𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

941 71 31
                                    

𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎

𝑪𝒉𝒆𝒍𝒕𝒆𝒏𝒉𝒂𝒎, 𝑹𝒆𝒊𝒏𝒐 𝑼𝒏𝒊𝒅𝒐.

𝐽𝑢𝑙𝑖𝑜, 1919.


⠀⠀⠀⠀−¿Va a venir la abuela?

La súbita pregunta detuvo abruptamente a Ava Alice Obolensky, que estaba intentando escabullir un cigarrillo de la pitillera que su marido había abandonado en la mesa de luz apenas una hora atrás. La dulce mirada que le otorgó su hija menor, como si no acabara de inquirir la cosa más absurda del mundo, bastó para cesar su confabulación, segura de que ni siquiera inhalando todo el tabaco de Inglaterra, podría sentir la tranquilidad ineludible para sobrellevar el día que les esperaba.

Con un suspiro de resignación, se sentó en el mullido sofá victoriano que decoraba el vestíbulo de su habitación de hotel e hizo asomo de fisgar en el boceto que su pequeña trazaba en el cuaderno de dibujo que su padre le había obsequiado en Navidad, pero la pequeña traviesa lo apartó de su vista, entre emocionadas risas. Desde que le puso las manos encima, Althea se había deshecho en súplicas y reclamos de ser inscrita en una escuela de arte, a fin de refinar el talento que, para ser sinceros, parecía acompañarle de nacimiento.

⠀⠀⠀⠀−La abuela acaba de contraer nupcias, Allie – Alice no tuvo oportunidad de dar respuesta al desatinado cuestionamiento, pues la mayor de sus hijas consideró prudente hacerlo por ella. Con la mitad del rostro oculta detrás de su libro de anatomía, Cassandra apenas se parecía a la flamante belleza que su nombre hacía suponer. Alice había escogido el raro apelativo ella misma, tan segura como de que el cielo era azul, que había dado a luz a una niña lo suficientemente hermosa como para ser digna del nombre de una antigua reina griega favorecida por los dioses.

⠀⠀⠀⠀−¿Y eso qué tiene qué ver? – el espontáneo desconcierto en el rostro de Althea casi hizo reír a su madre. Ciertamente, podía entender el ímpetu de su marido en otorgar a su hija una educación convencional, como la que habían dado a Cassandra. Pero, para Alice, después de tanta violencia y tiempo perdido en la Gran Guerra, el mero pensamiento de enseñar a su pequeña los pormenores de la vida marital, provocaba un profundo desasosiego. No importaba que Althea acabara de cumplir dieciséis años, porque el sentimiento era tan afanoso, que había conseguido mantener las sugerencias de Serge a raya; a tal grado que, incluso, había rechazado la más lucrativa de las propuestas nupciales.

­⠀⠀⠀⠀−Ciertamente, la abuela debe tener mejores cosas que hacer, que asistir a las carreras, ahora que es una baronesa – replicó Cassie, y fue sin reserva alguna que su madre reconoció la mordacidad de su comentario. Para nadie era un secreto que Althea siempre había sido la luz en los ojos de Ava Lowle Lowling y que Cassandra había recibido apenas las migajas de su afecto. Aunque desconocía las motivaciones detrás de la diferencia en el trato que su madre dedicaba a sus hijas, Alice apenas podía intervenir; desde el divorcio y consecuente veloz muerte de su padre, Ava había sido una mujer asombrosamente reacia a mostrar apego a nada; que la compañía de al menos una de sus hijas le hiciera feliz, era más un triunfo que algo por lo que lamentarse −. Además, estoy segura de que al Barón de Ribblesdale ni siquiera le gustan los caballos. ¿Has visto cómo montaba el día de la boda?

Agapi |Tommy Shelby Fanfiction|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora