil conversaciones con el hombre de acero, Lena sabe que intenta distraerla y ambos saben cuán inefectivo está resultando. Al final su hermano se rinde, porque hablar sobre el primo heroico vestido en poliéster azul marino de su novia no está ni cerca de ser un alivio mental. Sobre todo ahora, cuando Kara puede estar a punto de ser quien surca los aires vestida en poliéster azul marino.

Baja las escaleras con una manta echada sobre los hombros, se mete en la cocina, abriendo y cerrando gabinetes, cajones, la nevera y finalmente encendiendo la estufa para hacer chocolate caliente. Su ingesta de chocolate ha incrementado en niveles estratosféricos la última semana. Semana sin Lena, por cierto —si ignoran esa noche—. La puerta de la entrada se abre, dejando ver a las recién llegadas Alex y Sam después de sus compras navideñas. Kara agacha la mirada instintivamente, así por lo menos no se encuentra directamente con dos pares de ojos inundados en preocupación y puede fingir estar bien.

People are complicatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora