Domingo, 16 de junio de 2019.
Cuando lo vio ese día creyó haber viajado a otra dimensión en donde solo ellos dos existían. Parecía perdido, como si estuviera buscando a alguien.
Su cabello era, en extremo, rizado y pelirrojo y le llegaba hasta los hombros. Su piel era un poco nívea y era de esperarse por su peculiar color de cabello, pero estaba un poco quemada... parecía ser debido al sol, llevaba puesto botas de cuero, unos pantalones jeans blancos un poco pegados y gastados que revelaban sus rodillas y una camiseta esqueleto negra con un símbolo de paz en el centro haciéndole ver con detalle su cuerpo perfectamente definido. En su rostro llevaba una barba de varios días ya y sobre el puente de su nariz descansaban unas gafas circulares y transparentes rodeadas de un metal dorado, cumpliendo la función perfecta para que funcionasen como dos vitrinas cuidando esos hermosos ojos. Eran de un color verde común, pero él los hacía ver como si fueran especiales.
Orel no podía emitir palabra alguna cuando el muchacho se paró frente a él y procedió a bombardearlo con preguntas a las que no respondió, porque seguía perdido en sus ojos. Cuando le pareció ver una pequeña sonrisa en su cara despertó y comenzó a tener un pequeño ataque de nervios, el pelirrojo borró su sonrisa y se acercó a él con sigilo y con las manos a la altura de su pecho en señal de cuidado.
—Oye, ¿estás bien? —le preguntó, posando su mano sobre el hombro tembloroso del castaño haciendo que este reaccionara y terminase con aquel acto extremadamente vergonzoso. Sus mejillas comenzaron a acalorarse así que volteó el rostro y miró hacia el otro lado del parque y el pelirrojo le dedicó una mirada sumida en ternura—. Lamento haberte agobiado con tantas preguntas —se disculpó, aún sin saber que Orel ha estado nervioso por su sola presencia y no por el reciente cuestionario.
—Descuida —su respuesta fue simple y, aun así, la dijo con dificultad intentando no tartamudear.
—Te estuve diciendo... Tengo una entrevista de trabajo en una cafetería llamada Daisy Flowers, ¿sabes dónde está? —Orel casi sufre otro ataque de nervios de no ser porque la cálida mano del hombre a su lado le dio un leve apretón a su hombro. Cosa que, inexplicablemente, lo llenó de calma.
—La cafetería de mi padre —afirmó sin querer, haciendo que el más alto elevase sus pobladas y casi descoloridas cejas, sorprendido.
—¡Genial! Tengo mucha suerte de encontrarte entonces —le contestó con mucho entusiasmo—. ¿Podrías enseñarme el camino o llevarme?
Orel asintió, sintiéndose mejor y se puso de pie junto a él, comparando inmediatamente la diferencia de estaturas. No era un chico muy especial físicamente hablando, medía como máximo un metro setenta; de complexión física ligeramente trabajada y su piel era blanca, pálida y sin ni una mancha ni marca, el pelirrojo pensó por un microsegundo que el muchacho parecía ser de porcelana. Tanto su pelo como sus cejas y pestañas eran de un color castaño oscuro y sus ojos cafés hacían pensar a cualquiera que eran negros, la barba de varios días adornaba su barbilla en un fallido intento de que se viese un poco más viejo y las pecas solazadas por sus pómulos y nariz eran escasas, pero se notaban desde largas distancias.
El más alto lo miró de arriba a abajo rápidamente y con descaro, fue tiempo suficiente para admirar tal cuerpecito que parecía romperse una vez que le pongas la mano. Se veía delicado, y el pensamiento de que su piel parecía de porcelana volvió a hacer acto de presencia. Sacudió la cabeza ligeramente tratando de alejar aquellos futuros pensamientos incorrectos que venían a su mente y decidió volver a mirar al muchacho a los ojos, quien se encontraba más rojo que la primera vez.
—¿Y bien? —comentó, suspirando, mientras extendía su brazo para enredar el del otro con confianza—. ¿Nos vamos?
Orel asintió apenado y emprendieron camino hacia la cafetería.
—Y... ¿Cómo te llamas? —le preguntó a Orel, quien seguía nervioso y callado, atrapado en sus pensamientos.
—Orel —le declaró, haciendo que el otro formase una graciosa "o" con su boca, sorprendido.
Y liberó una risa por primera vez, sorprendiéndose a sí mismo.
—Tu nombre es muy lindo... me gusta —informó sin vergüenza y este, al escuchar aquello, sintió al mismísimo sol chocar con su cara confirmando que, de nueva cuenta, estaba sonrojado—. Mucho gusto, Orel, me llamo Bastian.
El más pequeño estuvo a punto de regresarle el cumplido, pero luego se dio cuenta de que, su vergüenza y nerviosismo, eran mucho más grandes que su valor.
Dicas <3
¿Listos para la travesía? Jejejeje >:)
Actualizaré todos los días, all the love, Dicas <3
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The purest love
Short StoryBastian y Orel son dos jóvenes que creen fervientemente en el amor verdadero, por ende, en el amor a primera vista. Bastian y Orel se enamoran profundamente cuando cruzan miradas en aquel parque situado justo en el centro de la ciudad. Bastian y Ore...