Eran ya las diez de la mañana, lo que significaba que llegaba tarde al trabajo. Siempre me entretenía leyendo por las noches, y acababa arrepintiéndome al día siguiente. Pero... ¿quién podía resistirse a un buen libro? Porque definitivamente yo no. Trabajaba en el turno de verano del Acuario de Madrid, el "Atlantis Acuarium", nombre que siempre me había recordado a la película de La Sirenita. Ariel era mi princesa de Disney favorita por muchos motivos, y siempre le había tenido un cariño especial. Yo trabajaba en el Acuario con mi tío, pero él se encargaba de la mejor parte del trabajo: se encargaba de las visitas guiadas, por lo que conocía a diario a mucha gente interesada por la vida marítima. A mi siempre me había encantado el mar, y lo echaba de menos cada día de mi vida. Desde que mi padre murió hace cinco años, mi madre no había querido saber nada más del mar, de hecho, se mudó desde Tenerife hasta el centro de España, La Capital, Madrid. A mi no me disgustaba, pero echaba de menos lo que suponía tener la playa al lado de casa, y salir a surfear con mi padre. Se que para mi madre es algo duro, y ella lo lleva de una forma distinta a mi. Me entristece su muerte tanto o más que a ella, y no hay día que no piense en mi padre, pero mi madre prefiere simplemente olvidarse de él para no sufrir, mientras que yo intento que no se me olvide nada de él, ni siquiera su olor. Surfear me ayudaba a recordarle, pero hace cuatro años que a penas surfeo (desde que nos mudamos a Madrid), y eso era algo que me dolía más de lo que ella pensaba.
Acababa de darme la ducha más rápida de mi vida, y al coger el móvil de la mesilla para salir de casa sin desayunar ni nada, vi que me estaba llamando mi tío, lo que no podía suponer nada bueno.
- ¡¿Hanna Crespo, se puede saber donde te has metido?!
- Buenos días tío Ian -dije esperando que me dijese algo más, pero sin éxito. -Estaba saliendo de casa, el despertador ni siquiera ha sonado, yo...
- Hann, tienes que dejar de leer por las noches los días antes de trabajar, sabes que tenemos mucho lío estos días -añadió cortándome, pero en el tono amable que no podía evitar poner.
- Estoy allí en quince minutos, y mañana incluso llegaré antes de la hora.
Se tardaba quince minutos en llegar al Acuario desde mi apartamento, así que llegaría unos quince minutos tarde, ya que mi turno empezaba a las diez y media y había sido incapaz de darme más prisa.
- Vale, pero procura ser más puntual, por mucho que yo trabaje aquí y pueda cubrirte a veces, mi jefe no es igual de comprensivo que yo.
Sabía perfectamente que mi tío Ian siempre me cubría cuando pasaban estas cosas, pero estaba llegando un punto en el que su jefe empezaba a sospechar, y si ese hombre empezaba a odiarme, ya podría ir despidiéndome de mi trabajo.
- Ahora te veo, gracias tío Ian.
- Hasta ahora Hann.
Colgué el teléfono y fui hasta mi Peugeot 207 de color azul cielo.
Antes de arrancar el motor comprobé que llevaba todo lo necesario para el trabajo, y una vez vi que todo estaba en orden, salí hacia el Acuario sin perder un minuto más.Quince minutos casi exactos después, ya estaba entrando en el edificio. Hasta momentos como estos no me había percatado de lo sumamente útiles que eran los aparcamientos únicos para el personal, ya que se pierde mucho tiempo buscando plaza de aparcamiento, y más en sitios como ese.
- Hann, coge el pin con tu nombre y ve a tu puesto, tengo una visita en tres minutos. -me dijo mi tío nada más asomar por la puerta principal.
Me dispuse a entrar en el vestíbulo y hacer lo que el me pidió, pero al entrar, algo, o más bien alguien, chocó contra mi.
- ¡Oye, ten más cuidado! -exclamó un chico al que nunca había visto por allí, probablemente otro chaval obligado por sus padres a visitar un lugar como aquel.
- El que debería tener cuidado eres tú, estas en la puerta de entrada.
El chico era alto, con el pelo rizado y dorado, y con unos ojos verdes que imponían. Tendría al rededor de mi edad, y vestía con ropa de playa: chanclas, una camisa con piñas desabrochada por la parte de arriba, y un pantalón sencillo azul marino. Se me quedó mirando un instante, y una sonrisa se instaló en su rostro.
- El cliente siempre tiene la razón. -dijo entonces con una sonrisa divertida y unos aires de superioridad que no me gustaron en absoluto.
Antes de que pudiera decir nada, me di cuenta de que efectivamente llevaba la camiseta de los empleados del Acuario. Solía cambiarme en el trabajo, pero al llegar tarde ese día había cogido la que tenía de repuesto en casa para ocasiones como aquella en las que no me podía permitir perder tiempo.
- Eso es algo debatible, pero no tengo tiempo para discutir con alguien como tú. Si me disculpas, tengo que ir a trabajar.
El chico parecía querer decir algo más, pero antes de eso, me di la vuelta y fui con mi tío, que en cuanto vio que me acercaba a la recepción salió disparado hacia un grupo de personas que debían estar esperándole para empezar la visita.
Yo trabajaría en la recepción hasta convertirme en una auténtica Bióloga Marina. Había sido mi sueño desde que supe que existía una carrera así.
De momento iba a empezar mi segundo curso en la Universidad. El primer año había sido duro, pero nunca había tenido dificultades en estudiar lo que le gustaba, y había sabido adaptarme bien. Además, tenía una compañera de piso que era un año mayor que yo, y había podido aconsejarme en varias ocasiones, lo que me había ayudado a relajarme. Ahora esperaba casi con ansia empezar el siguiente curso, superar los cuatro años que aún me quedaban para hacer realidad mi sueño y terminar la carrera de Biología Marina.Vendí entradas a unas cuantas personas y les di algunos folletos para explicarles algunas cosas sobre el acuario.
En un par de ocasiones había recorrido la sala con la excusa de tener que ir a por agua, para ver si volvía a ver a aquel chico rubio. Realmente no sabía por que lo hacía, ya que ni siquiera me había caído realmente bien, pero tenía curiosidad por saber a que había venido aquí, ya que cundo le vi estaba solo.
Mi búsqueda resultó ser un fracaso, ya que parecía que el chico había desaparecido. Supongo que él era una de esas personas que te generan cierta curiosidad, pero que tan sólo ves una vez en tú vida.
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Juntos somos el Yin Yang
RandomSoy consciente de la realidad y la ficción, y me han dicho muchas veces eso de que no merece la pena dejarse llevar por la atracción o la pasión, porque son cosas que desaparecen. Me decían que debía decantarme por lo seguro, por lo fácil, pero siem...